sábado, 11 de febrero de 2023

Que creceré en trigal por no morirme

Gracias a CaoCultura por publicar mi reseña de la Poesía completa de Mariluz Escribano Pueo. Un maravilloso libro fruto del intenso trabajo de Remedios Sánchez. Espero que os guste mi aproximación a la exquisita obra de esta gran autora.




QUE CRECERÉ EN UN TRIGAL POR NO MORIRME


Marina Tapia


    Mariluz Escribano Pueo, en la edición de su Poesía completa a cargo de la escritora e investigadora Remedios Sánchez (Cátredra, 2022), nos regala una lírica delicada, profunda, que envuelve los sentidos, donde el recuerdo es el punto de partida y la memoria el eje primordial. En todos los libros de este compendio se descorre un telón de templanza y sosiego, que esconde sentimientos más intensos bajo su tela de calma. Y es justamente esta contención de fuerzas en tensión lo que transmite a las lectoras y lectores un aura de bruma y misterio, de algo único que oculta esa realidad densa que toda buena poesía debe tener. Intuimos que la poeta quiere decirnos mucho más, que bajo su sutileza y su elegancia estilística hay un fondo de pozos y aguas subterráneas, un aljibe que ha ido decantando los sinsabores del tiempo. Sus versos de apariencia sencilla, llegan hasta nuestra escucha cargados de elementos sensoriales que nos maravillan (“geometría de vencejos/ dibujando el cobalto de los cielos”, “perfume desvaído de las algas”, “cuando las madrugadas/ extendían aljófares de lluvia”) y conectamos rápidamente con ellos, nos estremecen. Son precisos y pintan interiores y paisajes con gran realce. Es necesario recordar cuán difícil es dar apariencia de naturalidad y sencillez a la escritura. Se sabe que “la construcción” de la sencillez es lo más complejo de alumbrar y requiere años de trabajo y búsqueda.

    El universo poético de Mariluz Escribano Pueo (1935-2019) se levanta sobre los pilares sólidos de un lenguaje exacto, cada palabra es la adecuada para expresar lo que se cuenta (“Soy tan frágil ahora/ que la lluvia me hiere./ Edifícame en piedra,/ suéñame inalterable”). Desfila ante nosotros una caravana emotiva con poemas de corte más clásico hasta un verso libre lleno de musicalidad y de ritmo −y también de silencios intencionales−, una caravana colorista que mantiene una voz propia y bien definida que logra emocionarnos, pintarnos un fresco lleno de matices y significados. Leemos evocaciones, leemos el pasado con su nostalgia volcándose en un ahora y, al leerla, recuperamos los posos de la posguerra y del franquismo. Estos aparecen expuestos de una forma clara y honesta o entre brumas y símbolos. Mariluz utiliza todo un despliegue de recursos para acercarnos a la historia sin arengas o estelas de rencor.


    Su tierra natal vive en cada uno de sus poemarios: no sólo está presente la ciudad de La Alhambra y de Lorca en su esfera utópica o arquetípica, sino que también la retrata con sus luces y sombras, perfilándola de diferentes maneras: “camino por las calles de Granada,/ indocumentada y triste,/ sin huellas digitales,/ sin un papel que diga/ mi nombre y estatura”, “sin olvidar que esta ciudad es triste,/ melancólicamente desnutrida,/ con la ruindad del mundo en sus zapatos”.

    Tal como nos aclara Remedios Sánchez al comienzo de su emocionante y completísima introducción −un prólogo donde se fusiona lo histórico con el lirismo−, “esa es la voluntad de este trabajo: rescatar la memoria, revelar una poesía sumergida que, durante décadas y como la de tantas otras mujeres, ha permanecido oculta, vulnerada en su dignidad silente”. Leer a Mariluz es leer nuestra historia y, en especial, la historia de las vencidas, las apartadas, de las mujeres a las que se les quitó no sólo sus seres queridos, también su medio de vida, sus titulaciones y hasta el territorio natal donde estaba la red de sus afectos y vivencias. En el acercamiento a este libro nos reconciliamos con lo ocurrido en España, pues conviven la memoria y el perdón en equilibrio.

    Retratos de una época, retratos verdaderos del compromiso con la sociedad y retratos balsámicos del jardín escondido, de la playa, de los paisajes que transitó la poeta. Enclaves como lugares de pureza que los seres humanos no pueden destruir porque laten y entroncan con lo más profundo y cardinal de nuestra especie. Los espacios donde vive y late Federico García Lorca se derraman con colorido intimismo en la obra de Escribano. Desgarradores e icónicos son los poemas dedicados a su madre y a su padre.

    A Gabriela Mistral le bastaron pocos libros para conseguir el reconocimiento y el Premio Nobel. Apenas le bastaron seis poemarios para demostrar su valía. No siempre es necesaria una producción poética larga y continuada, una notoriedad mediática o la pertenencia a círculos literarios, corrientes o generaciones. Tanto en Gabriela como en Mariluz podemos ver que se cumple esta premisa. También debemos recordar que un gran número de autoras (como María Victoria Atencia o Paca Aguirre) comenzaron a publicar tarde, y muchas otras escritoras notables lograron el reconocimiento cuando tenían una edad avanzada. Hay que tener en cuenta que en épocas anteriores no era bien visto que una mujer alcanzara éxito y renombre y, en el caso de Mariluz, por sus circunstancias familiares relacionadas con la política, dificultó las publicaciones de su obra poética, más personal, no así la periodística. En muchas autoras también pesaron la discreción, los condicionamientos sociales o el temor a estar expuestas y ser criticadas (en el prólogo, Remedios Sánchez nos cuenta que cuando la gran poeta granadina Elena Martín Vivaldi publicaba algo, los “popes” decían “bah, las cosicas de Elena”).

    Pero vuelvo a plantear que la contundencia de sus libros, la autenticidad de la voz propia se aprecian claramente. Y pongo de relieve la valentía al hacerse eco del clima que se vivió en la dictadura: “Necesario es decir que mi madre cantaba./ Yo no sé si cantaba para olvidar escombros,/ ruinas,/ muertes,/ tristeza,/ guerras,/ hombres,/ palabras,/ telarañas del tiempo,/ sangre no regresada” y también de tomar una postura no de rencor sino de un sosegado consuelo −que solo se logra desde la grandeza de espíritu−. Su elegancia, profundidad y compromiso sin estridencias se pasean por las páginas de este libro.

    Este volumen me ha estremecido, recomiendo encarecidamente su lectura. Yo comencé leyendo sólo el conjunto de poemas reunidos, para poder disfrutar sin información previa o sin ningún tipo de análisis anterior su trabajo poético. Su obra de manos de cristal y de llama escondida me tocó muy profundamente. Esa rotundidad de lo contado, ese atemperar, ese decir sin prisa, sin fuegos artificiales, sin sobreabundancia de tropos. Su estilo y tono me llevó hasta el espejo donde se reflejan otras mujeres olvidadas de esa época como Dionisia García, pero también me transportó a otros lugares tan distantes donde el castellano late con precisión. Encontré además concomitancias con la voz de la poeta cubana Dulce María Loynaz.

    La poesía puede vestirse con diferentes trajes y, si rezuma verdad, convencernos y conmovernos por igual. Para mí hay belleza y autenticidad en su trabajo. Es un estanque movido por los susurros de la naturaleza, es ese patio interior nazarí que nos espera, para que cada una, cada uno descubra en él ese fruto vivaz y lleno de la sabrosa pulpa de sus versos (“Si vivir no implicara tanta pena/ yo eligiría flores para el canto/ anémonas de mar para el retorno,/ coronas de arrayán para mi muerte”). Elijamos esa granada de vida que solo puede desgranar la poesía auténtica.

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