martes, 25 de junio de 2024

Reseña de "Sobrevivir a la fragilidad"

Reseña de "Sobrevivir a la fragilidad", de Dori Hernández Montalbán, en la revista digital La Oruga Azul.




FRÁGIL FORTALEZA


“Sobrevivir en la fragilidad”, de Dori Hernández Montalbán, es de esos libros que te invitan a reflexionar acerca de la actitud ante la existencia y de nuestra relación con la poesía. Editado por Aliar Ediciones este 2014, recoge de forma cuidada y estética los últimos poemas de una creadora muy activa en distintas disciplinas como el teatro y el cine, además de la escritura.

Tal como nos dice la autora en su nota preliminar, “escribir como un acto de supervivencia y también como un acto de resistencia”. Quizás estas palabras reflejen con bastante precisión uno de los argumentos centrales del libro: el análisis −desde la lírica− del acto de alumbrar palabras y nuestra simbiosis con el mundo. También añade Dori: “y a pesar de ser testigos de la vida y de la belleza, no podemos ver con claridad aquello que todo ser humano debería poder apreciar: la rosa, la belleza que nos rodea, la esperanza, la luz que no hallamos si no es momentáneamente y como un reflejo caprichoso de la naturaleza”. En el poemario se subraya la importancia de ver, pero no sólo la cara luminosa o estimulante de la vida, también sus reveses ya que “no estaría completa la rosa sin espinas”.

El libro se compone, en general, de poemas de largo aliento, distancia en la cual la autora se maneja cómodamente, imprimiendo a los textos gran fuerza y haciendo que el lector no pierda la atención. Buen ejemplo de ello son sus interesantes piezas “Obsidiana”, “El animal que me habita”, “Orden y concierto” o “Escribo con una aguja”.

Hay un trasfondo de volver a lo esencial, de conectar con la naturaleza, con la tierra que nos alumbró, un sutil mensaje ecológico en el conjunto.

Muy sugestivo el poema “Mandala del poeta enamorado”, en el que se encadena una sucesión de imágenes para trasladarnos a un espacio sensorial interior: sueños de una góndola bajo la lluvia que luego será una mujer acunada por el amor cumplido, para volver a transformarse en mandolina, y mutar finalmente en besos o amapolas mecidas por el viento. A través de lo plástico y de fogonazos de elementos potentes, Dori describe muy bien la fiebre de la poesía, que devora a los que la practican.

Mandalas, diosas, enigmas, señales hechas con ceniza, ofrendas de frutos equinocciales: todo un universo de símbolos, de un misticismo casi pagano, que crea un ambiente muy intenso y que trasmiten al lector un mundo poético bien delimitado.

La figura de la rosa, ampliamente citada como un símbolo asociado a la lírica y a lo esencial por distintos poetas, como Huidobro: “no cantéis a la rosa, dejadla florecer en el poema”; Carmen Conde: “¡Una rosa, la Rosa, que me nace a mí sola / acompañando dulce mi desterrado sueño!” o “La rosa incómoda” de Ángela Figuera Aymerich: “A esto hemos llegado, amigos, / a que una fresca rosa nos lastime la mano”. A través de esta simbólica flor, Dori Hernández Montalbán vuelve a redefinir el oficio y el compromiso de la escritura, y lo hace en varios textos a lo largo del libro. Cito algunos versos: “Tu pupila aún no puede ver −la rosa− / espera a que pase esa nube de desconcierto”, “la rosa germina en buena tierra”.

En la primera parte, Dori allega elementos que van cercando el discurso, que lo acotan, va definiendo poco a poco la idea central de este grupo: tomar conciencia de nuestra mirada, del ver, don imprescindible para desarrollar la escritura. En la segunda parte, felizmente titulada “Manual de supervivencia”, la voz poética manifiesta una postura activa y decidida para realizar cambios y coger brío para la vida “Voy a vaciar los armarios de ropas / que solíamos ponernos cuando éramos otros / porque ya no encajan como antes en nuestros cuerpos”. “Para ver si me hallo” es la consigna “desnuda y verdadera”. El bello poema titulado “Plantar un jardín”, ahonda en perfilar la actitud que favorece ese avance por medio de dos símbolos: la silla y el cultivo de un jardín. A través de esa quietud-activa, se puede observar los pequeños cambios, se puede aguardar las señales y se fortalece la voluntad y la resistencia, puede el ser humano consolarse por ser expulsado del paraíso y, también como sugiera la autora, de la poesía.

El cuestionamiento de la utilidad de los poetas se desarrolla muy bien en el poema “¡Qué ironía!”. Un texto con una carga de ironía y profundidad muy bien armonizadas: “Los poetas no servimos para nada / porque somos gente rara, / porque tenemos el don de la premonición, / el don de la inoportunidad, el don de la rebeldía, / y somos el espíritu de la contradicción”.

Os invito a leer “Sobrevivir en la fragilidad”, a dejaros envolver en el pétalo de sus hojas, a hacer vuestros los últimos versos que Dori Hernández Montalbán nos regala, “Las palabras solo brotan en el poema / por eso nunca te rindas, / aunque tengas que inventar de nuevo el mundo / y nombrar las cosas jamás nombradas”. Sigamos pues nombrando a través de cada poemario que leemos nuevos espacios de percepciones. ¡Estáis invitados!


Marina Tapia

domingo, 16 de junio de 2024

Entrega de Premios en Huétor Vega 2024

El diario Ideal y la página deconcursos.com se han hecho eco de la entrega de premios en Huétor Vega: concursos de fotografía y cartas de amor y desamor.


Huétor Vega entrega los premios de sus concursos de fotografía y cartas de amor y desamor
Eduardo Tébar
Sábado, 15 de junio 2024.


    Huétor Vega celebró anoche en el Museo del Vino y Flamenco, en Huerta Cercada, el acto de entrega de sus certámenes culturales. El concejal de Cultura, Chus Fernández, condujo la velada en la que estuvieron presentes los ganadores del 'XXI Concurso de cartas de amor y desamor' y el 'XXXI Huétor Vega de Fotografía'.
    Unas sesenta cartas se han presentado este año a la convocatoria de textos de amor o desamor. En este caso, el primer premio ha quedado desierto porque el trabajo 'Frente a frente', que fue el que más convenció al jurado, ganó en abril un concurso de literatura epistolar amorosa en un pueblo de Teruel; las bases recogen que las cartas deben ser inéditas y no premiadas en otros certámenes. Quien sí acudió para recoger el segundo premio, dotado con 150 euros, fue la poeta Marina Tapia, conocida por muchos de los presentes por ser la responsable del taller municipal de poesía. 'Querida poesía' cautivó al público asistente y desató un largo aplauso. Por otro lado, Laura Mostazo Gracia se hizo con el premio local (200 euros) por 'Que veinte años no es nada', que también leyó en el atril.


    A continuación, unos premios con solera: el 'Huétor Vega de Fotografía' ha alcanzado su edición número 31. José Luis López Rojas, técnico de Cultura del Ayuntamiento de Huétor Vega, destacó la importancia de este concurso, que en su día fue pionero en catalogar el trabajo de artistas como Manuel Bello, que expone hasta septiembre en la Sala Alta del Palacio de los Condes de Gabia de Granada.


    En total, 112 instantáneas se han presentado este año al certamen fotográfico hueteño. El primer premio, dotado con 600 euros, ha sido para 'Seriedad', de Diego Barroso Ramírez. El autor bromeó al recogerlo: «No sé qué decir después de haber estado esperando 31 años para llevarme el premio, porque llevo 31 años participando». El segundo galardón (350 euros) ha recaído en 'Confidencias', de Antonio José Álvarez de Castro, que valoró «el nivel tan alto y exigente de este concurso». Y el tercero (200 euros), para 'Luz', de Francisco José López Costa, trajo una reflexión: «Este concurso es la búsqueda de la sensación, la búsqueda del sentimiento; animo al Ayuntamiento a seguir apostando por la cultura».



miércoles, 12 de junio de 2024

Taller "Raros de luna" en Íllora

Muy agradecida al Ayuntamiento de Íllora, y en especial a mi querida amiga Ana Barea Barco por la oportunidad de llevar mis "juegos poéticos" al taller de poesía "Raros de luna". ¡Ha sido una tarde muy bonita!








martes, 11 de junio de 2024

Feria del Libro de Fuente Vaqueros

Agradezco a l@s organizador@s de la Feria del Libro de Fuente Vaqueros, a las chicas de El Envés, a Nico (de Lees otras cosas) y, en especial, a todas las amistades que os acercasteis a "Lorca a la luz de las velas", por la siempre cálida acogida en mi Fuente.










sábado, 1 de junio de 2024

Reseña de "Pero el mundo no estaba", de Juan José Castro Martín

Todo un gusto reseñar un excelente libro como "Pero el mundo no estaba" (Sonámbulos Ediciones) de Juan José Castro Martín, tan intenso y tan bien construido. Gracias al autor y a María Ángeles de la revista CaoCultura.




RÉQUIEM

    A propósito del reciente premio literario otorgado a Juan José Castro Martín por su último libro “Bosque errante” (Reino de Cordelia), me detengo en su excelente trabajo anterior, con el deseo de animar a su lectura.
    “Pero el mundo no estaba”, publicado por Sonámbulos Ediciones en 2022, con una impactante fotografía de Lola Maleno en su portada, es un poemario que se abre con un lenguaje sensitivo y a la vez enigmático, que exige del lector todos sus sentidos dispuestos para adentrarse en ese desasosegador momento vital al que nos acerca. Acompañamos a la voz poética por caminos profundos, de interiorización de lo vivido, de transformación en belleza formal de un dolor primordial que nos une como seres humanos: la muerte.
Poco a poco, a través de la familiaridad con lo que nos allega el poeta, nos vamos volviendo diapasón e instrumento receptivo para vibrar con cada escenario suavemente delineado. Una poesía que nos apela, aunque el escritor haya utilizado una manera particular y unas formulaciones genuinas y arriesgadas -menos coloquiales- para acercarnos a su imaginario.
    El conjunto se compone de varios bloques con títulos muy simbólicos como: Palabras prohibidas, espacios muertos; Blanca frontera de los ecos; Blanco galope hacia la noche; o Blanca frontera del sonido. Todos ellos con una cuidada apertura de citas escogidas con mimo y de gran significación. Se puede apreciar la unidad y el trabajo de fondo para vertebrar su propuesta en torno al color blanco (para muchas culturas el color de la muerte), para ir superponiendo capas de significación, una labor muy parecida al trabajo de veladuras que realizan los pintores. Sabemos y no sabemos, nuestra intuición se pone en estado de alerta para aprehender todo lo que el autor quiere donarnos con su escritura, que es un diálogo en varias direcciones, como también hacía la filósofa María Zambrano.
Leyéndolo, recordé además las propuestas desplegadas en sus libros por las poetas Ada Salas, Cristina Grisolía o María García Zambrano. Literatura que va más allá de lo fragmentario, que conmueve y que despierta una inquietud gozosa gracias a su apuesta por un estilismo más contemporáneo.
Como se explica en la introducción del libro: “La nada, el vacío sólo es una convención que representa la ausencia de algo (siempre previo). Pero en la muerte dejamos algo más que un cuerpo y ese algo es verdad que no se agota”. El conjunto está dedicado al padre del autor, “un hombre bueno”, con ese claro guiño machadiano. Es un canto de amor filial vibrante, es un filosofar sobre la pérdida desde la poesía.
    En la primera parte se juega con las sensaciones que giran alrededor de diversas antítesis: la vigilia y el despertar, la aurora y la noche, los márgenes y lo evanescente. Y este recurso se vuelve poroso y de gran textura, no hay interés en el regodeo intelectual; más bien, un acercamiento a través de los sentidos. “No estuvo lo que está y contigo existe” comunica claramente la voz poética, “anonimato de las horas / los objetos protestan / ante su falta de presencia”. Constatamos que existe un deseo profundo de aproximarse a lo más sutil e indefinido de nuestro deambular existencial. Para ello, Juan José se entrega a una contemplación activa en la que los objetos van dejándonos pistas de significación −desde su inmovilidad− acerca de la vida.
    En las partes finales del libro, la estructura se vuelve más cercana al lector y perfila más claramente un argumento: la figura del padre, sus luchas, el universo que dejó (huerto, casa, aljibe, objetos) y que lo perpetúa. Un sincero y emocionante homenaje que no cae en dramatismos. Por eso, todo el poemario tiene como partitura una conversación en voz baja con la figura paterna y, de alguna manera, con Tánatos, y dibuja una intimidad de la que somos cómplices a través de su lectura. Pero quizá el elemento omnipresente sea el decir, el habla, el lenguaje que, tal y como plantea su autor en potentes versos, “desalojan el cuerpo las palabras”, “porque solo los muertos ya no dicen”.
    Dejemos suspendida nuestra escucha en el cierre que Juan José Castro Martín ha escogido para su libro, “¿Qué es el nombre que ya no dice el tiempo?” Nosotros, que aun modulamos los días, sigamos leyendo poemarios tan interesantes como este, sigamos empapándonos de reflexiones a través de sus versos.
Marina Tapia