lunes, 28 de noviembre de 2022

Reseña de "Sinfonía en rojo", de Elisabeth Mulder


CAUCE SOY

Sinfonía en rojo, de Elisabeth Mulder, editado de forma impecable por Tigres de papel en su colección Genialogías, es un libro honesto y de una fuerza arrebatadora.

Su poesía mezcla la tradición bíblica y religiosa con el modernismo y con una original teatralidad. Es auténtica y valiente. Late en ella un profundo deseo de volcar un mundo vivo sin desdibujar nada, trasladando toda la voluptuosa paleta de colores que posee.

Interesantísimos son sus juegos del yo, donde la autora mira con lupa cada sensación y sentimiento que experimenta. Se produce un continuo cuestionamiento de la identidad, un vivo sin vivir en mí, un extrañamiento de lo que somos. Los títulos ponen de manifiesto esta búsqueda y la exploración interna de la autora: “La máscara”, “En carne viva, “Variedad”, “Movilidad” o “La eterna inquietud” dan fe de ello.

“Que no me venga de afuera/ mi valiente colorido:/ que mi tonalidad extraña/ esté en mí/ y no en la luz que me baña”. Quizá sean estos versos, según mi parecer, la esencia del poemario. Como puede apreciarse, la voz poética desea que todo surja desde dentro, que en el territorio interior se mezcle el mundo.

Este libro juega claramente con la simbología del rojo: puede ser el color que describa un calvario, una hora del día −nocturna y estival−, “el rojo incensario de mi corazón”, la imagen de la luna roja “anémona de fuego”, un rosal “que un viento absurdo y peregrino/ sacó de cuajo de un camino”, el alma, o el destello de un rubí que “deslumbra lo mismo que una estrella”.

Elisabeth Mulder, en su poema “Obstinación”, reinterpreta el mito de Adán y Eva, dotándolo de nuevo significado (“pero el triunfo será la fruta:/ cuando madure la cogeré”); también lo revisa en “Deus me fecit”, donde afirma con arrojo: “Dios me hizo, mas Satán/ le dio a la carne fresca/ las locas convulsiones/ de la sierpe de Eva/ y me dejó por siempre deformada/ con un retorcimiento de culebra./ Mas, a pesar de todo, Dios me hizo,/ solamente por eso/ a veces me posee el hieratismo/ de las castas doncellas.” La autora se suma así a la estela de tantas autoras de la generación del cincuenta en adelante (Carmen Conde, Paca Aguirre, María Victoria Atencia…) que realizaron una lectura aguda, rebelde y crítica −a través de sus versos−, de la Biblia y la tradición clásica.

El cuerpo está muy presente en el proceso de creación, tan intensamente vivo, y dominando la narración poética, que parece que podemos tocar con nuestras manos al texto, sentir su temperatura, su pulso, sus palpitaciones. La poesía de Mulder transmite y emociona. Lo corporal adquiere además diferentes estados: es vapor, es fuego, es cauce, es vena henchida, o cambia como las estaciones del año, pero siempre regresa a la idea del Ser, a la autobservación, a ese analizar sus márgenes, sus mutaciones o, incluso, sus posibles vidas anteriores.

A medida que nos vamos familiarizando con la voz de Mulder, que vamos degustando los cambios de estructura que nos propone, a medida que nos dejamos llevar por su sinfonía intensa y arrebatadora, el poemario se define aún más y gana fuerza. Un torrente de voz nos arrastra, somos presa de su visión y agradecemos profundamente a la autora este verdadero viaje al diálogo con lo más instintivo y genuino de nuestro ser. Porque junto a ella podemos mirarnos en un espejo límpido. Y pasaremos por alto esa sutil incomodidad que le puede producir, a un lector de ahora, el uso de la rima o la adjetivación algo excesiva, ya que hay solidez y veracidad en todo el conjunto.

Cuánto debemos aprender de este espíritu suyo que interpela a la Vida, a la Poesía, al Dolor, a la Sombra. Ojalá las nuevas generaciones disfruten o hereden su pasión, su autenticidad y su deseo de búsqueda, y puedan afirmar: “Sed de infinito/ esta ansia de escapar de lo precito/ y este anhelo fatal/ de ir más allá del Bien/ y más allá del Mal...”

Recomiendo vivamente leer este libro que además cuenta con una entrevista a la autora realizada en 1947, un excelente prólogo de Pepa Merlo, un “pórtico” de María Luz Morales (escrito en 1929), un retrato y una fotografía de la autora en la época de la publicación del poemario. ¡Toda una joya!


Marina Tapia

Poema en el nº 14 del Boletín del Centro Artístico de Granada

Participo en el número 14 del Boletín del Centro Artístico con el poema “Abrigo bajo rocas”. La revista se presenta el miércoles, 30 de noviembre de 2022, a las 20’00 h., en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Granada. Un gusto formar parte de nuevo de esta histórica publicación.

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domingo, 20 de noviembre de 2022

Presentación de "Corteza" en la Biblioteca de Andalucía

    Buenas tardes, amigas y amigos. Muchísimas gracias por estar aquí acompañándonos en la presentación de Corteza, este libro tan personal que ha tenido la suerte de contar con el apoyo de las editoras del Envés, Concha Badía, Almudena Rubio, Pepa Merlo y Conchi Molina. Gracias también a la Biblioteca de Andalucía y, en especial, a Álvaro Salvador, prestigioso poeta al que me une nuestra mutua admiración por Rubén Darío y el haber compartido gratas conversaciones y eventos. Una vez más, como en la mayoría de las presentaciones, no tengo la suerte de contar con el apoyo de mi familia o con los amigos de mi infancia o juventud, ni con compañeros de estudios que me arropen, ni siquiera con conocidos de Chile. Toda mi familia vive o está lejos... vosotros, los amigos que tan gentilmente me acompañáis ahora, sois en realidad mi familia. Ser una extranjera que ha vivido además en varios lugares de España (Salamanca, Madrid, Granada) y que dentro de esta última ciudad -la que ya me atrevo a considerar mía- se ha arraigado en diferentes barrios y pueblos (Albaycín, Fuente Vaqueros, La Zubia), me ha llevado a experimentar una sensación continua de provisionalidad, de volver a formar un nido, de esforzarme mucho más que otros por cultivar una de las relaciones humanas que considero de las más hermosas: la amistad. Por ello, muchísimas gracias por acogerme, por mostrarme vuestro afecto, por estar conmigo hoy. Publicar y presentar un libro es muy importante para los que escribimos, es como un parto y un bautizo a la vez, es mostrar algo íntimo, exponerlo y regalarlo con la ilusión de que sea bien acogido.

Como os decía, este poemario es uno de los más personales y confesionales que he escrito. En él repaso de forma  concisa y simbólica, varios condicionantes de mi vida, de mi pasado. Pero tengo la confianza de que podréis sentiros reflejados en estos espejos-poemas que comparto con vosotros, ya que todos hemos vivido −de una u otra forma− la opresión ejercida por la sociedad de diversas maneras, todas y todos hemos buscado nuestra identidad, nuestra fuerza interior y hemos querido decir: “definitivamente me apodero/ de toda mi corteza,/de todo el territorio de mi vida”, o “incendiaré el terreno de los miedos/ y aquella languidez que ha descompuesto/ mi máquina de Hacer,/ su caldera de fuego y valor”.

Los textos de este libro, son menos dulces y mucho más duros que los de libros anteriores. La naturaleza, uno de los temas a los que más recurro e indago, aquí sólo está presente como sostén alegórico: el ser humano es ese árbol con una corteza vulnerable que busca elevarse, busca el sol y la luz, pero que inevitablemente está enraizado a una tierra que a veces siente áspera y ajena. La palabra ha buscado ser astilla, “puñalitos” como diría Lorca, dardo que se dirige a la diana de nuestros sentimientos de culpa, inconformismo, soledad o dolor. En ‘Corteza’, en su primera parte, se dibuja con decisión la figura de un padre simbólico (que puede ser la represión de la dictadura en la que crecí o crecisteis, pero también las estrictas observancias religiosas o simplemente el patriarcado). Ésta figura encarna la tutela asfixiante de la sociedad. Y, justamente, la transformación vendrá no sólo del interior y del deseo de romper lazos, llegará de la mano de nuestras hermanas o hermanos existenciales, de esos referentes luminosos que nos muestran el norte o nos dan su apoyo. Nuestra transformación puede nacer de esa misma sociedad en la que vivimos, no apartados de ella. Por eso, el poema que cierra el conjunto es un canto a las luchas colectivas, “estamos conectadas como una red de aljibes”, nos dice la voz poética. “Y así seguimos juntas repartiendo/ nuestra octavilla blanca de paloma/ y nuestra libertad de enredadera/ sobre este mudo asfalto”, recalca.

Y los referentes literarios que planean en el conjunto son las poetas y narradoras Gabriela Mistral, Adrienne Rich, Emilia Pardo Bazán, Ángela Figuera Aymerich, Emily Dickinson y dos buenas amigas escritoras, Ana Mañeru y María García Zambrano, a las que le dedico sendas piezas. Ellas, pero también otros autores, sirven de sustento, ya que la poesía no se construye desde el ensimismamiento, desde el yo como punto de partida, no, nace en el rico contexto de la tradición, de todo lo que otras y otros nos han legado. La poesía bebe de la genealogía.

No quiero dejar de agradecer −en este momento tan bonito y especial para mí− el amoroso e incondicional apoyo y la escucha atenta de mi pareja, Ángel Olgoso, que me ha acompañado en este tiempo de “ramas altas”, en esta segunda parte de mi vida (mucho más luminosa, pacífica y fructífera literariamente), así como a sus hermanas Carmen y Nieves que hoy están aquí.

Y con este poema, que retrata a una mujer, a Penélope, que ya no espera a otro sino a sí misma, os agradezco nuevamente vuestra presencia y atención, antes de dar paso a  Nahed Al Satli que nos deleitará con su música, que acompañará el recitado de algunos de mis poemas.


NUEVA PENÉLOPE

En el tiempo esencial de la espera, 

boceto los latidos,

imagino el temblor,

perfilo el aura.

Ensayo las palabras, la venia, la sonrisa

con la que aguardaré a la prometida, 

que llegará mañana hasta mi hogar. 


Aquella seré yo.        


¿Qué silueta tendré bajo la luz?

¿Cómo se expandirá el amor 

desde mi centro?


Buscaré nuevos retos acordes a mi fuerza.

Quizá mi porte sea el del bambú,

tan recio, tan sutil.


Quiero dormir cuidada por tu voz,

hermana del albor,

en este espacio fértil de la espera.











miércoles, 9 de noviembre de 2022

Reseña de "Un kilim de palabras" por Custodio Tejada

Reseña de "Un kilim de palabras" por Custodio Tejada en Todoliteratura.es.


“Realizado con papel procedente de bosques administrados de forma sostenible y 100% libre de cloro”. Escrito en clave femenina aspira a no ser una gota de agua más en el inmenso océano del activismo poético, sino que busca ser una voz propia con aroma de mujer. Un destello de revelación lo impregna todo. Marina entra, con este poemario, en el Linaje de las Matriarcas. Desde el principio nos deja claro cuáles son sus intenciones con un oxímoron abrupto: “De pronto desperté con la conciencia viva,/…/ para poder –con odio-/ hablar de amor” –susurra en la página 24. El poemario se nos presenta con una portada de colores cálidos y con aires arabescos que invitan a soñar con una alfombra mágica o con brocados. Su ilustración me recuerda, quizá por conexión intercromática, a las telas que cubren los cuerpos en los cuadros de Gustav Klimt. Un kilim es una alfombra oriental de colores vivos, escaso grosor y reducidas dimensiones que está decorada con motivos geométricos y que se teje con la técnica de tejido de hendidura. Marina Tapia, una poeta nacida en Valparaíso (Chile), pero incardinada en Granada, ondea como una bandera entre Elena Martín Vivaldi y Alejandra Pizarnik. Una poeta que escribe es también un cuerpo preñado del que nacen palabras que alumbran y tejen.

Si los libros son la lluvia, las reseñas son los charcos que deja esa lluvia en la mente lectora. Inercias de pensamiento que se convierten en bucles de opinión. Y leer una opinión lectora, lo mismo que leer un libro, es un viaje/intersección por el interior de otra persona en un instante preciso, una especie de selfi intertextual. Como diría Malraux: “Tengo siempre la impresión de que escribo para hombres (y mujeres) que me han de leer más adelante”.

Cuando un lector opina sobre un libro lo que hace es construir un discurso, plantea un viaje posible. Un lector siempre está en obras. Para Jean-Jacques Rousseau y su amigo Emilio la lectura nos hace “aprender mucho de lo que no se conoce” y nos convierte en unos presuntuosos ignorantes, incluso “el abuso de los libros acaba con la ciencia”. Hay reseñas que transforman la lectura de un libro, abren horizontes y ensanchan la mirada de un texto, y eso no es mérito tanto del crítico como del libro en cuestión. Ser un lector no redime de nada. Estoy en contra de ese supremacismo lector que nos venden como panacea de la humanidad o de las tertulias oficiales. Muchos genocidas fueron grandes lectores, Iosif Stalin por ejemplo. Ser un lector no es garantía de nada, aunque tu biblioteca tenga varios miles de ejemplares y los hayas leído todos. El ego de un lector es como la pintura de Goya: Saturno devorando a su hijo. Es cierto que la vida, leyendo, es mucho más intensa y consciente, incluso divertida. Pero hay que tener cuidado con las disonancias cognitivas que proyectan los libros y el arte en general, a veces nos inoculan una luz de gas sin que nos demos cuenta. ¿Al escribir qué es lo que realmente se pretende? Sabiendo que hay mucho en juego se podría pensar que todo escritor aspira a convertirse en materia literaria o hacerse mito, ya sea desde la ficción o la pura realidad. Los libros no son inofensivos, a veces los carga el diablo como a las armas. Son portadores de consciencia, y como tal, buscan expandir su escala de valores, bien sea por explosión o por implosión. Detrás de cada libro hay un código deontológico que no siempre está a la altura de la verdad que deseas. Un lector es siempre un iniciado, y el autor aspira siempre a ser el sumo sacerdote.

Le dice Wagner a Liszt en una carta: “A mí me atrae cada vez más de los grandes poetas lo que callan que lo que hablan. La grandeza de un poeta lo aprendo mucho más de sus silencios que de lo que dicen y por ello es Calderón para mí tan querido” –se transcribe en un artículo de Margarita Garbisu Buesa titulado El teatro de Calderón y el drama musical wagneriano. Leo un artículo de Infolibre firmado por David Gallardo donde el cantautor Paco Damas denuncia que “no hay mayor violencia de género que la ocultación de todas estas mujeres”, refiriéndose a Las Sinsombrero, a las mujeres invisibles del 27 y de la posguerra. En un artículo de Granada Hoy de Yolanda Ibáñez leemos que asegura la escritora Teresa Gómez, discípula del catedrático Juan Carlos Rodríguez (el importador de aquel espíritu de mayo del 68 francés a la Universidad de Granada y a la Poesía de la Experiencia) que está “convencida absolutamente del poder de la poesía”. Y que en La Otra Sentimentalidad “hubo un empeño por construir un lenguaje que deconstruyese el lenguaje anterior, que dotara de sentimientos nuevos a palabras viejas, a unas palabras heredadas que no nos gustaban a las nueva generaciones”. En El País Semanal de abril de 2017 un artículo de Olivia Muñoz-Rojas pregunta ¿Qué significa ser mujer y feminista en el siglo XXI? Nos muestra la imagen de Getty que viste una camiseta de Dior con una frase de la escritora Chimamanda Ngozi que se ha convertido en un símbolo y que dice: “We sould all be feminists”. Los pensamientos también se ponen de moda. “Decir amistad es decir entendimiento cabal, confianza rápida y larga memoria; es decir, fidelidad” –asegura Gabriela Mistral. Y eso es lo que hace Marina Tapia, ser fiel a un colectivo y a una poética que se encarna en su momento histórico.

Dice Josefina Martos Peregrín refiriéndose a Un Kilim de palabras de Marina Tapia que “el poemario es una maravilla que aúna reflexión, sentimiento y sabiduría literaria”, afirmación ésta que “sintetiza perfectamente la poética del libro”, según Ángel Olgoso. Luis Cerón Marín afirma en Todoliteratura que “todo está perfectamente hilvanado en este poemario, pues nada está dejado al azar”, “es un conglomerado poético nada arquetípico, sino muy singular”. Y Miguel Arnas Coronado publica en La página de los libros del diario Ideal que “un kilim es una estera o alfombrilla utilizada también, para la oración islámica. Y así está erigido el poemario, como trama o tejido de palabras, de frases, de imágenes, de versos”, “no se piense en un panfleto. No es poesía militante a secas. Es poesía…”.

Hay “ojos que juzgan y censuran”, cada día más, pero también hay ojos que se ponen en la piel del otro y hacen de la alteridad un hogar acogedor. Así son los ojos de Marina Tapia, “un poema transformado/ en cuerpo” oficiante. Abre el libro con una dedicatoria conjuro invocadora: “A mis maestras. A mis amigas poetas. A mi hija”. El poemario comienza con un poema súplica o sortilegio. Tiene cuatro partes. Preámbulo de voces con seis poemas. Fuente callada con tres poemas. Disonancias con otros tres y Tránsito al poema con quince fragmentos que podrían considerarse una poética-ensayo y una declaración de amor. Y aunque su “paz no es matemática,/ no se puede encerrar en un conjunto/ de citas y fórmulas”, sus dedicatorias y citas sí son toda una declaración de intenciones. Nombres que señalan un horizonte “como una feliz genealogía del valor”, de sus “hermanas, las Evas”. La parte “Preámbulo de voces” comienza con una cita de Safo: “… y a mis compañeras hermosos cantos cantaré yo ahora para alegrarlas…”. Las otras tres partes del poemario: Fuente callada, Disonancias y Tránsito al poema tienen citas de Olga Novo, Carmen Conde y Juana Castro respectivamente. Luego, muchos de sus poemas están dedicados a mujeres: A Concha Méndez, Ángela Figuera Aymerich, Elena Martín Vivaldi, Alejandra Pizarnik, Anna Ajmátova, Ángeles y Elena, su abuela enfermera... Otros se titulan con el nombre de autoras como Emily Dickinson, o tienen una cita de Ángeles Mora. Lo que dice mucho de sus querencias y herencias y de su itinerario lírico. ”Me hablan en secreto,/ desde citas y nanas me ruegan:/ que jamás olvidemos su lucha” –proclama en la página 20. Solo mujeres, una forma de reclamar su lugar en el canon de la poesía y en el mundo. Desde el principio nos deja claro cuáles son sus intenciones con un oxímoron abrupto: “De pronto desperté con la conciencia viva,/…/ para poder –con odio-/ hablar de amor” –susurra en la página 24. Un kilim de palabras es una urdimbre de significantes y significados que entrelazados con delicadeza forman una pieza tejido que nos envuelve con su música y su poética arterial. Sus versos dicen y callan, y con esos hilos de palabra y silencio, de mujer y justicia construye la poesía reivindicativa de este poemario.

Para Marina la inspiración es “un momento-tempestad”. La propia autora define este poemario como un “telar de versos”, pero también podríamos pensarlo como “golondrinas líquidas” o “un tejido líquido” o “un líquido de ideas” que se funde con la propia piel de Marina Tapia y Zygmunt Bauman. Marina Tapia entra, con este poemario, en el Linaje de las Matriarcas, ese grupo cada día más numeroso de mujeres contemporáneas que reivindican el papel de la mujer y su lucha feminista como poética y como temática, y que reclaman el lugar que le corresponden en el canon de la literatura en particular y de la historia en general. “La mujer lleva un ave en el bolso” –revela en la p. 34. Muchas luces y voces brillan en los versos de Marina. Hace referencia a una luz de gas/disonancia padecida de la que por fin ese hombre sale derrotado “con golpes y portazos” enfrentándose a “su máquina de fraude y saqueo” –exhala la poeta en la p 41 y 43.

Marina se siente portavoz, efigie de una lucha. “Nutro la libertad del pensamiento,/ descanso en un telar/ de voces anteriores que me guían.” –reza en la página 16, porque su poesía encierra algo de oración pagana, “con calidad sagrada”, que ansía “nombrar lo que ocurre” como fórmula exorcista. Por la garganta de la poeta cantan “un coro de mujeres golondrina” y giran “un corro de mujeres vela”. La voz musical de Marina, como una voz matrioska, contiene la voz de otras mujeres, de todas las mujeres ariadnas. Comienza con la dedicatoria inicial y continúa con un océano de expresiones que apuntan una poética: “lengua materna”, “cuerpo preñado”, “amamantas futuro”, las “Evas”. Sus poemas están llenos de palabras luz en sus distintas intensidades: candiles, brecha de luz, resplandor, ocaso, destellos, alumbra… “Y pese a todo, canto”: Un poema perfecto, o mejor aún, un poema exacto en medio de un libro excelente por la forma en que abrocha las dos premisas que vuelan en el libro: mujer y poesía. Ambas se funden en un destello maternal y creador. La poesía es femenina, igual que Inanna, la diosa sumeria del amor, de la guerra y del poder, con la que nos ofrece “una lírica divina y tan secreta”.

¿Y qué pretende Marina con la poesía? “No ahogaré la palabra/ -lo único que salva-“, “Las palabras me acercan a ti,/ red de arterias,/ único camino/ para poder verter/ copiosamente/ la sangre de mi voz” –canta en la página 42 y 56. Podríamos decir que Marina en este libro se convierte en la poeta de la “conciencia viva” y de la reivindicación feminista. Titula un poema “Soy vuestra voz”, y eso es lo que ha pretendido con este libro: Ser un vehículo portavoz, un karaoke lírico que intertextualiza con solo mencionar, que se expande contrayéndose, como un espasmo cósmico que se hace lenguaje sideral. Pretende y consigue que su yo poético se refiera también a un yo femenino, el de la mujer como colectivo, aunando así el registro de su voz con el eco de su época. ¿Qué es, por tanto, Un kilim de palabras? Es mucho más que un artefacto lírico, es “un pálpito irredento/ forjado enteramente de palabras” y de “resquicios de utopía”. El libro entero es una Matria que hace honor a su época y que os invito a que leáis, si es que mi opinión vale de algo en este mundo tan teledirigido, corporativo y mercantilista.