Con la ilusión de que os acompañen en estos momentos de reclusión, comparto algunos poemas del libro que está a punto de salir, Jardín imposible, que tuvo la suerte de ganar en Baena -el año pasado- el Premio Nacional de Poesía “Luis Carrillo de Sotomayor”.
En esta primera entrega, he seleccionado varios en los que predominan elementos fantásticos.
Las ilustraciones son obra del amigo patafísico Guillermo Rodríguez de Lema.
En esta primera entrega, he seleccionado varios en los que predominan elementos fantásticos.
Las ilustraciones son obra del amigo patafísico Guillermo Rodríguez de Lema.
Catus nephrolepis
A mi hermana Gloria
Me cuidarás cuando yo enferme,
rozarás mis tobillos,
ronronearás tan manso
como el follaje del abeto,
y alargaré mi mano -ya cansada-
a tu pelaje verde.
Felino que nació en una maceta,
con timidez de pétalo,
oliendo a abono fresco y a verano,
a tréboles y a pastos
para mi soledad que fue tan larga,
para mi semillero de preguntas.
Saltas a mi regazo, te acomodas,
cola de enroscada suavidad,
y yo acaricio
la hoja de tu oreja que busca la humedad,
el sol que zigzaguea entre la parra.
Tu cuerpo, que se cubre de rocío,
domina el verbo exacto del aprecio
y guarda mis costumbres en sus ojos,
conoce el estribillo de mis pasos,
discierne cuándo salir u ocultarse
(si alguien me visita),
sabe beber el agua subterránea
con su lengua rizoma,
con sus patas raíces.
Presiento fragancias de macizos,
de heno recién cortado
en la clorofila de tus venas.
No te marchites nunca, no decaigas,
te velaré con esta gratitud
que tanto se parece a la hermandad.
***
LOS PASOS DEL HOMBRE-ALGA
Sales del mar
despacio,
enredando lascas del edén
(que guardan con recelo los abismos).
Tu hermosura viscosa,
tu torso de sargazos,
los ondulados luches de tu pelo,
y esa boca-carola,
me arrastran en magnético silencio.
Llegas al territorio de los hombres,
a esta playa escondida,
llegas
verde verdad,
pincoy de las corrientes
para mis ojos ávidos de ensueño.
Quién dijera
que no tienes dos brazos de seducción,
que no guarda tu voz
un acento cimbreante
capaz de enloquecer…
Vivacidad te llamas,
salínica bravura.
Alguna vez fui ola, lo sé
porque recuerdo
aguadas transparencias y recodos,
la sal entre la piedra encallecida.
En medio del paisaje que te acoge
pierdo definición.
Seré junto a tu cuerpo
vida que conjuga:
halo,
sugerencia
y realidad.
Sales del mar
despacio,
enredando lascas del edén
(que guardan con recelo los abismos).
Tu hermosura viscosa,
tu torso de sargazos,
los ondulados luches de tu pelo,
y esa boca-carola,
me arrastran en magnético silencio.
Llegas al territorio de los hombres,
a esta playa escondida,
llegas
verde verdad,
pincoy de las corrientes
para mis ojos ávidos de ensueño.
Quién dijera
que no tienes dos brazos de seducción,
que no guarda tu voz
un acento cimbreante
capaz de enloquecer…
Vivacidad te llamas,
salínica bravura.
Alguna vez fui ola, lo sé
porque recuerdo
aguadas transparencias y recodos,
la sal entre la piedra encallecida.
En medio del paisaje que te acoge
pierdo definición.
Seré junto a tu cuerpo
vida que conjuga:
halo,
sugerencia
y realidad.
***
*Este poema parte de la premisa de un mundo sin bosques. Para encontrar los antiguos emplazamientos, hay que valerse de una brújula muy especial, capaz de localizar y de recrear las sensaciones que se experimentaban originalmente en un bosque.
BRÚJULA-BOSCARIO
“Los tesoros del mundo susurran en voz baja su deseo de ser encontrados”
Mario Satz
Extendemos los mapas,
insomnes
abrimos el crepúsculo, la bruma
para buscar los bosques y las junglas
que una vez fueron,
pinares,
laurisilvas,
sotos nubosos
(como el hocico caliente de un animal),
florestas encantadas,
sagrados laberintos de verdor.
Ahora
que todas las selvas se extinguieron,
que los anillos de crecimiento
dejaron de engrosarse,
hollamos paralelos y meridianos
bajo tormentas, sobre ríos secos,
ante quebradas, contra tornados,
soñando aquel rebrote milenario
del árbol de las llamas o del ciprés azul.
La aguja del boscario
vibra como llama de liturgia,
sus manecillas múltiples despliegan
preguntas y promesas.
Exultación.
La lluvia ha despertado,
con símbolos acuosos,
un ansia de empaparme del pasado.
Bajo los pies,
sustratos,
vestigios de la tierra,
edades que han fundido lo que corre.
¿Cuánta certeza habrá en cada tronco,
cuánto tiempo ceñido en una esquirla,
en cualquier filamento?
¿Cómo serán sus vainas y resinas?
¿Qué sentiré bajo sus copas?
¿Ha de gemir la brisa
al rodear su frontera?
¿Apagará el paisaje mi nostalgia?
Al encontrar un punto incandescente,
la brújula-boscario,
proyecta sobre el aire
cada árbol,
cada ave,
cada olor,
cada germinación
extinta,
y vuelve aquel latido que asalta y sobrecoge
y azota nuestra córnea
y algo en nuestro ser se amplía
y lianas y bejucos
y rocas como dejadas por gigantes.
hollamos paralelos y meridianos
bajo tormentas, sobre ríos secos,
ante quebradas, contra tornados,
soñando aquel rebrote milenario
del árbol de las llamas o del ciprés azul.
La aguja del boscario
vibra como llama de liturgia,
sus manecillas múltiples despliegan
preguntas y promesas.
Exultación.
La lluvia ha despertado,
con símbolos acuosos,
un ansia de empaparme del pasado.
Bajo los pies,
sustratos,
vestigios de la tierra,
edades que han fundido lo que corre.
¿Cuánta certeza habrá en cada tronco,
cuánto tiempo ceñido en una esquirla,
en cualquier filamento?
¿Cómo serán sus vainas y resinas?
¿Qué sentiré bajo sus copas?
¿Ha de gemir la brisa
al rodear su frontera?
¿Apagará el paisaje mi nostalgia?
Al encontrar un punto incandescente,
la brújula-boscario,
proyecta sobre el aire
cada árbol,
cada ave,
cada olor,
cada germinación
extinta,
y vuelve aquel latido que asalta y sobrecoge
y azota nuestra córnea
y algo en nuestro ser se amplía
y lianas y bejucos
y rocas como dejadas por gigantes.
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