Buenas tardes, amigas y amigos. Muchísimas gracias por estar aquí acompañándonos en la presentación de Corteza, este libro tan personal que ha tenido la suerte de contar con el apoyo de las editoras del Envés, Concha Badía, Almudena Rubio, Pepa Merlo y Conchi Molina. Gracias también a la Biblioteca de Andalucía y, en especial, a Álvaro Salvador, prestigioso poeta al que me une nuestra mutua admiración por Rubén Darío y el haber compartido gratas conversaciones y eventos. Una vez más, como en la mayoría de las presentaciones, no tengo la suerte de contar con el apoyo de mi familia o con los amigos de mi infancia o juventud, ni con compañeros de estudios que me arropen, ni siquiera con conocidos de Chile. Toda mi familia vive o está lejos... vosotros, los amigos que tan gentilmente me acompañáis ahora, sois en realidad mi familia. Ser una extranjera que ha vivido además en varios lugares de España (Salamanca, Madrid, Granada) y que dentro de esta última ciudad -la que ya me atrevo a considerar mía- se ha arraigado en diferentes barrios y pueblos (Albaycín, Fuente Vaqueros, La Zubia), me ha llevado a experimentar una sensación continua de provisionalidad, de volver a formar un nido, de esforzarme mucho más que otros por cultivar una de las relaciones humanas que considero de las más hermosas: la amistad. Por ello, muchísimas gracias por acogerme, por mostrarme vuestro afecto, por estar conmigo hoy. Publicar y presentar un libro es muy importante para los que escribimos, es como un parto y un bautizo a la vez, es mostrar algo íntimo, exponerlo y regalarlo con la ilusión de que sea bien acogido.
Como os decía, este poemario es uno de los más personales y confesionales que he escrito. En él repaso de forma concisa y simbólica, varios condicionantes de mi vida, de mi pasado. Pero tengo la confianza de que podréis sentiros reflejados en estos espejos-poemas que comparto con vosotros, ya que todos hemos vivido −de una u otra forma− la opresión ejercida por la sociedad de diversas maneras, todas y todos hemos buscado nuestra identidad, nuestra fuerza interior y hemos querido decir: “definitivamente me apodero/ de toda mi corteza,/de todo el territorio de mi vida”, o “incendiaré el terreno de los miedos/ y aquella languidez que ha descompuesto/ mi máquina de Hacer,/ su caldera de fuego y valor”.
Los textos de este libro, son menos dulces y mucho más duros que los de libros anteriores. La naturaleza, uno de los temas a los que más recurro e indago, aquí sólo está presente como sostén alegórico: el ser humano es ese árbol con una corteza vulnerable que busca elevarse, busca el sol y la luz, pero que inevitablemente está enraizado a una tierra que a veces siente áspera y ajena. La palabra ha buscado ser astilla, “puñalitos” como diría Lorca, dardo que se dirige a la diana de nuestros sentimientos de culpa, inconformismo, soledad o dolor. En ‘Corteza’, en su primera parte, se dibuja con decisión la figura de un padre simbólico (que puede ser la represión de la dictadura en la que crecí o crecisteis, pero también las estrictas observancias religiosas o simplemente el patriarcado). Ésta figura encarna la tutela asfixiante de la sociedad. Y, justamente, la transformación vendrá no sólo del interior y del deseo de romper lazos, llegará de la mano de nuestras hermanas o hermanos existenciales, de esos referentes luminosos que nos muestran el norte o nos dan su apoyo. Nuestra transformación puede nacer de esa misma sociedad en la que vivimos, no apartados de ella. Por eso, el poema que cierra el conjunto es un canto a las luchas colectivas, “estamos conectadas como una red de aljibes”, nos dice la voz poética. “Y así seguimos juntas repartiendo/ nuestra octavilla blanca de paloma/ y nuestra libertad de enredadera/ sobre este mudo asfalto”, recalca.
Y los referentes literarios que planean en el conjunto son las poetas y narradoras Gabriela Mistral, Adrienne Rich, Emilia Pardo Bazán, Ángela Figuera Aymerich, Emily Dickinson y dos buenas amigas escritoras, Ana Mañeru y María García Zambrano, a las que le dedico sendas piezas. Ellas, pero también otros autores, sirven de sustento, ya que la poesía no se construye desde el ensimismamiento, desde el yo como punto de partida, no, nace en el rico contexto de la tradición, de todo lo que otras y otros nos han legado. La poesía bebe de la genealogía.
No quiero dejar de agradecer −en este momento tan bonito y especial para mí− el amoroso e incondicional apoyo y la escucha atenta de mi pareja, Ángel Olgoso, que me ha acompañado en este tiempo de “ramas altas”, en esta segunda parte de mi vida (mucho más luminosa, pacífica y fructífera literariamente), así como a sus hermanas Carmen y Nieves que hoy están aquí.
Y con este poema, que retrata a una mujer, a Penélope, que ya no espera a otro sino a sí misma, os agradezco nuevamente vuestra presencia y atención, antes de dar paso a Nahed Al Satli que nos deleitará con su música, que acompañará el recitado de algunos de mis poemas.
NUEVA PENÉLOPE
En el tiempo esencial de la espera,
boceto los latidos,
imagino el temblor,
perfilo el aura.
Ensayo las palabras, la venia, la sonrisa
con la que aguardaré a la prometida,
que llegará mañana hasta mi hogar.
Aquella seré yo.
¿Qué silueta tendré bajo la luz?
¿Cómo se expandirá el amor
desde mi centro?
Buscaré nuevos retos acordes a mi fuerza.
Quizá mi porte sea el del bambú,
tan recio, tan sutil.
Quiero dormir cuidada por tu voz,
hermana del albor,
en este espacio fértil de la espera.
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