Hoy quiero compartir dos prosas poéticas del libro Jardín imposible, donde doy voz a la propia planta. En el primero un alga marina de las costas de Chile llamada cochayuyo, y en la segunda una planta de invernadero destinada a la ornamentación banal de hoteles y espacios artificiales. Espero que os guste esta nueva entrega. Las ilustraciones son obra de Guillermo Rodríguez de Lema Blanco.
COCHAYUYO
Durvillaea antárctica
Yo sé que he sido libre, por más que se empecinen las mareas del mar en conducirme hacia los hombres. Soy hija de un albor profundo, vestida algunas veces de reflejo, de pardo ofrecimiento, de vedeja. Crecí en la resistencia del que sabe, sin ver, lo que amanece en su interior.
Yo sé que he sido pez.
PALABRAS DE UNA FLOR ORNAMENTAL
Me han contagiado ya su fingimiento, me cercan sus abonos pestilentes. Ya vivo como ellos, pero muero. Recuerdo mi frescura, la luz que fue buscando mi peciolo, ese crecer salvaje, lejos del enrejado. Soñaba con raíces sin fronteras, con la mirada atenta del insecto, de un sol especular. No quiero conjugar la complacencia, el plástico que tensa y envilece. Ay, tierra, ¿por qué no me conduces a tu edén, al huerto de los salmos?
Sudario vegetal. Me atrapa un devenir que no florece.
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