lunes, 25 de agosto de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine, por Ana Isabel Alvea

 Mi gratitud a Ana Isabel Alvea Sánchez por esta delicada, luminosa y cuidada reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine. Un verdadero gusto leerla, y releer cada aspecto que destaca (también el foco en la cultura Mapuche).




Piedra que mengua, de Marina Tapia. Lo sagrado en el templo de la poesía

XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el poemario Piedra que mengua de Marina Tapia «se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía». Hermoso análisis de la poeta y ganadora del premio en su edición de 2019.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez

Por casualidad, leí que el poemario Piedra que mengua fue ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el mismo que yo obtuve en 2019 con La pared del caracol. Esa hermandad propició que Marina y yo leyéramos nuestros respectivos libros, unidas por una complicidad y aquella entrañable experiencia.

Este libro, como la casa del ser o la morada de la vida, se construye sobre su metáfora y eje principal: la piedra. Su estructura se configura como un todo cohesionado, un río que sigue recto la corriente, aunque su hilo conductor —la piedra— se ramifique en afluentes de significados.

Se abre el poemario con una referencia al principio: la creación, como una génesis, con imágenes que evocan el origen del mundo, donde prevalece el magma de un amor de fuego. La voz —el ser, la mujer, la poesía— nace de esa colisión; la bautizan Piedra: y me envolviste entera de firmeza, de claridades férreas, para convertirse en palabra y poema.

Comienza entonces a rodar la piedra sólida y resiliente; no obstante, Todo reduce el agua del vivir, y se reconoce como una Piedra que mengua, consciente de que quedará en cadáver, / polvo, / sombra, nada. A partir de ahí, inicia la búsqueda de un fuego inextinguible que perdure frente al tiempo y las inclemencias.

Recorre un viaje en el que se pierde y se desorienta, pero logra hallar el milagro y parece que la fe, o bien el amor, o tal vez la poesía, o todo en su conjunto, le procura la dicha. Durante ese tránsito, siente la nostalgia por su país, se ve extranjera y errante.

Aparecen algunos poemas-caligramas en los que se define como roca y expresa un amor arrebatador, cúspide de la dicha. Apela al poder del amor para transformarnos, pues es el amor quien nos otorga tamaña energía, como si en nuestro interior creciera un sol radiante.

Extiende una mirada crítica al mundo actual y a nuestro modo de vivir: sin ilusión, con angustia y cansancio, en una constante búsqueda de lo eterno y lo perenne. Siente una íntima y profunda conexión con la tierra, Madre Piedra, a la que desea cuidar frente al poder destructor y la codicia de los humanos.

Escribes desde dentro de la tierra…con la memoria honda de tu especie. Late en su voz un sentir primigenio y ancestral, se siente roca madre. Tal vez subyace la influencia de la cultura mapuche, «gente de la tierra». Los mapuches conciben que todos llevamos dentro energía, fuerza vital y espíritu. Para ellos la piedra simboliza fuerza y permanencia. Parece que la autora contrasta esa cosmovisión con el pensamiento occidental. Y es a esa fuerza a la que apela, la que la sustenta y la impulsa en la creación.

Aflora en todo el poemario un sentir sagrado, una divinidad interior, la Piedra es una potencia que irradia dentro de cada uno de nosotros, nos da refugio y nos salva y puede constituirse gracias a la fe, al amor, a la creación.

Los últimos poemas se centran en la inspiración, piedra matriz, única fuerza sobre la cual gravita mi poema. Constituyen reflexiones metaliterarias, como la idea de que, para que la poesía exista, el poeta debe menguar. Afirma así su propósito: Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo.

Poesía sembrada de referencias bíblicas, cuyo tono evoca el de los Testamentos: una voz sentenciosa, depurada y elegante, firme y potente que entabla un diálogo tanto con la tradición mística como con la poesía contemporánea. En sus poemas se dirige a un tú que podría ser Dios, el amor o el amado, la creación o la propia poesía. Un poemario que es en sí mismo un clamor y que se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía.

"Mixtura" en Librújula

Muchísimas gracias a la revista Librújula por hacerse eco de "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025), un libro que ya se encuentra en librerías y que será presentado prontito. Da gusto ver que, poco a poco, este libro va caminando.


<<Este poema 22, 'Madre piedra que estás en la tierra' figura en este volumen Mixtura, de reciente publicación, que es una antología poética personal con una amplia muestra de los diez libros publicados, hasta el momento, por esta poeta chilenoespañola, Marina Tapia. Una oportunidad única para hacerse con muchos de ellos, inencontrables dada su condición de libros premiados y no venales, y de adentrarse en su creación elegante, sensorial y rítmica. Su permanente búsqueda de nuevos registros ha tenido como ejes la naturaleza, la identidad femenina, la escritura y el silencio, el amor y el erotismo, lo plástico y la errancia geográfica y vital. En palabras de Juan José Castro, Mixtura recoge «una mirada retrospectiva, ya serena, dueña de su oficio, consciente de la inmensa labor estética que conlleva sostener una carrera poética ascendente, sin renunciar por ello a la verdad de la palabra».

Poema 22.

Madre Piedra que estás en la tierra,

significada sea tu estirpe.

Vuelva a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en el magma como en el cosmos.

El agua nuestra de cada día

dánosla hoy

para lavar el cuerpo,

para lavar el alma.

Y perdona nuestras ofensas,

nuestra extracción voraz de tu materia,

ese eterno saqueo.

No nos dejes caer en la codicia.

Y líbranos de nosotros,

Piedra Madre. >>

"Alumbramiento", por Marina Tapia

Ante tantas noticias negativas, quiero traer a este muro un escrito más lúdico y dedicarlo a mis amistades escritoras. Lo he compuesto a partir del símil entre la creación literaria y el parto. Siempre se dice que se "alumbra un texto". ¡Espero que os guste!



“ALUMBRAMIENTO”

ESTADO PRENATAL

Antes de que la inspiración llegue hasta nosotras con la fuerza de la sacudida, ya existe una sensación previa vestida con harapos y que no se parece en nada a esa mujer alada y bienhechora, tantas veces pintada por los artistas descendiendo sobre los escritores desde un plano elevado. Es una meiga que se acerca, no en una sola visita, sino en muchas a lo largo de semanas y meses hasta que estalla el texto como un géiser.

Nos trae malestar, inquietud, nerviosismo. No sabemos qué contar aunque sentimos el impulso de escribir en mitad de ese estado poroso de exaltación. Existen los latidos, las contracciones, las sacudidas de palabras inconexas, pero no sucede el discurso. Nuestro lenguaje vuelve a ser primitivo. Descendemos al reino de Perséfone. Somos Teseo en su laberinto. El decir son astillas. Lo inconexo se agolpa. Vagamos por los caminos de la lectura de libros abandonados en nuestra estantería, y esperamos atentas a esa idea que aglutine lo disperso.

Pero la noche debe reinar para esculpir la voz de las estrellas, así como la maledicencia tiene que regar los cultivos de la elegía. Nos sube la fiebre de las vocales, hay manifestaciones físicas, mas falta la modulación, todo es un simple balbuceo. ¿Cuánto tiempo permaneceremos en esta cárcel de tentativas? Se agolpan los comienzos de los relatos, los primeros versos no se solidifican creando el bloque compacto del poema. Somos grito sin voz. Aullido amordazado. Literatura insulsa sin médula ni asombro. ¿Acaso a la hechicera le divierte este trance?

Bajamos por escaleras larguísimas a la ciudad donde nacimos, volvemos a la infancia. Los sueños están infectados de recuerdos. Ninguno de ellos anuda un punto de partida. El mundo exterior no espolea una confesión. Ya no podemos escuchar la voz de los objetos ni la de los paisajes. Deseamos desesperadamente escribir, y estamos congeladas. No, nada sobreviene en las hojas de los cuadernos.

Se abandona el afán. Se emprende la marcha hacia otros terrenos. Lejos del fango, de la incapacidad, del dolor, de las punzadas en el vientre, de las náuseas, de todas las polillas de la frustración. Se va lo que creímos fermento. Era una nebulosa, una nube asustada, extranjera delicia. Solas y sin creación y sin palabras. Ellas habrían sido alimento feliz. Apoyadura, excitación.

Claudicamos.

Y cuando se ha desecho nuestro deseo, llega ella.

PARTO

Sucede de noche la mayoría de las veces. Hemorragia repentina. Vuelas de la cama. Hay tanta urgencia. De incógnito, ansiosa, como a punto de cometer un acto delictivo, buscas en la penumbra cualquier papel y lápiz a mano. Abierta en canal, sofocada y, casi sin acomodarte del todo sobre la silla, te arrastra una corriente eléctrica que mueve tu mano con histérico zigzagueo. Escribes con fervor amoral. El pensamiento se queda atrás en la carrera. Sudas. Respiras sin resuello, sin compás. Atraviesas campos y más campos de páginas sin márgenes. El cuerpo está tan tenso. Se ha llenado de púas, se defiende de toda distracción. Lo que aflora de ti es una caligrafía atropellada sobre renglones ciegos. Diáspora de letras. Criaturas de trazos que chillan. Las frases, cordón umbilical. Tu escrito no es comunicación sino pataleta de niño caprichoso. Las sombras mudas no esclarecen nada. El movimiento se concentran ahora en esas páginas. El tiempo, abstracto, ajeno. Sólo existe el cuerpo que libera sus palabras viscosas empapadas de sangre.

DEPRESIÓN

Y nos quedamos vacías y extenuadas. No miramos aún el ente que yace acostado sobre la mesa, entre papeles blancos. El día sentencia regresar al dictamen de los relojes. Bajamos nuestros párpados para descansar. Un rato, por favor, sólo un poquito. La mañana esfuma la noche. Luego lo miraré. Él no se moverá. No sé si quiero ver lo que he parido.

Nos irrita no tener el control, alumbrar algo nuevo de esa forma visceral y diabólica. Esos garabatos no nos pertenecen. Cuando emigra la voluntad, ¿todo lo que realizamos son actos reflejos, inercia, tiempo perdido? ¿Acaso hay algo de valor en lo mecánico? ¿Un trance puede dar lugar al arte? Distante, tan apartadas de nuestra criatura, la abandonamos. Te ríes del afán que te llevó hasta ella. Hay un hueco de latido en tu interior. Su materia orgánica e infestada de sentimiento nos asusta. Huimos como Lot de una ciudad maldita. Aquel escrito contiene un amasijo íntimo y descarnado. No podemos comulgar con un ser que muestra al mundo −sin escrúpulo alguno− lo que somos.

PRIMEROS PASOS

El escritorio es un paisaje plácido. La ventana que lo enmarca muestra un patio de plantas amables que buscan ser edén. Es tan gozoso ir hacia el poema, caminar entre los surcos que la noche alumbró. Sentirlo como nuestro ahora, sí, ahora que se ha esfumado la emoción de crearlo. Es tan reparador ser la mano que arranca la maleza. Hay que ajustar palabras asalvajadas, y podar esa repetición, esa musicalidad cansina. Lo más plácido y satisfactorio de la escritura se concentra en estas horas de pulido. El desbrozado nos envuelve en una luz tenue y dorada. Corren las horas como gacelas. Se multiplican las variaciones sobre un mismo párrafo. Dudamos, afirmamos, omitimos una línea, reorganizamos los espacios entre los versos, las letras casi casi crean un caligrama, buceamos en el diccionario de sinónimos, oteamos tras el visillo para aclarar las ideas, recitamos en voz alta la composición (para que sea el aire el que tase y sopese). En nuestro taller, caminamos ligeras. Brilla el entusiasmo. Y queremos mostrar a otros ojos lo que ya sentimos acabado. Los nudos están firmes, las poleas del ritmo funcionan, los verbos crean dinamismos, los adjetivos son los justos. Todo en orden.

Pero nos contenemos. No enseñaré a nadie mi poema. Es mejor esperar hasta mañana. Y que repose el texto por si la masa sube. Al día siguiente, será un pan delicioso.

Otro día. Contemplamos de nuevo a nuestra criatura.

Qué ceguera me ha hecho no ver dónde cojeaba. Esto sobra y esto está muy turbio. Qué coloquial. Cómo es posible. Hay que trabajarlo. Lo leeré en alto una vez más, siempre funciona. Y vuelven las horas a tener otra sustancia: tiempo de trabajo intenso (¿acaso inútil?) que no se percibe.

He decidido recuperar el original, regresar a los hallazgos algo asilvestrados pero ciertos y vivos. Esperaré otro día más, quizá una semana para enviarlo a mi primera lectora. ¿Ocultarlo o exponerlo? Se empaña la celebración con estos trances y decisiones.

OJOS AJENOS

Estar desnuda. Da vértigo la lectura pública, pero también la íntima, del escrito. Más allá de la crítica impresa en la revista o de la que desovilla una boca desconocida, existe el prurito de saber que circula algo de ti sin ningún control. La palabra ‘lectores’ podría tranquilizar. Suena a algo neutro, técnico y pacífico. Pero tú sabes bien que no es así. Son algo más que asépticos coleccionistas de libros. Son un batallón de ojos relamiéndose con nuestra intimidad; son máquinas de juzgar y comentar; son un amasijo de humores cambiantes, influenciados por caprichos de escuelas y modas literarias. Recibiré una estocada en medio de la plaza de la lectura. Ya me duele el rechazo. Complacer me desquicia también. La indiferencia quema de igual modo. Nada satisface al crítico que dentro de mí se refugia. Asco por cargar con este oficio inútil. Condena por no saber hacer otra cosa. Porque siempre nace subversiva, irritante y acuosa la escritura.

CONCIENCIA

Leo lo que tanto sinsabor me ha causado. Hay algo en ello que me reconcilia con la vida. Bálsamo y miel. De pronto, la estancia huele a flores imposibles. Felicidad. El recitado es una sinfonía de mis claves ocultas. Es para mí. Para nadie más. Consuelo y aromática mixtura. Envuelta en signos, en palabras que dicen y callan a la vez, en el revés de mi lenguaje diario. Ha valido la pena, y compensa la angustia este encuentro inesperado con mi libro. Me reconcilio con el lenguaje. Descanso en el colchón de los vocablos. Ellos reflejan una mujer que presentía y que no pude ver. La lectura de los otros es un bosque perdido allá al fondo que no importa visitar. Sólo quiero la paz con mi decir. La sorpresa del texto. No es mío totalmente, aunque haya sido confeccionado en mis talleres. Es de la combinatoria del idioma que se agolpa en la mente y en las entrañas hasta drenarse. Ha nacido de mi deseo, de mi sexo neuronal, de mi razón, entre fuertes contracciones, entre alaridos. Es fruto de una alquimia íntima. Una suma de voces gestadas en mi voz.