sábado, 30 de octubre de 2021
Siembra de libros en Granada
Homenaje a Rafael Alberti
martes, 19 de octubre de 2021
Día de las Escritoras en La Zubia
Leyendo el poema "Inanna" perteneciente al libro "Nunca estuve tan alta" de Juana Castro, Sabina editorial
Público asistente a la lectura
Alicia que ha tenido la gentileza de leer un poema mío
Ivonne Sánchez leyendo a dos de sus maestras
Como la flor madura del magnolio
era alta y feliz. En el principio
sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca,
se amaba en la sombría
saliva de las algas,
en los senos vallados de las trufas,
en los pubis suaves de los mirlos.
Dormía en las avenas
sobre lechos de estambres
y sus labios de abeja
entreabrían las vulvas
doradas de los lotos.
Acariciaba toda
la luz de las adelfas
y en los saurios azules
se bebía la savia
gloriosa de la luna.
Se abarcaba en los muslos
fragantes de los cedros
y pulsaba sus poros con el polen
indemne de las larvas.
¡Gloria y loor a Ella,
a su útero vivo de pistilos,
a su orquídea feraz y a su cintura!
Reverbere su gozo
en uvas y en estrellas,
en palomas y espigas,
porque es hermosa y grande,
oh la magnolia blanca. ¡Sola!
domingo, 10 de octubre de 2021
Lectura en el Aljibe del Rey
Os dejo con la noticia en prensa, algunas fotos y con los poemas que recité en ese bello Carmen del Albaycín. Ha sido una mañana de literatura, naturaleza e historia.
FUENTE DE LAS LÁGRIMAS
“Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma”.
Federico García Lorca
Presentir la muerte en el fango,
en el liquen,
en la vegetación solemne y escondida,
saber que ya me llama Aynadamar,
que prepara un sudario,
un tálamo de tiempo,
un hábito de agua.
Juego de reflejos,
de planos,
de estaciones,
me aguardan en la Fuente Grande.
Desde la telaraña fatídica del fondo,
en la delicadeza de las libélulas que bordan la fontana,
en las plantas fosforescentes,
en la persistencia del musgo femenino,
en la ascensión sagrada de las burbujas,
todo canta,
albercas, cauchiles y atanores,
todo llama,
telúrico lugar,
sus piedras coronadas de verdor,
su comparsa de hierba y rodaje.
Río que entra en mi sien
y largamente me arresta
con sus cristales.
Saber y no saber,
presagiar
el limbo que se asoma en las choperas.
Voy a seguir cantando,
es mi única verdad,
me lo dice aquel olivo
que ha esparcido mi voz en su copa.
Seguirá refulgiendo el poema,
espádice amarillo,
en cada cicatriz de las cortezas.
Y seré de vosotros,
cuando la dula
del mañana
abra
su misterio.
LA QUE MULLE LA TIERRA
A mi abuela María
Dejadla que ella sea la que limpie
el terreno de maleza,
la que cure con humus las heridas,
la que vigile
aquella rotación de los cultivos,
la que consuele al valle
con suaves movimientos.
Ella sabe crecer sin tutor
(felicidad furtiva),
va tamizando el mundo con cedazos
que en nada se parecen al orgullo,
recoge lo invisible
en silencios de plásticas voces.
No emite juicios, habla a cada planta,
al cedrón, a la ruda, al bailahuén,
más bien escucha
al paico, a la melisa, al arrayán.
Dejadla que ella sea la que trace
los músculos de un soto,
la que suture
la sombra forestal de los tajos,
para alumbrar la sangre que nos riega.
EXEDRA
A Margarita Osborn
Ahora que la oscuridad nos sobrecoge,
proyecto sueños lúcidos,
doy la mano
a lo mejor de mí que quiere perpetuarse,
y lego
esa escasa virtud
llamada arborescencia.
Ahora os convoco, hermanos,
a este lugar de encuentro, a esta exedra,
para crear los parques venideros.
A vosotros os llamo,
para esbozar hectáreas imposibles,
perennes plantaciones de utopía.
Que no queremos paz que no la ampare
la fontana de Diana y Acteón,
las grutas
y los densos laberintos.
Dónenme las deidades equilibrio,
una cama de musgo
para mi corazón cansado de luchar,
y dentro de este huerto de razón
irrumpa la inventiva.
Hermanas,
dejemos un emblema de verdor,
y que sigan las fuentes manando
agua y sorpresa.
Amemos lo escondido,
sépalo a sépalo,
con dedos que acaricien la armonía.
Permanezcamos en lo minúsculo-infinito,
y sea tan sutil,
tan verdadero,
nuestro jardín
interior. la sombra del ciprés,
la fontana de Diana y Acteón,
las grutas
y los densos laberintos.
Dónenme las deidades equilibrio,
una cama de musgo
para mi corazón cansado de luchar,
y dentro de este huerto de razón
irrumpa la inventiva.
Hermanas,
dejemos un emblema de verdor,
y que sigan las fuentes manando
agua y sorpresa.
Amemos lo escondido,
sépalo a sépalo,
con dedos que acaricien la armonía.
Permanezcamos en lo minúsculo-infinito,
y sea tan sutil,
tan verdadero,
nuestro jardín
interior.
ESCRITO EN LOS JARDINES DE DARAXA
¿Cómo será tu voz cuando me cerque,
cuando pasee junto a la añoranza
que siempre te ha esperado en el umbral?
Cada gota que da
tu piel
es un aljibe,
es el sabor maduro, la naranja,
color que balancea su promesa.
Cada paso hasta mí
es un rizoma
de todo lo que antaño sujetaste.
Amor de cucharadas que me sacia
porque en la plenitud fue concebido
para sembrar senderos de naranjos,
para plantar dulzor en la sequía.
Ah, tú,
rezumador,
certero,
casi exacto,
con esa infinitud que sobrecoge
mi tronco, mi moldura.
¿Cómo será mi voz junto a la tuya?
EL ALMENDRO
Maravilla que se abre de pronto
cuando acaba febrero,
a finales del mes de la escarcha.
Pureza que inaugura los marjales,
fanal,
espejo donde asoma el devenir,
blasón
de primavera.
¿Quién te ha sembrado, almendro?
Fui yo
que por las noches alumbraba
un árbol de palomas,
un mástil, un hogar, una columna
para olvidar mi peso y mi pesar,
la cruz
de la vejez.
He querido correr, he querido saltar al vacío,
a la oscura ciudad de la pena
y tú me detuviste con tus ramas
joviales y floridas,
con esa flor de luz
y estambres que sostienen
pasión multiplicada.
Existe, sí, existe la pureza,
lo delicado vive,
aún puedo prender en el ojal
tu leve bailarina redentora,
aspirar la belleza,
la paz que permanece sin edén.
Tu savia nos eleva,
almendro,
dulzura del secano,
dulzura de mi vida
que se apaga.
martes, 5 de octubre de 2021
Presentación de "UN VESTIDO DE GODETS" de Elvira Cámara
PRESENTACIÓN DE “UN VESTIDO DE GODETS”
Buenas tardes, amigas, amigos, muchísimas gracias al Centro Artístico y Literario de Granada, a la Feria del Libro y a todas y todos por estar aquí. Que sea nuestra vida, y también nuestras obras, miradas desde arriba, como un mandala: vibrante, con intención de trascendencia, con esa capacidad de transmitir belleza y paz. Inicio la presentación del bellísimo libro de mi amiga Elvira Cámara con este deseo y con esta imagen que dejo bailando en vuestros oídos. Quiero acompañar el bautizo de esta obra que ha alumbrado la autora con tanta dedicación, segura de que será muy bien acogida en el paisaje de vuestras mentes. Deseo que este conjunto os muestre a vosotros −como a mí me enseñó al contar con el privilegio de leerlo antes de su publicación− ese interesante juego de fabulaciones y vivencias tan bien armonizado, ese prisma tallado con horas, capaz de reflejar la existencia desde otro ángulo. Porque creemos que el arte y la escritura nos salvan, nos iluminan, nos multiplican y nos hacen mejores, por eso justamente estamos hoy aquí, para compartir la alegría expansiva y esperanzadora que genera un nuevo libro, escrito desde la entrega y la sinceridad. El arte de escribir, aunque a veces se vista con ropas sencillas y cuente historias pequeñas y no hazañas, puede dar una dimensión renovada y profunda a todo ser humano que se deja raptar por su visión. Por eso seguimos necesitando historias que nos acompañen y nos ayuden a dilucidar nuestra turbia existencia. Y esto lo sabe muy bien Elvira. Ella busca contar algo que va más allá de su vida, algo que nace de una necesidad interior. Tal como dije en el prólogo de esta obra, que con tanto gusto escribí:
“UN VESTIDO DE GODETS es para disfrutarlo detenidamente, cada texto que lo conforma hay que saborearlo, olerlo, demorarse en su textura, dejar que se rompa como el fruto de la uva y que el sabor estalle en la boca. Es un conjunto que estimula nuestros cinco sentidos; que nos hace evocar sensaciones de la infancia, de la juventud, de otras épocas, de lugares lejanos. Aunque en ellos la imagen sea potente, y el color y la atmósfera plástica nos atrapen, yo destacaría la predominancia del gusto, del olfato, del tacto y del oído, que no siempre se han empleado -y aprovechado- con propiedad en la literatura, y que aquí ocupan un papel decisivo. Elvira Cámara enriquece nuestro tiempo con sus acercamientos de ojo-torre vigía, sabe avistar dónde estarán las historias, sabe encontrar en la cotidianidad las chispas del calor humano.
Imagino a Elvira tratando de ordenar el mundo en pequeñas gavetas de un escritorio antiguo; de impedir que se disipe lo que circula raudo por su mente o por las conversaciones que bullen entre las personas que la rodean; de retener en una página lo que se infiltra desde el pasado a través de la evocación o el sueño nocturno. También la contemplo dibujando un círculo con su mente, una línea para encerrar un instante, un recuerdo, un presentimiento, una estampa con vocación de perpetuidad, para que no se evaporen sobre la superficie de la vida las voces de su interior que quieren nombrarse. Todo tiene que quedar apresado vívidamente en los cajones del relato, en aquellos depósitos materiales de algo disperso.
Cada narración de este libro mantiene, en su burbuja, una trama que queda suspendida en nuestro pensamiento largo rato, todas ellas conforman un mundo etéreo y a la vez reconocible, al que podremos volver muchas veces más con cada relectura.
Esta sensibilidad para describir sensaciones la podemos encontrar en cuentos como Besos, Amor, Por unos carnosos labios, Un vestido de godets o Invierno en Ohio. También la autora se maneja con soltura en los diálogos -interiores o explícitos-, salpicándolos de veracidad, humor, naturalidad y picardía. Esto lo podemos comprobar claramente en Graciela, Coincidencias, Amigas de la infancia o Figurilla de Belén. Y, de todos los canales de percepción que Elvira despliega para nosotros, quizá sea el auditivo donde más se recrea rindiéndole un homenaje en los textos Concierto para fagot de Mozart y El concierto. Finales sorprendentes como el de Reencuentro, o Sobresaltado, no hacen sino afirmar la desenvoltura con que la escritora se maneja en este género. Otro elemento, muy bien integrado, es el uso de marcas comerciales para detallar y situar al lector en las particularidades de un objeto, y lejos de ser un recurso para dar ese toque contemporáneo y transgresor a una ficción, en la obra de Elvira, es como un timbre de agua sutil y personal. Esto se aprecia muy bien en el jocoso y tan bien resuelto Pandora.
Solacémonos con el estilo rozagante, culto y a la vez cálido de la autora. Permitamos que su fascinación por la búsqueda de la precisión lingüística, del equilibrio entre el contar y el sugerir nos guíe por todos esos mundos que ha rescatado para el goce de nuestros sentidos y de nuestra imaginación. Dejemos que este libro, junto a otros en la mesita de noche, forme una pirámide que nos sacie, tal como propone Elvira en Desayuno de domingo, y que su voz clara y precisa amplíe nuestra mirada".
Estos relatos basados en historias cercanas, cálidas, que confortan aquella necesidad de buscarnos y reflejarnos en otros; estos cuentos tan logrados, escritos por una mujer entregada a la enseñanza del idioma y a la traducción, nos encandilarán como un sol que se abre en un otoño revuelto todavía por los nubarrones de la pandemia, nos darán ese calor tan necesario.
Pero no quiero robar protagonismo a la autora que, seguro, desea contarnos muchos detalles o anécdotas del proceso de creación de este volumen. Y a través de algunas preguntas, iré colaborando para que Elvira pueda acercarnos un poco más al mundo de su obra.
(Preguntas y conversación)