sábado, 29 de abril de 2023
Para Rafael Guillén en su 90 cumpleaños
Reseña de "LLuvia ilesa", de Esther Veintimilla
Presentación de "Un unicornio fuera de su tapiz" en la feria del Libro de Granada
Reseña de "Islario" por Jimy Ruiz Vega
martes, 18 de abril de 2023
martes, 11 de abril de 2023
Reseña de "Islario" en revista Quimera (por Jesús Cárdenas)
“Islario”
Marina Tapia
AMARGORD: MADRID, 2022
88 Págs.
MAPA EMOCIONAL
Por Jesús Cárdenas
Queda fuera de duda que la auténtica poesía, antes que nada, transmite un considerable caudal de emoción. Después, podrán venir la ficción, los rasgos de estilo, etcétera. Al hablar de sensibilidad, recomendamos este “Islario” (Amargord) de la poeta de Valparaíso afincada en Granada Marina Tapia, autora desde una década con libros como “Marjales de interior” (Aguaclara, 2017) o “Un kilim de palabras” (El Sastre de Apollinaire, 2022), entre otros.
Entre la pérdida y el arraigo, entre lo otro y los adentros, recorre diferentes territorios, islas e interiores, articulando −como recoge tan certero en el prólogo Agustín Pérez Leal− «todo este libro de un modo discreto, apenas insinuado». El esfuerzo de la autora radica en cartografiar, asomarse, mostrarse veladamente. Porque la poesía es emoción contenida y en “Islario” se muestran las habilidades de Tapia por evocar imágenes.
El libro se concibe con una serie de hitos que viran de lo exterior a lo interior, del mar lejano al hogar presente. De las citas rescato la de María Zambrano («Una isla es para la imaginación / de siempre una promesa»), porque estos poemas son posibilidades de una vida. El sentido del libro se presenta en unos versos del poema sin titular con el que se inicia la lectura: «Y aunque transite el mundo palmo a palmo, / es la región indómita, / el viejo paraíso lo que ansía».
Es conmovedor el recorrido por “Islario”. En sus paradas hallamos una buena dosis de extrañeza: en ocasiones, una ensoñación; en otras, zozobra ante la añoranza y la necesidad de arraigo. Así, se muestra en «Boceto sin modelo» como un zarpazo tremendo y un desgarro interior en quien siente su hogar remoto pero no olvidado: «Valparaíso. / encima de esta grieta te recreo». Más adelante Tapia escribe: «Regálame retratos de ti para encontrarme, / para saber que es nítido el ahora».
Junto a las islas (Tenerife, Pascua…), el mar −también como símbolo− precipita lugares de extraordinaria belleza. El mar que «construye el paraíso de la calma» en el magnífico «Vancouver Island». En él un rasgo atraviesa otras composiciones que nos acercan a tierra firme: basta con el poder de los nombres para que no caigan en el abismo de la desmemoria («No quiero más terreno que tu nombre»).
Entre la ida y la llegada, poemas como «Brújula», en cuyo interior Tapia sabe bien balancearse en los endecasílabos con el ritmo que le proponen el enfático y el heroico para terminar con el heptasílabo: «Debo sentir la tierra como un todo, / mirar a las ciudades desde el faro / sensible del asombro». En estos versos que inspiran verticalidad se presiente la tensión, un nudo de contrarios: la tierra frente al aire y al mar; he ahí su poder magnético y su evocación, ¿punto de partida o de llegada?
Con la llegada del sentimiento amoroso, el punto de arraigo será la ciudad de Lorca. En el poema de dos secciones «Razón del desembarco» se revela la ciudad asombrosamente: «Él me mostró Granada entre la bruma, / me dijo que la Alhambra / domesticaba al sol si es necesario, / él me buscó un refugio entre la piedra». Más pasional y lorquiana resulta la composición «Estampas de 'La Fuente'».
Al final de esta singladura que es “Islario”, y tras el proceso de sumersión en diferentes paisajes, espacios plenos de emoción contenida, el lector arribará finalmente a una isla íntima y gozosa.
Jesús Cárdenas
lunes, 10 de abril de 2023
Reseña de "Islario" por Nélida Cañas
EL PARAÍSO DE LA CALMA
“Una isla es para la imaginación de siempre una promesa,
una promesa que se cumple y que es un premio de una larga fatiga”
(María Zambrano)
El primer poema de Islario (1) de Marina Tapia oficia como una declaración de principios: Isla, sí. Dispersa, pero no aislada. Un cuerpo y sus anhelos de recoger semillas y latidos de otros tiempos. Cuerpo, isla en tránsito. Región indómita que anhela el viejo paraíso.
El corazón que late es la brújula para el viaje. Punto de partida y guía en los anhelos.
“A mí solo me bastan los senderos que van hacia las olas,
esa pisada firme, aquella hondura,
los símbolos de un viaje hacia mí misma”. (Afirmación, p.22)
El viaje es una evolución, un descubrimiento de la hondura. Un estar en vilo con proa hacia el asombro.
Juan Eduardo Cirlot (2) en su Diccionario de símbolos dice: “El viaje no es nunca la mera traslación en el espacio, sino la tensión de búsqueda y de cambio que determina el movimiento y la experiencia que se deriva del mismo. En consecuencia, estudiar, investigar, buscar, vivir plenamente lo nuevo y profundo son modalidades de viajar o, si se quiere equivalentes espirituales y simbólicos del viaje […] Volar, nadar, correr son también actividades –como el soñar, ensoñar, imaginar- equivalentes a viajar” (ps.459-460).
En cada imaginario el motivo del viaje. Marina Tapia “Peregrina hacia el poema” (p.25). Entonces, el motivo es el poema, que nos va quitando velos en el propio silabario que despliega. Y nos arroja hacia una nueva luz. Que a veces es revelación, epifanía. Y otras, ceguera.
En el viaje, la sed donde la peregrina insaciable deletrea las silabas de un nombre. Promesa que se ofrece y balancea en la vieja barca del propio cuerpo. Son volutas del aire en el aire las sílabas del nombre del amado. Todo se hace liviano. Se aligera.
Oleaje. Sal. Espuma. Marejadas del alma sujetas en el cuerpo. Y sin embargo, el aire. Tan azul y vibrante. Y esa gaviota leve, que se escapa planeando entre dos mundo. La pasajera, marítima y volcánica, con todo su bagaje y los ojos abiertos ha encontrado su sitio. El bosque y sus diagramas de verdes y de musgo. Nombre que se deslíe en sus pupilas y es cielo y es paisaje y es hombre y es abrazo para su leve tránsito.
“La isla se levanta/ sobre leños y savia, /y el mar/ (en ese aserradero de las olas)/ erige, / pule, / talla cada paso,/ construye el paraíso de la calma". (La carretera, p.48)
El paraíso de la calma ¿no es acaso haber alcanzado el puerto de los brazos? Ese arraigo que ofrece el amor. Ese nombre que calma la sed y las tormentas. Que nos permite ser un islario entrelazado. Ya no la soledad de la que busca con mirada afiebrada. Ahora, la promesa que se cumple y que es un premio de una larga fatiga.
Todo lo conjuga la voz lírica hecha de un ritmo cálido de Marina Tapia. Una voz enamorada que nombra la tierra, el agua, el aire, la piedra castellana, la luz demoledora… y se desliza entre sus pliegues en un fluir constante de onda leve.
Celebro su voz enamorada que alumbra los misterios develados con sus pasos errantes y su leve plegaria escribiendo en el aire.
Nélida Cañas
Córdoba, Argentina 8 de abril de 2023
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(1)Tapia, Marina, Islario, Ediciones Amargord, Madrid, 2022.
(2)Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de símbolos, Editorial Labor S.A., Barcelona, 1985.