Un placer reseñar este espléndido poemario de María Ángeles Maeso en la revista CaoCultura.
Escritura que deja señales
Marina Tapia
“Sin regreso”. María Ángeles Maeso. Colección Genialogías. Ediciones Tigres de Papel. Manresa, 2025. 136 pp.
Muchas veces los libros se transforman −mientras los leemos− en pinturas, en verdaderos cuadros, en mundos compactos cargados de símbolos y atmósferas densas, espacios donde reinan imágenes potentes y enigmáticas. Una va avanzando por su territorio sin que sea necesario un mensaje particular, una narración determinada para querer seguir, porque es la potencia de la voz poética la que sostiene el conjunto. Y celebro la poesía que aúna, con sutileza, otras formas de expresión artística. Pintar con la palabra, recrear las texturas que también son reflejo de nuestras rugosidades interiores, espejos acordes con un universo lingüístico amplio y rico. Me adentré por “Sin regreso”, de María Ángeles Maeso, uno de los últimos libros impecablemente reeditado en la colección Genialogías de Tigres de Papel, disolviendo mi yo y sus perspectivas, solamente guiada por la mano maestra de la autora. La primera edición de este poemario, salió a la luz en 1991 y fue ganadora del concurso de poesía Jorge Manrique, de la mano de José Hierro como jurado.
Tal como nos dice Amelia Sanz, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid en su prólogo: «la poesía de Maeso es imperativa. Y es fundamental en tiempos como el nuestro, cuando importa tanto el estatuto mismo de la palabra». También nos sitúa diciéndonos: «No es una poeta-profeta, es una poeta (de)mostrativa que señala y vigila y vigilará a lo largo de toda su obra. Poeta-isla, no está en el realismo sucio ni en el culturalismo novísimo, tampoco es una reacción contra ambos. No hay desolación, ni movida, ni frivolidad, ni nihilismo. Conmoción existencial sí, pero sin desesperación, sin nostalgia, sin sospecha postmoderna».
El libro está dividido en tres partes «Sin regreso», «El serio ojo de las cosas» y «Tríptico epigonal». Cada segmento ahonda un poco más en la búsqueda de ese revés de diversos acontecimientos que la autora ha ido experimentando. Hay un camino evidente entre su páginas. El primer verso declara: «Quien busca regresar no es hacia el álbum / ni al árbol con edad’. Sí, Maeso regresa a ese remanso de la infancia hasta llegar a la idea central del último poema: ‘Todo se dejará mirar, / muda y serenamente, desde lejos».
Como un sendero de pistas, el río Duero va recorriendo el volumen; un río vivo y que es, de alguna forma, personaje, fuente de vida animal y vegetal, cargamento de evocaciones. La presencia de diversos árboles y elementos de la flora (espigas, girasol, olmos, lilas, zarzas, violetas, ciprés, nogales, castaños, sauces o musgo) forman ese telón de fondo rural y primigenio. El territorio natural late con fuerza, es el humus desde el que emergen las revelaciones.
Una querencia especial por los mitos se aprecia en María Ángeles, en el libro conviven Electra, Edipo, Ícaro, Eros, Orco, bifronte Jano, elfos, sirenas o ángeles. Emocionante es el texto «Extrema distinción» en el que se recrea un pasaje bíblico: «Esta hora es igual que la de ayer: / alta de recuerdo y de ceniza. […] Dentro de un arco de piedras / concéntricas al altar del sacrificio, / el mutismo del cordero es tal como cuenta El Libro […] Capas de agujas sobre agujas en el suelo del pinar, / pero el árbol se mira el tronco consignado / y el animal conoce la mirada de Isaac al padre / y la del padre al cielo».
Y queremos leer sin prisa, degustar la sonoridad y las resonancias que dejan versos como: «apacibles lenguas de senda láctea», «tal es la lentitud / con que el dulzor del vértigo se entrega», «la antigua raíz frutal / del árbol de la espera». Versos a los que deseamos asirnos para que también conformen nuestro cofre de voces interiores.
Siento este trabajo muy cercano a la poesía de Julieta Valero, Blanca Varela y Circe Maia. Pero nuestra creadora goza de una voz personalísima. En la entrevista incluida en este libro, realizada por Diana García Bujarrabal, comenta: «A mí me da fuerza escribir un verso a partir de la verdad. Y aunque se ponga quien se ponga por delante, tú tienes esa verdad. Tienes que estar en un grado de sensibilidad emocional lo suficientemente intenso para no mentirte ni crearte imágenes muy fantásticas. Para mí la imagen en el paraíso son esos 10 años en el pueblo. No hay vuelta atrás, por eso se llama “Sin regreso”».
En su poema «La ameba y el papel» la poeta entrelaza bellamente el arte de la escritura con lo minúsculo, en este caso, con los cilios de los protozoos que vibran. Maeso se fusiona y se transforma con el paisaje, se extiende, cae en él, en sus charcas, en las «frases que dejó el carbón al paso», en la «bravura de los cráteres», en los materiales concretos del territorio. Y una sensualidad vegetal imprime gran plasticidad al poemario.
Tal como declara la autora: «La poesía es del que la necesita». Y nosotros necesitamos estas voces iridiscentes, honestas, que no temen correr riesgos, que siguen su norte, para volver a la geoda de los hallazgos, a la reflexión y a ese campo de sueños que es el lenguaje.

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