Muchas gracias al poeta Sebastián Núñez Torres por compartir en Vórtice (revista de literatura contemporánea) una muestra de "Mixtura". Es un gusto estar en ese espacio de difusión.
Tres poemas de Marina Tapia
Poeta
Así como se guardan pétalos y hojas
en medio de los libros
yo guardaba
ciertos trozos de ti,
cutículas,
las hebras de la ropa
que perdías.
Estas cosas las hice sin pudor,
con algo de malicia.
Esperando aumentar mi colección
de íntimos tesoros,
recurrí con esmero:
a la lectura suave en tus oídos,
al verso que acorrala,
hechizos de la voz.
Debo confesar a mis lectores
que utilicé al poema
de señuelo.
El relámpago en la habitación
Llegas a mí sediento y luminoso,
nadie te ve en mi cuarto,
nadie ha visto
esa vía de luz
de tu esperma,
esa forma -tan tuya-
de evocar a los juncos y al cirio.
El amante tapiza de sudor su calzada
y una punción penetra, con soltura,
en puntos cardinales florecidos.
Soy el cielo que ataja el sonido del rayo,
como la aldeana, grito,
y guardo mi rebaño en la tormenta.
Espero,
secretamente espero,
el arrebato ardiente que cambie la campiña,
dulce fiebre de noche revuelta.
Como esclava liberta
He de saber que el mundo
mañana
me juzgará con celo
porque expuse
esta querencia nueva (y tan antigua),
este deseo intenso de buscar
-en la hondura del bosque-
soledad y silencio.
Le cerraré la puerta cuando toque
pidiendo aclaraciones.
Vendrá para ganarme con sortijas,
para falsear con méritos mi sed.
No pagaré su diezmo.
Nací de otra vertiente,
inútil desviar este camino
que claro me conduce hacia la ausencia.
que utilicé al poema
de señuelo.
El relámpago en la habitación
Llegas a mí sediento y luminoso,
nadie te ve en mi cuarto,
nadie ha visto
esa vía de luz
de tu esperma,
esa forma -tan tuya-
de evocar a los juncos y al cirio.
El amante tapiza de sudor su calzada
y una punción penetra, con soltura,
en puntos cardinales florecidos.
Soy el cielo que ataja el sonido del rayo,
como la aldeana, grito,
y guardo mi rebaño en la tormenta.
Espero,
secretamente espero,
el arrebato ardiente que cambie la campiña,
dulce fiebre de noche revuelta.
Como esclava liberta
He de saber que el mundo
mañana
me juzgará con celo
porque expuse
esta querencia nueva (y tan antigua),
este deseo intenso de buscar
-en la hondura del bosque-
soledad y silencio.
Le cerraré la puerta cuando toque
pidiendo aclaraciones.
Vendrá para ganarme con sortijas,
para falsear con méritos mi sed.
No pagaré su diezmo.
Nací de otra vertiente,
inútil desviar este camino
que claro me conduce hacia la ausencia.

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