sábado, 25 de febrero de 2023

Entrevista en Cuadernos de Sur

Feliz por esta entrevista en el suplemento Cuadernos del Sur del Diario de Córdoba. Un millón de gracias a Francisco Antonio Carrasco por su interés y por sus sagaces preguntas. Os dejo aquí con el contenido y el enlace. Espero que os guste.


MARINA TAPIA

Francisco Antonio Carrasco


¿Casualidad? ¿Excitación poética? ¿Alineamiento astral? El caso es que en 2022 consiguió un hecho insólito: la publicación de cuatro libros de poesía el mismo año.

Viajera infatigable, Marina Tapia (Valparaíso, Chile, 1975) fijó su residencia en España en el año 2000 y desde 2013 vive en Granada. Ya en nuestro país, ha desarrollado una intensa actividad como poeta, artista plástica y divulgadora cultural. Entre sus premios literarios destacan Ciudad de Baena (2018), Joaquín Lobato (2020) y Águila de poesía (2022). El pasado año publicó cuatro libros: ‘Corteza’, ‘Un kilim de palabras’, ‘Bosque y silencio’ e ‘Islario’. ¿Alguien dijo que es difícil publicar en España?

-¡Cuatro libros en un año! Creo que esto merece una explicación. ¿Qué ha pasado?
Pienso como tú, Francisco, yo no buscaba eso pero ha venido así: ‘Un kilim de palabras’ lo envié a El sastre de Apollinaire, sello independiente que me encanta porque escoge muy bien lo que edita. Pasó el tiempo y me olvidé de ello. Fue una gran sorpresa cuando recibí, tras la pandemia, un correo del editor diciéndome que le había encantado el libro. En ese momento también se falló el Premio Águila de Poesía y resultó ganador ‘Bosque y silencio’. Además, acababa de salir ‘Corteza’ con El Envés. Y el remate de ese 2022 tan fructífero fue ‘Islario’, otro “sí” de la editorial Amargord. Lo bueno es que cada libro aborda diferentes temáticas y tiene distinto tono. Se han ido presentado dándoles a cada uno su espacio. Como ves, a veces son las circunstancias las que mandan.

-‘Corteza’ es una toma de conciencia, una liberación personal. ¿Cuánto cuesta plantarse ante la vida, rebelarse a todos sus dictados y decir ahora voy a tirar yo para adelante “…a tientas, sola, pero libre”, como expresa en su primer poema?
En ‘Corteza’ busqué fijar mi camino vital y sus aprendizajes, recoger múltiples fragmentos del pasado. Hay textos escritos en mi adolescencia y otros de mi etapa en Madrid: con su experiencia de la extranjería y la toma de conciencia de los obstáculos que tenemos como mujeres. Veo en su primera parte, ciertos paralelismos con la poesía de Maria-Mercè Marçal, un intento de acercarse a lo profundo, en donde la imagen y el concepto tienen gran protagonismo. Son poemas cortos y concisos. He preferido la precisión, adjetivar poco y encarar lo que me ha marcado. Hay una especie de redención con el pasado a través de la lírica.

-Adiós al padre, a sus normas (“Huyeron como Judas / tu credo y sus lecciones”); a la dictadura chilena (“Me fugo del rencor que apacentaste / del muro levantado entre nosotros”); a las imposiciones sociales (“Quiero plantar estrellas en mi cielo/ desvestir cada sombra / de este pecho lisiado”). Debe ser doloroso asumir todo ese engaño y emprender una nueva vida.
La figura del padre es simbólica, y va más allá del patriarcado, remite a lo asignado, a lo que se espera de nosotras, a los parámetros de nuestra valía. Poner sobre el papel las luchas internas contra los modelos sociales es un ejercicio de paz (como ya hice en ‘50 mujeres desnudas’). Dijo mi paisano Jorge Teillier: “La poesía es respirar en paz/ para que los demás respiren”. Pretendía reconciliarme con las aristas de la memoria.

-Sin embargo, ese miedo es difícil de desterrar, permanece aunque tomes conciencia de él: “Me sorprendo sintiendo temor ante un hombre, / bajando la vista, / pidiendo perdón”.
No hay mayor elemento de paralización que el miedo. Bajo su influjo, no siempre se puede reaccionar. Deseaba retratar esos momentos de parálisis que muchas mujeres hemos experimentado. Que algo tan simple como caminar por una calle de noche implique riesgo, es un reflejo de un mundo no tan igualitario como se proclama.

-En esa sensación vital que describe, la duda es uno de sus temas fundamentales: “Qué fértil es el charco de las dudas, / qué cierto lo que oscila, / lo que tiembla”.
Aunque en mí predomina la celebración, la vitalidad y el asombro (como en mis libros ‘El relámpago en la habitación’, ‘Jardín imposible’ o ‘El deleite’), en ‘Corteza’ me he adentrado en zonas más turbias y oscilantes. La duda guarda una semilla de humildad y de deseo de superación. No hay nada más arrogante que la seguridad.

-Quiero resaltar también, porque está muy presente en su obra, el reconocimiento a las mujeres poetas que la han precedido, de las que se siente herederas. Mujeres como Emily Dickinson.
Crecí bajo la figura de Gabriela Mistral, su voz estaba muy presente en la educación chilena, y desde muy joven leí a Alfonsina Storni y Juana de Ibarbouru o escuché a Violeta Parra. Antes de vivir en España, no fui consciente de este bello matriarcado poético que había heredado. En Madrid reparé en que el canon literario español apenas incluía autoras. Gracias a mi amistad con Ana Mañeru (traductora de Emiliy Dickinson al español) fui conociendo a inmensas poetas como Ángela Figuera, Juana Castro o María Victoria Atencia que, lamentablemente, no tienen toda la visibilidad que se merecen. Ahora me precio de ser socia de “Genialogías”, grupo de mujeres poetas que tiene como principal objetivo publicar los grandes libros de estas creadoras.

-También hay poemas en los que se abandona al paisaje, al silencio, a la luz y los murmullos de la naturaleza. “Quiero ser el rumor que convoca la vida, que sostiene el deseo”, asegura en ‘Bosque y silencio’.
El binomio palabra-silencio y la relación del ser humano con el paisaje son elementos constantes en mi poesía. Me interesa la intimidad con la naturaleza, no desde los tópicos o desde la mirada del romanticismo (distante, contemplativa y con los hombres como seres dominantes); suscitar en las lectoras, en los lectores esa canción profunda de los elementos, por muy modestos que sean, barro, troncos, estratos, todo lo que guarda el paso de las eras. Si una poeta tiene el don de ver belleza en lo mínimo ¿cómo no compartirlo? Como decía Jules Renard, no puedo contemplar la hoja de un árbol sin sentirme anonadado por el universo.

-Entiendo que la poesía para usted es muy importante. “Poesía, / quiero tocarte, / que dejes de ser una abstracción, / la suma de supuestos que persigo”, escribe en ‘Un kilim de palabras’. O asegura rotunda: “Si alguien me pregunta por mi oficio / ¿Qué diré? / Responderé segura soy poeta”.
Estoy en deuda con ella, me ha acompañado siempre. Desde los 6 años memoricé y declamé poemas que fueron la música de fondo de mi educación. He hecho grandes amistades a través de poesía, he conocido a mi compañero el escritor Ángel Olgoso en un acto literario. Y la lectura de poemarios incendiarios, imaginativos, reveladores me ha dado cobijo en tantos momentos. Son muchos años de una estrecha relación con la escritura y la lectura. Me ha abierto un universo de sensaciones, ha ampliado mi mirada, me ha brindado soledades luminosas.

-‘Islario’ muestra su espíritu viajero, la búsqueda de un lugar donde asentarse, el desarraigo quizá de no vivir en su país. “… este cuerpo, que anhela recorrer la tierra entera, / se busca sin respiro en el paisaje”. ¿Ha encontrado por fin su sitio en España?
En mi familia siempre ha habido una pulsión viajera (mi hermano vive en Berlín, mi hermana en París y mi hija en Vigo). Quizá buscamos una parte desconocida de nosotros reflejada en otro lugar, completar ese mapa de afectos dispersos en distintos enclaves.
No sé si mi ciudad definitiva sea Granada, sé que ahora quiero estar allí con mi pareja. Y aunque Dickinson cerraba la puerta de su cuarto con un “aquí, querida, está la libertad”, y entiendo esa postura de saborear el vasto espacio de la intimidad, reconozco que en mí late una fuerza centrípeta que anhela recopilar las maravillas dispersas por el mundo, para entregarlas como una ofrenda en forma de escritos.



jueves, 23 de febrero de 2023

La satisfacción del deber cumplido

Un placer haber participado en este homenaje colectivo a Andrés Manjón en su centenario, y haber escrito expresamente para el libro acerca de un tema que siempre me ha apasionado como es la enseñanza y la didáctica, en las cuales él fue una luminaria. Os dejo con algunas imágenes alusivas y con mi poema.








EJEMPLO QUE CONMUEVE Y QUE PERSUADE


“Quien da el corazón lo da todo”
(Andrés Manjón)


Nos modela un amor ejercido en el tiempo.

Es un brocal de sol,

es un aljibe vivo su lenguaje,

que busca amanecer

en cada niño.



Permanece su espíritu,

una esencia de luz,

una lección-caricia,

una espera pausada

para que los saberes perfumados

florezcan y maduren.



Desde otro siglo envuelto en la neblina,

sus manos invisibles

dan vuelta con paciencia, con dulzura,

las hojas de este libro del ahora.



Permanece su voz, sin alardes,

sencilla como pan,

y en este caracol de los sentidos

acojo sus lecciones que no otoñan.



Permanece su rostro

de sierra vigorosa,

de cueva luminaria,

de valle paraíso

desafiando el estigma

que imprime la pobreza en tantas vidas.



Maestros, seguid dignificando sus escuelas,

trenzando en cada clase, en cada juego:

deber y libertad,

acción,

verdad,

concierto.



Que lo mejor de mí, de cada uno,

despierte y se levante

sobre solar

del mundo.

lunes, 20 de febrero de 2023

El rincón de Amargord. Capítulo 42

Agradezco a Jorge Girbau Bustos que me haya dedicado este programa multimedia tan completo, dentro de "El rincón de Amargord" dedicado a los libros publicados por esta editorial, que se puede ver en su canal de Youtube.



viernes, 17 de febrero de 2023

Hago versos, señores (Gloria Fuertes en La Zubia)

Gracias al Área de Igualdad del Ayuntamiento de La Zubia (en particular a Cristina López Gollonet) por permitirme difundir la poesía para adultos de Gloria Fuertes y su vida, el pasado 14 de febrero dentro del ciclo Mujeres Brillantes, emplazado en el Centro Carmen Jiménez. Gracias al numeroso público que me acompañó, así como a la alcaldesa y a la concejala de cultura por su presencia.










sábado, 11 de febrero de 2023

Que creceré en trigal por no morirme

Gracias a CaoCultura por publicar mi reseña de la Poesía completa de Mariluz Escribano Pueo. Un maravilloso libro fruto del intenso trabajo de Remedios Sánchez. Espero que os guste mi aproximación a la exquisita obra de esta gran autora.




QUE CRECERÉ EN UN TRIGAL POR NO MORIRME


Marina Tapia


    Mariluz Escribano Pueo, en la edición de su Poesía completa a cargo de la escritora e investigadora Remedios Sánchez (Cátredra, 2022), nos regala una lírica delicada, profunda, que envuelve los sentidos, donde el recuerdo es el punto de partida y la memoria el eje primordial. En todos los libros de este compendio se descorre un telón de templanza y sosiego, que esconde sentimientos más intensos bajo su tela de calma. Y es justamente esta contención de fuerzas en tensión lo que transmite a las lectoras y lectores un aura de bruma y misterio, de algo único que oculta esa realidad densa que toda buena poesía debe tener. Intuimos que la poeta quiere decirnos mucho más, que bajo su sutileza y su elegancia estilística hay un fondo de pozos y aguas subterráneas, un aljibe que ha ido decantando los sinsabores del tiempo. Sus versos de apariencia sencilla, llegan hasta nuestra escucha cargados de elementos sensoriales que nos maravillan (“geometría de vencejos/ dibujando el cobalto de los cielos”, “perfume desvaído de las algas”, “cuando las madrugadas/ extendían aljófares de lluvia”) y conectamos rápidamente con ellos, nos estremecen. Son precisos y pintan interiores y paisajes con gran realce. Es necesario recordar cuán difícil es dar apariencia de naturalidad y sencillez a la escritura. Se sabe que “la construcción” de la sencillez es lo más complejo de alumbrar y requiere años de trabajo y búsqueda.

    El universo poético de Mariluz Escribano Pueo (1935-2019) se levanta sobre los pilares sólidos de un lenguaje exacto, cada palabra es la adecuada para expresar lo que se cuenta (“Soy tan frágil ahora/ que la lluvia me hiere./ Edifícame en piedra,/ suéñame inalterable”). Desfila ante nosotros una caravana emotiva con poemas de corte más clásico hasta un verso libre lleno de musicalidad y de ritmo −y también de silencios intencionales−, una caravana colorista que mantiene una voz propia y bien definida que logra emocionarnos, pintarnos un fresco lleno de matices y significados. Leemos evocaciones, leemos el pasado con su nostalgia volcándose en un ahora y, al leerla, recuperamos los posos de la posguerra y del franquismo. Estos aparecen expuestos de una forma clara y honesta o entre brumas y símbolos. Mariluz utiliza todo un despliegue de recursos para acercarnos a la historia sin arengas o estelas de rencor.


    Su tierra natal vive en cada uno de sus poemarios: no sólo está presente la ciudad de La Alhambra y de Lorca en su esfera utópica o arquetípica, sino que también la retrata con sus luces y sombras, perfilándola de diferentes maneras: “camino por las calles de Granada,/ indocumentada y triste,/ sin huellas digitales,/ sin un papel que diga/ mi nombre y estatura”, “sin olvidar que esta ciudad es triste,/ melancólicamente desnutrida,/ con la ruindad del mundo en sus zapatos”.

    Tal como nos aclara Remedios Sánchez al comienzo de su emocionante y completísima introducción −un prólogo donde se fusiona lo histórico con el lirismo−, “esa es la voluntad de este trabajo: rescatar la memoria, revelar una poesía sumergida que, durante décadas y como la de tantas otras mujeres, ha permanecido oculta, vulnerada en su dignidad silente”. Leer a Mariluz es leer nuestra historia y, en especial, la historia de las vencidas, las apartadas, de las mujeres a las que se les quitó no sólo sus seres queridos, también su medio de vida, sus titulaciones y hasta el territorio natal donde estaba la red de sus afectos y vivencias. En el acercamiento a este libro nos reconciliamos con lo ocurrido en España, pues conviven la memoria y el perdón en equilibrio.

    Retratos de una época, retratos verdaderos del compromiso con la sociedad y retratos balsámicos del jardín escondido, de la playa, de los paisajes que transitó la poeta. Enclaves como lugares de pureza que los seres humanos no pueden destruir porque laten y entroncan con lo más profundo y cardinal de nuestra especie. Los espacios donde vive y late Federico García Lorca se derraman con colorido intimismo en la obra de Escribano. Desgarradores e icónicos son los poemas dedicados a su madre y a su padre.

    A Gabriela Mistral le bastaron pocos libros para conseguir el reconocimiento y el Premio Nobel. Apenas le bastaron seis poemarios para demostrar su valía. No siempre es necesaria una producción poética larga y continuada, una notoriedad mediática o la pertenencia a círculos literarios, corrientes o generaciones. Tanto en Gabriela como en Mariluz podemos ver que se cumple esta premisa. También debemos recordar que un gran número de autoras (como María Victoria Atencia o Paca Aguirre) comenzaron a publicar tarde, y muchas otras escritoras notables lograron el reconocimiento cuando tenían una edad avanzada. Hay que tener en cuenta que en épocas anteriores no era bien visto que una mujer alcanzara éxito y renombre y, en el caso de Mariluz, por sus circunstancias familiares relacionadas con la política, dificultó las publicaciones de su obra poética, más personal, no así la periodística. En muchas autoras también pesaron la discreción, los condicionamientos sociales o el temor a estar expuestas y ser criticadas (en el prólogo, Remedios Sánchez nos cuenta que cuando la gran poeta granadina Elena Martín Vivaldi publicaba algo, los “popes” decían “bah, las cosicas de Elena”).

    Pero vuelvo a plantear que la contundencia de sus libros, la autenticidad de la voz propia se aprecian claramente. Y pongo de relieve la valentía al hacerse eco del clima que se vivió en la dictadura: “Necesario es decir que mi madre cantaba./ Yo no sé si cantaba para olvidar escombros,/ ruinas,/ muertes,/ tristeza,/ guerras,/ hombres,/ palabras,/ telarañas del tiempo,/ sangre no regresada” y también de tomar una postura no de rencor sino de un sosegado consuelo −que solo se logra desde la grandeza de espíritu−. Su elegancia, profundidad y compromiso sin estridencias se pasean por las páginas de este libro.

    Este volumen me ha estremecido, recomiendo encarecidamente su lectura. Yo comencé leyendo sólo el conjunto de poemas reunidos, para poder disfrutar sin información previa o sin ningún tipo de análisis anterior su trabajo poético. Su obra de manos de cristal y de llama escondida me tocó muy profundamente. Esa rotundidad de lo contado, ese atemperar, ese decir sin prisa, sin fuegos artificiales, sin sobreabundancia de tropos. Su estilo y tono me llevó hasta el espejo donde se reflejan otras mujeres olvidadas de esa época como Dionisia García, pero también me transportó a otros lugares tan distantes donde el castellano late con precisión. Encontré además concomitancias con la voz de la poeta cubana Dulce María Loynaz.

    La poesía puede vestirse con diferentes trajes y, si rezuma verdad, convencernos y conmovernos por igual. Para mí hay belleza y autenticidad en su trabajo. Es un estanque movido por los susurros de la naturaleza, es ese patio interior nazarí que nos espera, para que cada una, cada uno descubra en él ese fruto vivaz y lleno de la sabrosa pulpa de sus versos (“Si vivir no implicara tanta pena/ yo eligiría flores para el canto/ anémonas de mar para el retorno,/ coronas de arrayán para mi muerte”). Elijamos esa granada de vida que solo puede desgranar la poesía auténtica.