Ha sido un verdadero gusto poder participar en el acto tan emotivo de ayer en el Centro Carmen Jiménez de La Zubia. Os dejo las palabras que escribí con gran cariño para Alicia Choin Malagón y su libro “La luz de las trincheras” (Esdrújula, 2022).
Qué emocionante es poder compartir un libro que nos entusiasma y nos llega. El privilegio de escribir su prólogo, el participar en su presentación y en la alegría de alumbrar algo honesto e íntimo.
Escribir sobre otros poemarios es siempre un ejercicio de gratitud, un acto de compromiso con el momento en el que vivimos. Cuando se lee un libro que nos marca o nos acompaña, también nos leemos a nosotros mismos, dialogamos con un yo escondido, vemos en el espejo de esa voz cercana nuestro propio rostro, nuestro propio pensamiento modulando ideas que necesitábamos exponer a los otros. Y agradecemos a la escritora, o al escritor, que haya calmado esa intranquilidad vital que quería revelarse, ese desasosiego profundo, esa pulsión mayéutica que busca respuestas.
Alicia Choin, en su último volumen, que presentamos hoy en el Centro Carmen Jiménez de La Zubia, encierra las reflexiones y los análisis colectivos, acopia nuestras voces dispersas, esboza en un fresco −desde varios ángulos y planos, al modo cubista− las aristas de nuestro tiempo.
Como seres humanos huérfanos de escuelas, de ideas y de generaciones que nos agrupen, necesitamos sentirnos unidos, siquiera en una voz que responda ante las barbaries que hieren el mundo. Nos urge elaborar una respuesta ante la sinrazón; por eso, las palabras y poemas de Alicia, su canto hermano y generoso (que se pone en la piel de los lastimados, de los maltratados por diversos conflictos a lo largo de la historia de la humanidad), su modulación equilibrada, sus preguntas oportunas, nos reconcilian.
Este libro es una contestación frente al dolor de un tiempo de reinventados despotismos, de indolencia social. Reunámonos junto al calor de esta obra clara, cercana y humilde, emergiendo de esa luz esperanzadora que puede elevarse en las trincheras. Qué alegría sencilla la de celebrar con este poemario, en el calor de su comunidad, del pueblo de sus padres, de su pueblo, qué gozo el declarar −de forma colectiva − nuestro profundo deseo de paz y concordia.
Y podemos ver en este conjunto, en su esqueleto, la poesía social, desarraigada y contestataria de Ángela Figuera Aymerich, de Gabriel Celaya, de Blas de Otero, de José Hierro o de Paca Aguirre y de tantas otras y otros, una poesía que se compromete con los hechos que están aconteciendo, insuflándoles vuelo, análisis y hondura. Los textos que se escriben en una época suelen ser el termómetro de la temperatura de nuestros valores, suelen reflejar los ideales de la sociedad, sus búsquedas y anhelos.
Congreguémonos junto al fuego de esta luz literaria, de este libro que se rebela ante el sinsentido de la guerra de pueblos hermanos y, junto a Alicia Choin, la autora de este clamor colectivo, que valientemente entronca con una tradición de mujeres que se alzan por la paz y la justicia, aproximémonos a la hoguera de la razón, de la delicadeza, de la sensibilidad y, por qué no decirlo, de lo más honroso de nuestra especie.
Marina Tapia
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