sábado, 28 de enero de 2023

Reseña de "Islario" por Miguel Arnas

Muchísimas gracias a mi querido amigo y escritor Miguel Arnas Coronado por esta breve reseña sobre "Islario" aparecida en La Página de los Libros, del diario Ideal:






Llegó un momento en el que Robinson Crusoe fue uno con su isla. Así, Marina Tapia. Ella, no solo se identifica, se hace una con esos paisajes, lugares, territorios que describe, sino que para hacerlo se sitúa tanto dentro como fuera. Pues no todo son islas. Hay también pueblos, asuntos, ciudades motivo de sus poemas. Desde las palabras y desde el corazón, desde sus entrañas toma todos esos asuntos y los convierte en lírica, en amor.

En verso libre y enormemente rítmico se resuelven esas seis partes en las que divide el poemario precedidas de citas diversas y cultas. Con una sensibilidad envidiable, nos ofrece hermosura en pocas palabras. El prologuista nos introduce sin desvelar, solo insinuando. Poemas necesarios.
Miguel Arnas

domingo, 22 de enero de 2023

Presentación de "La luz de las trincheras" en La Zubia

Ha sido un verdadero gusto poder participar en el acto tan emotivo de ayer en el Centro Carmen Jiménez de La Zubia. Os dejo las palabras que escribí con gran cariño para Alicia Choin Malagón y su libro “La luz de las trincheras” (Esdrújula, 2022).



Qué emocionante es poder compartir un libro que nos entusiasma y nos llega. El privilegio de escribir su prólogo, el participar en su presentación y en la alegría de alumbrar algo honesto e íntimo.

Escribir sobre otros poemarios es siempre un ejercicio de gratitud, un acto de compromiso con el momento en el que vivimos. Cuando se lee un libro que nos marca o nos acompaña, también nos leemos a nosotros mismos, dialogamos con un yo escondido, vemos en el espejo de esa voz cercana nuestro propio rostro, nuestro propio pensamiento modulando ideas que necesitábamos exponer a los otros. Y agradecemos a la escritora, o al escritor, que haya calmado esa intranquilidad vital que quería revelarse, ese desasosiego profundo, esa pulsión mayéutica que busca respuestas.

Alicia Choin, en su último volumen, que presentamos hoy en el Centro Carmen Jiménez de La Zubia, encierra las reflexiones y los análisis colectivos, acopia nuestras voces dispersas, esboza en un fresco −desde varios ángulos y planos, al modo cubista− las aristas de nuestro tiempo.

Como seres humanos huérfanos de escuelas, de ideas y de generaciones que nos agrupen, necesitamos sentirnos unidos, siquiera en una voz que responda ante las barbaries que hieren el mundo. Nos urge elaborar una respuesta ante la sinrazón; por eso, las palabras y poemas de Alicia, su canto hermano y generoso (que se pone en la piel de los lastimados, de los maltratados por diversos conflictos a lo largo de la historia de la humanidad), su modulación equilibrada, sus preguntas oportunas, nos reconcilian.

Este libro es una contestación frente al dolor de un tiempo de reinventados despotismos, de indolencia social. Reunámonos junto al calor de esta obra clara, cercana y humilde, emergiendo de esa luz esperanzadora que puede elevarse en las trincheras. Qué alegría sencilla la de celebrar con este poemario, en el calor de su comunidad, del pueblo de sus padres, de su pueblo, qué gozo el declarar −de forma colectiva − nuestro profundo deseo de paz y concordia.

Y podemos ver en este conjunto, en su esqueleto, la poesía social, desarraigada y contestataria de Ángela Figuera Aymerich, de Gabriel Celaya, de Blas de Otero, de José Hierro o de Paca Aguirre y de tantas otras y otros, una poesía que se compromete con los hechos que están aconteciendo, insuflándoles vuelo, análisis y hondura. Los textos que se escriben en una época suelen ser el termómetro de la temperatura de nuestros valores, suelen reflejar los ideales de la sociedad, sus búsquedas y anhelos.

Congreguémonos junto al fuego de esta luz literaria, de este libro que se rebela ante el sinsentido de la guerra de pueblos hermanos y, junto a Alicia Choin, la autora de este clamor colectivo, que valientemente entronca con una tradición de mujeres que se alzan por la paz y la justicia, aproximémonos a la hoguera de la razón, de la delicadeza, de la sensibilidad y, por qué no decirlo, de lo más honroso de nuestra especie.

Marina Tapia




domingo, 15 de enero de 2023

El Diario Sexitano de Almuñécar se hace eco de la exposición "Pinceladas de interior", de Pamela Pérez Bernal. Cuelgo aquí el texto que leí en la inauguración.




PINCELADAS DE UNA VIDA


    Abrir el bolso de mi madre, y encontrar un pequeño martillo y tachuelas para tensar los lienzos, o salirme al encuentro barras de carboncillo envueltas en papel de estraza. Entrar en casa y recibirte el penetrante olor de la cola de conejo, a trementina, a pigmentos mezclados con diversos diluyentes que, sobre la paleta o en frasquitos, despedían intensos compases. Y ver en la cocina los delantales colgando de su percha, manchados por igual de aceites de comidas y de óleos. Estudiar en la sala del planchado que se había convertido en sala de pintura, con sus caballetes, sus bastidores, sus mesitas abarrotadas de bocetos y de vísceras de tubos de pintura abiertos como peces. Acompañar a mi madre a la escuela de Bellas Artes de Valparaíso y pasear sin asombro ante cuerpos desnudos que posaban, y transitar mi escucha por acaloradas conversaciones sobre el papel del arte. Ir a buscar al kiosko de la esquina los libros que teníamos encargados de pintores, pasar las tardes con ellos, navegando bajo las brumas de Turner, en los estanques de Monet, o en los espejos de Sorolla. Ser copiloto de las expediciones a pie por diversos enclaves naturales de Arica en busca de bocetos para cuadros. Visitar los estrambóticos estudios de los pintores amigos de mi madre, pasear entre rarísimas esculturas, instalaciones y cuadros matéricos con total naturalidad. Estas estampas de mi infancia y juventud me acompañan todavía, nutren mi memoria, me dieron y me dan ese marco de familiaridad con la libertad y el arte. Y vienen de la mano de la mano de esta artista que expone aquí hoy una muestra de su largo recorrido por la plástica, esta creadora que me ha dado, además de la vida, su legado de pasión por desarrollar todo el potencial que una lleva dentro.

    Os invito a mirar con detenimiento cada uno de sus trabajos, a prestar atención a su mundo tan único y rico, tan lleno de ese color vibrante que aúna el de nuestro Valparaíso natal con el de esta costa tropical, de esta luminosa Almuñécar que tan bien la ha acogido. Tierra en la que residen tantos pintores que, como ella, se bañan en las aguas de ritmos pausados y en ese manto de cálida luz, elementos tan beneficiosos para desarrollar un proyecto creativo.

    En esta muestra encontrareis autenticidad, valor y compromiso en la realización de un arte que no intenta complacer o amoldarse a una corriente particular ni a los gustos estéticos de esta época. Veréis una interpretación única de la naturaleza y del retrato, disfrutareis con la vibración de su pincelada. Es cierto que toda una vida no se puede resumir en un conjunto de cuadros, pero sí puede reflejar −de alguna manera− la intensa búsqueda de, como se diría en poesía, “una voz propia”. He sido testigo de diferentes etapas, del uso de distintos materiales, de gran parte de su carrera y, por ello, puedo asegurar que no se alumbra un universo propio de un día para otro, en pocos años, que sólo es posible el milagro del “estilo” tras muchos desvelos, tras muchos tanteos, tras muchos apuntes del natural, bocetos, reelaboraciones de cuadros antiguos y, en resumen, un enorme trabajo.

    Creo que lo más característico de su obra es el color que utiliza, esos tonos intensos, esas atrevidas mezclas, esas vibrantes degradaciones. En él está encerrado parte de su espíritu: su vitalidad y la intensidad de las emociones.

    Espero que estas sencillas palabras, además de retratar el respeto y el cariño por ella y su arte, os animen a contemplar cada pintura de esta exposición con los ojos del asombro, con esos ojos llenos de niñez deslumbrada con la que ella sigue viendo el mundo.


Marina Tapia


Entrevista en Lumbre, por Cristina Zarca

 

ENTREVISTA DE CRISTINA ZARCA

Una pregunta obligada. ¿Desde cuándo escribes poesía y qué es poesía para ti?
Escribo poesía desde muy pronto, desde los ocho años. Recuerdo exactamente los primeros poemas que apunté en un cuaderno de tapas anaranjadas, uno estaba dedicado al mar, otro a la poeta Gabriela Mistral. Tuve la suerte de crecer rodeada de libros. En mi entorno y en mi familia, el gusto por la poesía y el arte siempre estuvo presente; también por la lectura y por la memorización de textos. Todo esto me influyó y desde muy pronto comencé a volcar lo que sentía y observaba. 
Versar sobre mis impresiones era algo natural, espontáneo; tanto mi padre como mi madre lo hacían, así que siempre fue parte de ese lenguaje común y familiar. Es difícil definir todo lo que ha significado la poesía en mi vida, puedo resumirlo en que ha sido una especie de compañera, de confidente que ha enriquecido mi trayecto existencial. Y he compuesto bastante metapoesía a lo largo de los diez libros publicados: en ellos están mis múltiples intentos de comunicar esta pasión. Por ejemplo, en “Un kilim de palabras” hay un apartado entero (“Tránsito al poema”) donde dialogo con la poesía materializada como mujer.

Eres una mujer de varias facetas artísticas. ¿En cuál de ellas te sientes más cómoda?
En general, me siento con más seguridad y soltura escribiendo. La poesía es la forma de comunicación más natural para mí, aunque también disfruto de las demás, cada una requiere su momento, su etapa. Necesito tener un anhelo creativo en mente, trabajar en torno a una idea concreta; por ello, voy embarcándome en diferentes proyectos, a veces son pictóricos, otros son de escritura o tienen que ver con los títeres. Me reconforta estar ocupada, me da “vidilla” y me llena de ilusión.

Parte de tu poesía es reivindicativa, sobre todo contra las dictaduras, sin duda eres una mujer que vive su tiempo. ¿Sueles escribir poesía social o política por norma?
Creo que he tocado diferentes temas en cada uno de mis libros y, por supuesto, también he tocado en ocasiones la poesía social, como tú dices. Pero siento que ya el solo hecho de escribir, de hacer arte, de pensar otras posibilidades, de repensar el mundo es un acto de reivindicación en sí mismo. Hay muchas maneras de contestar a los sistemas creados, lo importante es no permanecer adormecidos. 
Ya el arte se nos ofrece como una eficaz respuesta ante cualquier forma de opresión. En cualquier caso, pienso que la poesía social es muy difícil de fijar sobre el papel y alcanzar con ella la excelencia poética. A mi parecer, sólo contados autores lo han logrado (Miguel Hernández, Ángela Figuera Aymerich, León Felipe o Adrienne Rich).

He notado que dentro de tu poesía entra cierto misticismo. ¿Me equivoco si digo que eres una persona de profundas convicciones religiosas?
La verdad es que no soy religiosa. Quizá te haya dado esa impresión el que, en uno de mi últimos libros, “Bosque y silencio”, he tratado de transmitir cierto misticismo, que está presente ahí más como sintoísmo (ese culto y comunión con la naturaleza, a la que siento como una especie de diosa, de algo más grande que nosotros). Toda mi religión consiste en serenarme mirando el paisaje, en acallar mis voces interiores, en reponerme y pedir fuerzas para superar los problemas en esa especie de templo laico que son los bosques, llenos además de inadvertidos tesoros colectivos.

Hay una cita en tu poemario “Corteza” que dice así: Para vivir en tierra/ no me vale tu cielo. ¿A qué clase de cielo te refieres en concreto?
Me refiero al cielo dictatorial que todos hemos estudiado en el antiguo testamento, el de nuestra educación religiosa obligatoria y que representa, junto al infierno, premio o castigo de un supuesto dios que juzga de una manera infantil y simplificadora.

Escribes sobre la muerte y el amor, todo en uno, ¿Te preocupa la muerte? ¿Es un tema al igual que el amor que te atrae como fuente de inspiración?
En general escribo muy poco acerca de la muerte. Creo que es en “Corteza” −el libro más duro de los que he escrito− en el que está un poco más presente. Por lo general, mi poesía está más ligada a la celebración de la vida, al canto del paisaje que nos circunda, al erotismo, al lenguaje y a la reivindicación social, a la belleza de lo sencillo. Pero creo que el tándem muerte y amor es muy sugestivo y a la vez exacto, ya que somos parte de un ciclo de nacimiento y extinción, órbitas conectadas con los demás seres humanos y con el entorno; así que lo más natural es que el amor también refleje estas fluctuaciones, que no sea eterno, que se transforme.

¿Te llama la atención otras teologías aparte de la cristiana?
Como te comentaba antes, me atrae el sintoísmo, el panteísmo, así como algunos preceptos budistas; pero no tengo “madera religiosa”: mi espíritu es demasiado libre, no valgo para cumplir mandamientos, me gusta discrepar, reconocerme en la mente que se sigue haciendo preguntas y no se “casa” con nada.

En otro de tus poemarios, “Bosque y silencio”, escribes una breve poesía de título “Duda” donde dices: “¿Quién me verá con esos ojos limpios del amor?” ¿Te preocupa lo que puedan decir de ti una vez muerta?
Ese poema quiere esconder un misterio que creo bastante interesante, el ser vista con la exactitud adecuada por los otros. La verdad es que no me preocupa lo que pase después de que no esté, no podré enterarme de todos modos. Bromas aparte, la preocupación que planteo es acerca de que si lo que proyectamos de nosotros es fidedigno. En todo caso, en este texto manifiesto el deseo de ser observada con cierto beneplácito, como con los ojos compasivos que da el estado de enamoramiento. Quizás porque yo siempre miro así a los demás… y deseo lo mismo para conmigo.

En uno de tus versos dejas caer la impresión, por otra parte certera, de que estamos mutilando la naturaleza. ¿Te preocupa este tema? ¿Sueles abordarlo con frecuencia?
Es uno de los temas que más me preocupan, Cristina, y está muy presente en mi trabajo poético. He tratado la naturaleza en una especie de trilogía que conformarían los poemarios “Marjales de interior”, “Jardín imposible” y “Bosque y silencio”. Y lógicamente he abordado el saqueo humano al planeta en textos como “Contra el hombre” o “Feroz necesidad”. Tiene que ser posible una armonía entre el desarrollo económico y el cuidado de nuestro entorno natural, de hecho hay países donde la preservación del medio ambiente es de vital importancia. Ojalá poco a poco en España se hagan políticas reales, no solo proyectos o declaraciones de buenas intenciones. Cioran decía “el hombre mancilla todo lo que ha creado. Por fortuna quedan algunos árboles, sobre los cuales no puede nada todavía”. En general, el problema de la humanidad es la codicia y la falta de valores, y esto afecta, lamentablemente, a la naturaleza, a nuestro único y verdadero hogar.

En tu poemario “Corteza” nos hablas de paz y de certezas. Según tu opinión ¿cuál es realmente esa certeza que nos asola y cuál la que nos da la paz?
La certeza más grande, según mi parecer, es que somos individuos sociales, imbricados en una comunidad. Se dice que son tiempos donde reina el individualismo, el afán por satisfacer cada uno de nuestros deseos, sin importar si esto afecta a otros. Me gusta imaginar que durante la pandemia muchos han meditado sobre la importancia de la colectividad, acerca del valor de los afectos y el apoyo hacia otros. Creo que justamente esta certeza nos puede dar la paz que necesitamos, la paz de saber que nos podemos unir para enfrentarnos a las adversidades, a las tiranías, a los conflictos armados: “Paz. No sólo aquél antónimo de guerra./ Paz de mujer. Trozo de pan/ que siempre ha sido nuestro./ Colmena que en la mente/ transforma cada celda del pensar.”. O este otro ejemplo en “Verbo que sobrevive”: “Estamos conectadas como una red de aljibes,/ un engranaje anclado en los afectos”.

Según tu impresión ¿El ser humano necesita el silencio para concentrarse y hallar respuestas?
Claro que sí, vivimos en una sociedad de lo inmediato, de la prisa, de lo desechable, de la facilidad. Estar en silencio, aunque sea un ratito cada día, aquieta esa aceleración que vamos absorbiendo y generando. Y el silencio en medio de la naturaleza es más enriquecedor aún. Podemos oír sonidos sutiles (pájaros, ardillas, chicharras, pinaza, ramas, brisa) que pueden calmarnos como una canción de cuna. Y más que hallar respuestas sobre lo que nos ocurre, necesitamos volver a un estado de humildad, de saber que somos insignificantes en medio del universo, y que debemos cuidar toda esa vida que nos rodea de una forma más consciente. Como decía Virginia Woolf, “no hay prisa. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser nadie salvo uno mismo”; o Jules Renard, “pensar, buscar claridades en un bosque”. Son recomendaciones excelentes ¿no crees?

Afirmas con rotundidad Soy poeta. En este país y sobre todo en esta ciudad como Granada que mucha gente dice ser poeta, pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre un poeta auténtico y otro que no lo es?
Pienso que todas las personas tienen su camino de búsqueda, su perfeccionamiento de lo que hacen. No podría emitir un juicio tan definitivo sobre otras personas, decir si son o no poetas. En mi caso es un sentir auténtico, un compromiso de por vida, un amor incondicional por el lenguaje y por la lectura. Al decir “soy poeta” reivindicaba esta palabra para las mujeres, ya que muchas veces se ha usado el poetisa para menospreciar el trabajo lírico de las escritoras. De todas maneras, creo que cada ser humano sabe quién es en el fondo, y una manera de descubrir quiénes somos es a través del ejercicio del arte.

¿No piensas que la poesía hoy está saturada de poetas que dicen serlo con demasiada facilidad?
Es posible que existan personas que creen que la poesía es lo que primero se les viene a la cabeza, que no pulen el texto, que no se desvelen pensando cuál es la palabra exacta o cuál no romperá el ritmo. Me imagino que hay muchísimos escritores sin oficio porque piensan que la poesía es fácil, simples desahogos sentimentales sin destilar, o acomodar líneas en forma de verso. Mas, como te comentaba en la anterior respuesta, no soy quién para juzgar lo que hacen otros. Sólo sé decirte que busco transmitir a los demás un mensaje profundo, trascendente y universal a través de las palabras; y que el lenguaje sea bello, preciso, novedoso y con un ritmo y una musicalidad envolvente. Siempre estoy en ello, y me entrego con gusto a las exigencias del texto.

Siguiendo con la poesía, pienso que está denostada por unos y acaso sobrevalorada por otros. ¿A qué crees que se debe esta circunstancia?
Al desconocimiento de textos brillantes y magistrales que se han escrito a lo largo de los tiempos. Lamentablemente se imparte muy poca poesía en los colegios e institutos, y quizá no siempre la adecuada a cada edad. Por desgracia, el género que más se lee y se publicita es la novela. Todo esto no ayuda a darle a la lírica el lugar que merece, y que tuvo en el principio del lenguaje, cuando la oralidad −y la poesía− era una parte fundamental de la comunicación. También el teatro y la narrativa son interesantes siempre que se realicen a conciencia. De todas formas, he intentado poner mi humilde granito de arena transmitiendo el amor por la poesía a través de charlas, de talleres, de recitales y de puestas en escena por diversos centros educativos, culturales y sociales, por bibliotecas, etc.

¿Cuál es tu tema preferido, o al que sueles recurrir con más frecuencia?
Creo que he tratado todos los temas fundamentales de la escritura: amor (en “El deleite”), muerte, dolor, paisaje (en “Islario”), melancolía, esperanza, pasión (en “El relámpago en la habitación”), naturaleza (en “Marjales de interior” y “Bosque y silencio”), compromiso social (en “50 mujeres desnudas”, “Corteza” y “Un kilim de palabras)... En general, en cada poemario he desarrollado una temática y con todas me he sentido cómoda. Pero es verdad que hay una a la que vuelvo de forma recurrente, es al paisaje (incluso acercándome al herbario fantástico en “Jardín imposible”). 
Hablando en términos pictóricos, yo sería una paisajista que trata de captar “esos cambios milimétricos” que dan el paso de las horas y el tiempo sobre un lugar. Sería una impresionista que intenta reflejar la emoción escondida en los árboles, en los caminos de tierra, en los volúmenes de las montañas… sabiendo que aunque parecen elementos distantes y diferentes al hombre, en ellos también está la esencia de nuestra especie. Y afirmo junto a Eduardo Lizalde “Era clorofila y no sangre lo que corría por las venas del verdadero Adán”.

¿Qué te ha dado la poesía que no te ha dado otra forma de arte?
Me ha dado la música de la palabras, los ritmos del lenguaje, la compañía de los versos cuando se dicen en alto y parece que todo el espacio se llena de ellos, que las palabras te abrazan, te calman, te curan. La belleza de definir matices, sensaciones mínimas, de poder captarlas a través de la poesía, de que queden fijados momentos que de otra forma se perderían. Por poemas, míos y de otros, recuerdo vivamente hechos que me ocurrieron hace tanto tiempo… Casi magia.

Y pasando a otro tema, ¿qué diferencia sustancial encuentras entre tu país, Chile, y España?
Siendo sincera, siento que los dos son mis países, en ambos he vivido experiencias importantes de mi vida, y he pasado además el mismo número de años en cada uno. Aunque preferiría decir que soy una ciudadana del mundo, cómo no. Creo que rescataría de cada uno algunos aspectos que considero valiosos: de Chile, el espíritu creativo de la gente, su manera de reinventarse, de lanzarse al mundo (lo que llamamos “patiperrear”), de solucionar los problemas de una forma inusual y lúdica, y su amor por la poesía; de España, la alegría y lo que podríamos llamar “espíritu mediterráneo”, el disfrutar intensamente cada momento, su riqueza gastronómica y paisajista que siempre me ha enamorado. También sus tesoros culturales o su envidiable red de bibliotecas públicas.

Y para terminar… ¿Regresarías a tu patria algún día definitivamente o aquí ya has encontrado tu lugar?
Tengo un espíritu muy aventurero, así que no podría asegurar que un día no nos traslademos a Valparaíso para vivir allí o pasar una temporada (como a cualquier otra parte del mundo, ya que me encanta aprender todo lo que nos dan otros lugares). Pero, ahora mismo, te puedo decir que aquí tengo mi lugar, en Granada y con mi pareja.

Gracias de mi parte y de la revista Lumbre a Marina Tapia, que tan amablemente se presta a contestar mis preguntas.
Cristina Zarca



viernes, 13 de enero de 2023

En ideal el Taller de Poesía de Huétor Vega

Agradecida por el eco que se ha hecho el diario Ideal Taller de Poesía que he comenzado a impartir en la Biblioteca Ángel Ganivet de Huétor Vega.





lunes, 9 de enero de 2023

En la Ludoteca y la Biblioteca de La Zubia

Estos meses de octubre, noviembre y diciembre de 2022 he podido realizar y colaborar en la Ludoteca y en la Biblioteca de La Zubia. Mi trabajo ha estado enfocado al desarrollo de la creatividad infantil plástica y literaria (elaboración de una obra teatral navideña, confección de títeres, cuentacuentos participativo, kamichibai, técnicas pictóricas, etc.). Gracias al Ayuntamiento y a su Área de Cultura por contar conmigo, a Rosa Gamero, Jacinta y Alejandro. Os dejo con una selección de fotos de distintos momentos.