Os dejo con la noticia en prensa, algunas fotos y con los poemas que recité en ese bello Carmen del Albaycín. Ha sido una mañana de literatura, naturaleza e historia.
FUENTE DE LAS LÁGRIMAS
“Ignorante del agua voy buscando
una muerte de luz que me consuma”.
Federico García Lorca
Presentir la muerte en el fango,
en el liquen,
en la vegetación solemne y escondida,
saber que ya me llama Aynadamar,
que prepara un sudario,
un tálamo de tiempo,
un hábito de agua.
Juego de reflejos,
de planos,
de estaciones,
me aguardan en la Fuente Grande.
Desde la telaraña fatídica del fondo,
en la delicadeza de las libélulas que bordan la fontana,
en las plantas fosforescentes,
en la persistencia del musgo femenino,
en la ascensión sagrada de las burbujas,
todo canta,
albercas, cauchiles y atanores,
todo llama,
telúrico lugar,
sus piedras coronadas de verdor,
su comparsa de hierba y rodaje.
Río que entra en mi sien
y largamente me arresta
con sus cristales.
Saber y no saber,
presagiar
el limbo que se asoma en las choperas.
Voy a seguir cantando,
es mi única verdad,
me lo dice aquel olivo
que ha esparcido mi voz en su copa.
Seguirá refulgiendo el poema,
espádice amarillo,
en cada cicatriz de las cortezas.
Y seré de vosotros,
cuando la dula
del mañana
abra
su misterio.
LA QUE MULLE LA TIERRA
A mi abuela María
Dejadla que ella sea la que limpie
el terreno de maleza,
la que cure con humus las heridas,
la que vigile
aquella rotación de los cultivos,
la que consuele al valle
con suaves movimientos.
Ella sabe crecer sin tutor
(felicidad furtiva),
va tamizando el mundo con cedazos
que en nada se parecen al orgullo,
recoge lo invisible
en silencios de plásticas voces.
No emite juicios, habla a cada planta,
al cedrón, a la ruda, al bailahuén,
más bien escucha
al paico, a la melisa, al arrayán.
Dejadla que ella sea la que trace
los músculos de un soto,
la que suture
la sombra forestal de los tajos,
para alumbrar la sangre que nos riega.
EXEDRA
A Margarita Osborn
Ahora que la oscuridad nos sobrecoge,
proyecto sueños lúcidos,
doy la mano
a lo mejor de mí que quiere perpetuarse,
y lego
esa escasa virtud
llamada arborescencia.
Ahora os convoco, hermanos,
a este lugar de encuentro, a esta exedra,
para crear los parques venideros.
A vosotros os llamo,
para esbozar hectáreas imposibles,
perennes plantaciones de utopía.
Que no queremos paz que no la ampare
la fontana de Diana y Acteón,
las grutas
y los densos laberintos.
Dónenme las deidades equilibrio,
una cama de musgo
para mi corazón cansado de luchar,
y dentro de este huerto de razón
irrumpa la inventiva.
Hermanas,
dejemos un emblema de verdor,
y que sigan las fuentes manando
agua y sorpresa.
Amemos lo escondido,
sépalo a sépalo,
con dedos que acaricien la armonía.
Permanezcamos en lo minúsculo-infinito,
y sea tan sutil,
tan verdadero,
nuestro jardín
interior. la sombra del ciprés,
la fontana de Diana y Acteón,
las grutas
y los densos laberintos.
Dónenme las deidades equilibrio,
una cama de musgo
para mi corazón cansado de luchar,
y dentro de este huerto de razón
irrumpa la inventiva.
Hermanas,
dejemos un emblema de verdor,
y que sigan las fuentes manando
agua y sorpresa.
Amemos lo escondido,
sépalo a sépalo,
con dedos que acaricien la armonía.
Permanezcamos en lo minúsculo-infinito,
y sea tan sutil,
tan verdadero,
nuestro jardín
interior.
ESCRITO EN LOS JARDINES DE DARAXA
¿Cómo será tu voz cuando me cerque,
cuando pasee junto a la añoranza
que siempre te ha esperado en el umbral?
Cada gota que da
tu piel
es un aljibe,
es el sabor maduro, la naranja,
color que balancea su promesa.
Cada paso hasta mí
es un rizoma
de todo lo que antaño sujetaste.
Amor de cucharadas que me sacia
porque en la plenitud fue concebido
para sembrar senderos de naranjos,
para plantar dulzor en la sequía.
Ah, tú,
rezumador,
certero,
casi exacto,
con esa infinitud que sobrecoge
mi tronco, mi moldura.
¿Cómo será mi voz junto a la tuya?
EL ALMENDRO
Maravilla que se abre de pronto
cuando acaba febrero,
a finales del mes de la escarcha.
Pureza que inaugura los marjales,
fanal,
espejo donde asoma el devenir,
blasón
de primavera.
¿Quién te ha sembrado, almendro?
Fui yo
que por las noches alumbraba
un árbol de palomas,
un mástil, un hogar, una columna
para olvidar mi peso y mi pesar,
la cruz
de la vejez.
He querido correr, he querido saltar al vacío,
a la oscura ciudad de la pena
y tú me detuviste con tus ramas
joviales y floridas,
con esa flor de luz
y estambres que sostienen
pasión multiplicada.
Existe, sí, existe la pureza,
lo delicado vive,
aún puedo prender en el ojal
tu leve bailarina redentora,
aspirar la belleza,
la paz que permanece sin edén.
Tu savia nos eleva,
almendro,
dulzura del secano,
dulzura de mi vida
que se apaga.
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