Un privilegio volver a colaborar en el Boletín de la Academia de Buenas Letras de Granada. En este caso, en el número 18 con un poema homenaje a Fuente Vaqueros, perteneciente a mi libro "Islario" de inminente publicación.
ESTAMPAS DE LA FUENTE
“Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río”.
Federico García Lorca
Para Ana Gálvez y Pepe Salobreña
I
Te amé cuando el paisaje,
cada casa del pueblo,
cada puerta irradiaba
su verdadero espíritu.
Dos años te habité, Fuente Vaqueros,
para atajar aquella intensidad,
las simas de emoción que te recorren.
Palpé tu piel sembrada de belleza.
Te recorrí de noche o al cobijo
del sol y de la luna,
marjal de la memoria
que todavía arde
y rescata.
Fui tu pupila atenta,
amante que buscaba
el diálogo profundo del Genil.
Soy el ave extranjera que hizo nido en tu centro.
Mi vocación ha sido atestiguar
las luces y la suma del misterio.
II
El sol juega en el bosque de los chopos,
en su celda de luz y de sombras.
Tablero de ajedrez.
El rey de los marjales siempre gana.
III
Noche estrellada,
inmensa,
contenida en la dula,
periférica noche,
me quie br o
sobre este pavimento
que levantaron árboles en fuga,
me quiebro como ellos para verte
y todas mis aristas
apuntan hacia ti.
Así sea, me digo,
hágase en mí tu luz sobreviviente.
Una interrogación
(por cada hoja)
que suba
hacia la plaza de los astros.
IV
Esa música
que siempre inunda todo de pasado,
y que encajona el tiempo.
Música…
… agua de la Vega,
lluvia subterránea, tarareo
que trae su pregón: preludio
del canto que entretejen las raíces.
V
Te vas.
El campo y yo quedamos con tu risa
prendida como cardo.
Qué calima de angustia.
Todo es paso y camino.
Degustamos el sol
y enseguida una nube lo esconde.
Pinceladas, instantes fecundos
son la sal de este viento
que nos roba el acopio, el hallazgo.
¿Por qué? ¿Por qué te vas, verano?
VI
Federico,
imagino que vienes
del campo y que me dices:
todos los brotes
de este marjal son tuyos,
hay soles de maíz que desgranar,
hay versos que alumbrar junto a la tierra.
VII
Esta noche de luna
quemad cada palabra,
y plantad una nueva, una sola,
limpia y contenida.
Dejadme que la bese, que me hunda
feliz
en su misterio.
VIII
Quiero ensayar las formas, el color
como ensayan las casas
del pueblo sus fachadas,
el grosor de las rejas,
las piedras del zaguán.
Y aplacar este miedo
feroz
al porvenir.
IX
Y vendrán con su légamo los días,
vendrán
con sus significantes a vivirme.
Vendrán hasta mi piel
henchidos de aguacero,
o casi destilados.
Y tú estarás allí como una sombra
contemplándolo todo de lejos,
la envoltura del día y mis pasos errantes.
X
Paseo de la Reina,
yo soy la que camina
cuando la lluvia explica su inocencia,
cuando no existe nadie
que estorbe o contraríe su salmodia.
Soy dueña de lo implícito.
Atisbo mis pisadas.
XI
Yo vine para ser
voluble como sol sobre la fuente,
para dar lo que pide
cada hora del cielo,
cada verso en que estoy contenida.
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