miércoles, 29 de diciembre de 2021

SEMBLANZA DE “SOY COMO EL TRUENO”

 

    Llena de gratitud por los hermosos regalos que me envía a casa Sabina Editorial, quiero compartir mis impresiones acerca de la presente antología de la poeta catalana Anna Dodas i Noguer.

    Leyendo esta compilación suya, he sentido ese juego de espejos, ese reconocer a una hermana en la palabra, a una maestra de lo sutil y verdadero. Vi en sus versos esa postura tan parecida a la que he tenido al escribir dos de mis últimos libros, “Islario” y “Bosque y silencio”, ese “soy en el paisaje, me defino”, ese reencontrarse con la voz llameante de un puñado de escritoras que hacen suyos los lugares que transitan, que establecen con ellos una relación sagrada, casi pasional. Qué balsámico, qué sanador es ser arropada por esa mirada cálida de otra autora que, desde un mundo o una época distinta, nos hace sentirnos menos solas, menos incomprendidas. Peregrinar hacia el paisaje, volverse médium, reconocer lo que palpita, la vida interior imperceptible de los espacios, son las huellas que va dejando Anna Dodas. Juegos de luces y sombras sutiles que se proyectan sobre la piel de los seres humanos receptivos. Almas que van al encuentro de la maravilla en alpargatas, de la trascendencia con ropa de andar por casa, almas que se adentran en parajes cercanos (no a viajes lunares que sólo podrán pagarse las grandes fortunas), a los prodigios que están a nuestro alcance y que no siempre vemos.

    Visibilizar el misterio de los pedregales, de un altiplano de hielo, del cobre de las montañas, de los plenilunios, de los soles hipnóticos, de las cavernas de altos senos... es lo que plasma nuestra poeta, una realidad escondida pero viva, envolviéndola en un aura de misterio, tan presente en la naturaleza. Nombra el mundo, extrae su jugos esenciales con una voz potente, única, muy propia, sin titubeos, con una pasión medida pero efectiva. Y es fácil acompañarla por los caminos blancos de nieve, sumarnos a esa soledad clamorosa que recoge con su voz.

    Y volvemos a recordar el poder de las palabras: poder de evocación, poder de transportarnos, poder de conmovernos con tan solo una grafía sobre una hoja en blanco. Pura magia.

    Y volvemos a dejarnos guiar por el misticismo palpitante en las escritoras que registran los movimientos sutiles de la naturaleza, como Emily Dickinson, Gabriela Mistral, Elizabeth Bishop o Annie Dillard. A acceder a esa especie de salvación, al edén que nos regalan las palabras (a salvo de la tecnología tentacular), que nos brinda nuestra Lilith para la rehabilitación de los sentidos.

    La voz clara de Anna, prístina, aérea y a la vez de greda roja, nos llevará hasta esos paisajes maternales y telúricos que, en esta rapidez del existir, permanecen ocultos y alejados.

    En el impresionante “huye huye de mí caballo”, sus versos hacen ese juego de espejos del que hablaba, y me parece escuchar a la vez el poema “Ternera acosada por tábanos” de Blanca Varela.

    La poeta se debe a lo que observa, se hace una con los elementos simples y puros: “soy de vidrio/ una burbuja de vidrio con brazos/ y corazón/ vidrio quebradizo/ y dentro nada”. Su obra está llena de imágenes tan sugerentes como “Tú fuiste silencio y ahora eres espina”, “rechinan con un sonido agudo/ las complicadas maquinarias celestes/ mil estrellas que giran/ dolorosamente”. Plástica, colores y sensaciones que vibran (”y con los miembros yertos/ de plata/ los ojos de plata, la piel/ de plata,/ de plata el doloroso respiro…”), destellos de formidable intensidad como en uno de los textos más potentes, el que da título a este volumen, “soy como el trueno/ gimiente que brama en el valle/ loco de terror/ yo soy el valle/ como el rastrillo/ ciego entre piedras/ que topa con el terrón/ soy la oquedad/ vertiginosa que escupe/ agua en su salto magnífico...”

    Recomiendo encarecidamente leer y disfrutar esta antología bilingüe con prólogo de Carmen Oliart Delgado de Torres, traducida al castellano por Caterina Riba y Max Hidalgo Nácher y editada con el exquisito gusto de Sabina Editorial. 

 

                                                                                     Marina Tapia



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