jueves, 16 de marzo de 2023

Reseña de "Todo lo que arde" de Mada Carreño (Sabina)

 Quiero honrar con mi memoria a la gran mujer que fue Mada Carreño y que, lamentablemente, como tantas otras exiliadas, ha quedado en el olvido. Espero que os guste la reseña que he escrito del libro "Todo lo que arde" (Sabina editorial) y que CaoCultura ha tenido a bien publicar.
 


 

BÁRBARA PUREZA


Se le abren a una las carnes al leer a una excelente poeta sabiendo que nunca antes has escuchado nada sobre ella, y al constatar, con sorpresa, que nunca la has visto citada en algún artículo o antología. “Una autora tan genial como desconocida”, en palabras de las editoras. “Una transgresora delicada”, según su hija. Estamos de suerte, porque por fin está al alcance de todas y todos la interesantísima voz de Mada Carreño, publicada por Sabina Editorial el 2022, en su colección Mínima: “Hemos seleccionado para esta edición una gran parte de sus poemas de adolescencia y juventud (1929-1936) escritos entre los 15 y 22 años, poemas escritos en la guerra (1936-1939) entre los 23 y 26 años y poemas escritos durante el éxodo y el exilio (1940-1955), ya en México, donde vivió hasta su muerte, además del poemario completo Poesía abierta”.

Poco a poco, a lo largo de la lectura del conjunto titulado “Todo lo que arde”, cuando afinemos nuestra escucha, podremos entrar en ese universo denso de sonidos claros y expansivos, en la maravillosa arquitectura de sus versos: “Quisiera no aprender ni saber nada/ encerrarme en mi bárbara pureza/ con tal de no rozarme con tanta podredumbre/ tan profusamente perfumada”. “Bárbara pureza”, eso es lo que conserva la poesía de Mada Carreño y aunque en el volumen se recopile su obra de distintas épocas, hay algo germinal y auténtico que sirve de hilo conductor del libro. Quizá su textura poética tan especial, provenga de su manera de reflexionar, o de esa musicalidad tan marcada (rozando lo sublime tantas veces), de ese no detenerse excesivamente en lo cotidiano, del lanzarse sin miedo a perfilar las verdades que escuecen, del deseo profundo de atesorar sensaciones mínimas que va más allá de lo concreto. Quienes nos dedicamos a subrayar los versos memorables o hermosos, terminaremos haciendo un verdadero mapa de líneas, un camino de paralelos y meridianos cruzados.

La guerra, la posguerra y el exilio vibran con una fuerza estremecedora y, a la vez, elegante y contenida. El poema “Alambradas” impacta con esa visión de las mujeres que ya no pueden (como siempre lo han hecho) prestar su ayuda a otros, consolarlos, brindar el auxilio que requieren: “Pero aquí/ en nuestro mundo cerrado de alambradas/ sólo hay mujeres de tenebrosos ojos/ agrias mantas oscuras de sangre/ y la sombra/ de una insoportable bayoneta cruzándonos el rostro./ Qué brazos tenderíamos/ a hermano, madre, amigos,/ niños extraviados?/ Pero estamos sin manos que tenderles”.

La autora canta también a las fuerzas primordiales como el mar, la lluvia, la noche, el viento o el agua dándoles una viveza nueva y una intensa carga simbólica, personificándolas hasta convertirlas en el reflejo del mundo y, a la vez, en elementos salvadores que sirven como un refugio.

Mada Carreño merece ser leída con atención y sin prejuicios, especialmente en sus poemas de cierto calado religioso, y siempre contextualizando su diálogo ascético en su época y en su vida, en el abanico de significados que suele tener la fe en tiempos de guerra y exilio. Sucede lo mismo con la poesía de Ernestina de Champourcin y de León Felipe, debe ser recibida bajo esta premisa. “Quiero creer en Dios para creer en un renacer”, nos dice la poeta, “para no tener que entregarme a la religión/ breve, fría y precisa de una pistola”. En su diálogo con lo divino no sólo hay rezo, también hay cabida para el grito, “ése que nos silencia y nos rasga en dos partes”, para lo desgarrado y para la pregunta incisiva que busca la verdad. Y como explica su hija Saide Sesín en el texto que sirve de prólogo (artículo publicado en la revista mexicana Alforja en 2001), “su lado melancólico, su espiritualidad, su visión mística, sus antepasados celtas, su gusto por los espacios abiertos y la libertad inspiraron en Mada una poesía intensa, donde con delicadeza da cuenta del dolor del mundo”. En “Desde el aire” plantea esa tensión entre la humanidad y lo sagrado, por medio de la imagen de dos cielos opuestos entre los cuales vuela el ser humano.

Y qué mejor cierre para el libro que “Juana Inés de la Cruz”, poema de una belleza inusual dedicado a esta gran escritora mexicana. En un texto dividido en tres partes, Sor Juana es cantada mediante versos y calificativos tan arrebatadores como los que siguen: “experta química”, “tus manos que adelgazan insospechadas fugas”, “qué sonrisa tan fina/ tan fina que un cuchillo no sabría doblarla/ se abre en tu rostro”.

Es posible que estos dos versos (“Sacrificar los dones del calor y la sangre/ a un momento sin tiempo”) describan con precisión lo que hace la poeta: sacrificar la descripción matemática, lo narrativo o el caudal de emociones sentimentales fáciles de trasladar, en pos de ese algo intemporal y trascendente que, a quienes los leemos, nos parecerá un presente abierto, atrapante, una realidad en la que podemos entrar sin dificultad. “Todo lo que arde”, de Mada Carreño, nos reconciliará con parte de la historia que emigró hacia otras tierras y que, por fin, tenemos de vuelta para curar las heridas de la memoria.


Marina Tapia



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