Mi gratitud a Ana Isabel Alvea Sánchez por esta delicada, luminosa y cuidada reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine. Un verdadero gusto leerla, y releer cada aspecto que destaca (también el foco en la cultura Mapuche).
Piedra que mengua, de Marina Tapia. Lo sagrado en el templo de la poesía
XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el poemario Piedra que mengua de Marina Tapia «se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía». Hermoso análisis de la poeta y ganadora del premio en su edición de 2019.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez
Por casualidad, leí que el poemario Piedra que mengua fue ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el mismo que yo obtuve en 2019 con La pared del caracol. Esa hermandad propició que Marina y yo leyéramos nuestros respectivos libros, unidas por una complicidad y aquella entrañable experiencia.
Este libro, como la casa del ser o la morada de la vida, se construye sobre su metáfora y eje principal: la piedra. Su estructura se configura como un todo cohesionado, un río que sigue recto la corriente, aunque su hilo conductor —la piedra— se ramifique en afluentes de significados.
Se abre el poemario con una referencia al principio: la creación, como una génesis, con imágenes que evocan el origen del mundo, donde prevalece el magma de un amor de fuego. La voz —el ser, la mujer, la poesía— nace de esa colisión; la bautizan Piedra: y me envolviste entera de firmeza, de claridades férreas, para convertirse en palabra y poema.
Comienza entonces a rodar la piedra sólida y resiliente; no obstante, Todo reduce el agua del vivir, y se reconoce como una Piedra que mengua, consciente de que quedará en cadáver, / polvo, / sombra, nada. A partir de ahí, inicia la búsqueda de un fuego inextinguible que perdure frente al tiempo y las inclemencias.
Recorre un viaje en el que se pierde y se desorienta, pero logra hallar el milagro y parece que la fe, o bien el amor, o tal vez la poesía, o todo en su conjunto, le procura la dicha. Durante ese tránsito, siente la nostalgia por su país, se ve extranjera y errante.
Aparecen algunos poemas-caligramas en los que se define como roca y expresa un amor arrebatador, cúspide de la dicha. Apela al poder del amor para transformarnos, pues es el amor quien nos otorga tamaña energía, como si en nuestro interior creciera un sol radiante.
Extiende una mirada crítica al mundo actual y a nuestro modo de vivir: sin ilusión, con angustia y cansancio, en una constante búsqueda de lo eterno y lo perenne. Siente una íntima y profunda conexión con la tierra, Madre Piedra, a la que desea cuidar frente al poder destructor y la codicia de los humanos.
Escribes desde dentro de la tierra…con la memoria honda de tu especie. Late en su voz un sentir primigenio y ancestral, se siente roca madre. Tal vez subyace la influencia de la cultura mapuche, «gente de la tierra». Los mapuches conciben que todos llevamos dentro energía, fuerza vital y espíritu. Para ellos la piedra simboliza fuerza y permanencia. Parece que la autora contrasta esa cosmovisión con el pensamiento occidental. Y es a esa fuerza a la que apela, la que la sustenta y la impulsa en la creación.
Aflora en todo el poemario un sentir sagrado, una divinidad interior, la Piedra es una potencia que irradia dentro de cada uno de nosotros, nos da refugio y nos salva y puede constituirse gracias a la fe, al amor, a la creación.
Los últimos poemas se centran en la inspiración, piedra matriz, única fuerza sobre la cual gravita mi poema. Constituyen reflexiones metaliterarias, como la idea de que, para que la poesía exista, el poeta debe menguar. Afirma así su propósito: Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo.
Poesía sembrada de referencias bíblicas, cuyo tono evoca el de los Testamentos: una voz sentenciosa, depurada y elegante, firme y potente que entabla un diálogo tanto con la tradición mística como con la poesía contemporánea. En sus poemas se dirige a un tú que podría ser Dios, el amor o el amado, la creación o la propia poesía. Un poemario que es en sí mismo un clamor y que se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía.
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