lunes, 2 de diciembre de 2024

Recital "Provocante a risa" en el Centro Artístico

El 30 de noviembre, Juan Chirveches gentilmente invitó a un grupo de poetas para leer en el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada textos satíricos y jocosos. Aquí os dejo las dos décimas que compartí, espero sacar alguna sonrisilla. (Escribí estas décimas como homenaje a mi paisana Violeta Parra que con tanta maestría las cultivó).




DÉCIMA DEL CONQUISTADOR

Un forastero español,

boca ancha, pelo en pecho,

digamos que contrahecho,

macho alfa y fanfarrón.

Enemigo del jabón,

oliendo a piel de macaco

(aderezado el sobaco

con poquita agua bendita),

su trompa: dos moscas fritas

metidas dentro de un saco.

Portaba arcabuz en ristre

para cazar su león,

coraza de ‘quita y pon’,

y un potro bastante triste.

Su caminar era un chiste.

Y andando soltaba pedos.

Escribanos, curas, reos

del nuevo mundo se asombran,

pero él se nos va de compra:

solo quiere un escarceo.

Vestido de punta en negro,

con la cruz hasta en la picha,

amargo como la chicha,

con su cuello verdinegro

más enfangado que el Ebro,

se acercó a mí tan ufano,

a este cuerpo tan serrano,

como pavo rimbombante

pensando en echarme el guante,

soñando en meterme mano.

Venía de la otra orilla

con su verbo zalamero,

con su aliento de ajoarriero,

con su boca-alcantarilla.

Un gallo de pacotilla,

ay, más horrendo que Picio

(hartito de tanto vicio

meneado en su soledad)

y lo digo sin maldad:

¡mirarle fue un sacrificio!

Yo: deliciosa guayaba,

él: infecto surtidor,

restregándome su amor

al tiempo que se arrimaba.

El lerdo no se enteraba

que su pellejo extranjero

quería para el puchero.

Y, pestañeando coqueta,

iba llegando a mi meta

y fui avivando el caldero.





DÉCIMA DEL SANTO BEBEDOR

Un cura, muy aplicado

en la sagrada escritura,

sentía gran calentura

en su cuerpo apolillado.

Bebiendo el cáliz dorado

−al darnos la eucaristía−

a solas se convencía:

Si Jesús está en el vino,

me entregaré a mi destino

y apuraré esta ambrosía.

En beber nunca fue vago

y se iba aplicando el cuento

sintiendo la sangre dentro,

de Cristo, con cada trago.

Totalmente etilizado

vio diablos y querubines,

a San Pedro en calcetines

paseándose por los cielos.

¡Después dirán los ateos

que todo lo inventa el cine!

Por creer a pie juntillas

en la transubstanciación,

abreviaba su sermón

para beber la gotilla

que al fondo del cáliz brilla

diciendo ¡venga, pa’ dentro!

¡Qué bendito sacramento

que no prefiere una cepa

y solo tiene por meta

tener a Cristo muy dentro!

Con el baile de San Vito,

con el habla trachhhhtocada,

con visión multiplicada,

este beodo padrecito,

en cueros y a voz en grito,

predicaba: ¡Ay, criaturas,

cómo no veis la figura

que con celeste insistencia

deja al mundo por herencia

su sangre sabor a uva!

Por decir ¡amén, amén!

decía ¡salud, salud!

Nunca temió al ataúd

si el vino cantaba ¡ven!

Siempre ascendía al Edén

bebiendo el caldo sagrado.

Y un día, de su costado,

charco de vino afloró.

¡Milagro!, uno gritó

otros dijeron ¡mamado!

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