domingo, 29 de junio de 2025

Recital de poesía arábigo andalusí

Muchísimas gracias a tod@s l@s amig@s que nos acompañasteis ayer en el recital arábigo andalusí en el convento de San Luis el Real, y a tod@s l@s participantes del Círculo Literario de La Zubia, y a l@s que prestaron su voz en árabe y sus delicados instrumentos. Fue un delicioso viaje en el tiempo a través de la poesía y la música bajo el Laurel de la Reina. Gracias a Margarita Osborn por sus fotos del dúo Pimpinela y también a Rosa Ortega.

















sábado, 21 de junio de 2025

Entrevista en Ahorateleo

Muy agradecida a Carmen Hernández Montalbán por su entrevista en Ahorateleo, de la asociación La Oruga Azul, a propósito de la publicación de "Mixtura" (Averso). !Espero que os guste, amig@s!




-Háblanos un poco de ti.

Nací en una ciudad muy particular, en Valparaíso, un enclave con una geografía única: puerto en movimiento continuo, casas amontonadas subiendo por sus cuarenta y dos cerros, decadentes caserones estilo inglés, escaleras interminables, perros callejeros por doquier, ‘arte a cielo abierto’ y curiosos funiculares (ascensores). Creo que el paisaje siempre marca. Era un mundo de estímulos, de colores y de cúmulos, la mayor parte del año, grises, un espacio que tendía a la nostalgia, donde en las radios de las micros se escuchaba música desfasada, de la ‘nueva ola’, donde todavía existían ‘emporios’ y locales de aspecto decimonónico o bares de ambiente marinero. Nací dentro de un pasado detenido. Y siempre estuve rodeada de arte y de libros. Mi padre y mi madre se conocieron en la escuela de Bellas Artes y son pintores y poetas. Nosotros, sus hijos, tuvimos la suerte de que nos inculcaran el arte desde pequeños, y de poder desarrollarlo en comunidad, en familia, en diversos talleres y grupos. El arte era un acto cotidiano. Esta base es la que tengo, y sobre ella se ha ido construyendo mi andadura poética. Gracias a mis padres y a su entorno, aprendimos a cultivar la observación detenida de lo que veíamos, a tomar siempre apuntes en libretas que se llevaban a todas partes, a tener una rutina de lectura, a ser críticos con lo realizado, a disfrutar con la creación. Es extraño haber crecido en esa burbuja de creatividad en plena dictadura. El golpe de estado había hecho fracasar la floreciente época cultural que vivieron mis padres: la de la canción popular con Víctor Jara y Violeta Parra a la cabeza. Yo ya nací en dictadura. Hay un verso de mi libro “Corteza” que, de alguna manera, me define y quizá engloba a toda una generación: “soy esa conjunción de mis dolores / el vuelo sobre el cielo del fracaso”. Volamos desde el dolor de lo real a través del arte. Un proyecto social e igualitario que aplacó Pinochet… pero el canto, la música de protesta de sus canciones jamás murió. Después, ya en los noventa, parte de nuestra familia emigró a Madrid, y luego cada uno ha cogido su propio rumbo: Granada, París, Berlín, Vigo… Creo que lo artístico y el hecho de cambiar de lugar (con todo el camino de aprendizaje personal que eso conlleva) es lo más determinante y es lo que nos define como familia y también de manera individual.

-¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mixtura?

Una amplia muestra de los diez poemarios que he publicado hasta el momento. De cada libro se recogen más de veinte poemas. Y cuenta además con un bellísimo y muy completo prólogo de Juan José Castro. Es una destilación de mi trabajo creativo en el área de la poesía. He intentado que todas las temáticas que he cultivado estuvieran presentes: la identidad femenina, el silencio y la palabra, la naturaleza, el amor y el erotismo, la errancia y la plástica.
Esta mixtura, esta fusión de sustancias interiores, creo que puede dar cuenta de lo que me ha importado siempre: la búsqueda de una voz propia, el deseo de trabajar el lenguaje con mimo, la importancia que doy a los ritmos y a la musicalidad, la necesidad del entorno natural y salvaje para encontrar nuestro lugar en la poesía y en el mundo, y la mirada hacia la otredad, hacia los seres humanos hecha con atención y empatía.

-¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que a pesar de su variedad de temáticas, todas ellas se hermanan en una voz asombrada ante lo observado, un lirismo muy atento a los cinco sentidos, que otorga más plasticidad a los versos. Muchas amistades escritoras dicen que mi poesía es muy sensual y, algunas veces, con un erotismo muy marcado. Creo que este libro a pesar de contener diez trabajos con distintas claves posee un sutil hilo conductor, que es, según mi opinión nada objetiva: la vibración de la voz poética al contemplar el mundo. Siento que hay algo vivaz, no estático, una búsqueda contante. Pero lo más bonito es que los lectores me digan cuál es la fuerza de este compendio. Son las opiniones de ellos las que importan y que, espero, me vayan llegando tras su lectura. Ya se sabe que una vez publicado un trabajo ya no te pertenece, los libros viven de una manera única y particular en cada persona que los lee.

-¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Es posible que haya ido ganando más seguridad a la hora de escribir. Atreviéndome a ser más conceptual y hermética. Con “Piedra que mengua”, no estuvo tan presente la consideración de ser entendida, cercana. Me dejé llevar, fue un rapto. Este último tiempo, me he atrevido con el soneto que siempre impone mucho, y he experimentado con poesía visual, voy dejándome llevar. No hay nada que demostrar. Sólo me acuna esa fascinación por las palabras, ese deslumbramiento de siempre. Voy escuchando a la que dentro de mí habla. También tengo que destacar y agradecer vivir con un gran escritor como lo es Ángel Olgoso. Él es un referente continuo para mí, su independencia, su manera de afrontar la escritura y la lectura, con tantísima entrega y responsabilidad, me nutren cada día. Soy una privilegiada.

-¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

A raíz de ver un documental sobre Ana María Matute (Imprescindibles de RTVE), caí en la cuenta que me faltaba leer alguno de sus libros. Así que acabo de terminar “Algunos muchachos”, una obra densa, que deja estela. Esa manera suya de mezclar la crueldad del ser humano con la inocencia es única. Es como exponer un pecho desnudo y rozagante junto a otro tapado. Es increíble cómo expone las fricciones de la emoción con un pensamiento aprendido. Es como si desembocaran, en un mismo embalse, ríos opuestos. Muestra el contraste entre clases sociales que tan bien armonizan; como si nos dijera: todos somos hijos de un instinto de supervivencia primitivo. Por eso los lectores nos vemos reflejados en personajes tan diversos y contradictorios: no hay negro sobre blanco ni blanco sobre negro, sólo mixtura humana. En su literatura nada es grave ni categórico, aletea una risa sutil, una ironía mansa que agradecemos. Su prosa tiene flecos. Tiene compuertas desdibujadas donde podemos entrar, si queremos, para hacer nuestras propias interpretaciones. Este conjunto de relatos tiene finales inesperados, nada tópicos. Simbología. Un lugar para las preguntas.

-Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Sí, he estado terminando las ilustraciones de un libro de poesía infantil que he escrito. Este proyecto lo tengo hace bastante tiempo en marcha, desde Óbidos, pero he ido aumentándolo y perfeccionándolo, también ‘probando’ mucha de sus poesías con el alumnado de los colegios a los que voy. Mi deseo era que cada poema tuviera su ilustración. ¡Y ya por fin las tengo todas! Todo hecho a mano por supuesto, sin ayuda de ordenadores o de IA, jejeje. Me ilusiona muchísimo ver este libro publicado, poder regalárselo a mi sobrina Minagua (a la que está dedicado), poder hermanarme con tantas otras poetas que admiro que hicieron un espacio a la poesía infantil, además de la dirigida a los adultos, como mis queridas Gabriela Mistral, Gloria Fuertes y Angela Figuera Aymerich. A veces siento que la escritura es también amor hecho palabras, y yo siento mucho cariño por ese niño que todos llevamos, ese inventor, ese mago, ese ‘rimador’, ese fabulador que siempre persiste en cada uno. Quisiera que este libro lleve imaginación y risa a quien lo lea.

viernes, 20 de junio de 2025

Reseña de "Bajo los astros de la repetición" en Moon Magazine

Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Galardonado con el Premio Euskadi de Literatura 2024, Bajo los astros de la repetición, de la poeta donostiarra Julia Otxoa, nos ofrece una voz que conmueve, a la vez que sorprende, por su gran fuerza lírica. Agradecemos a Marina Tapia esta recomendación.

Marina Tapia — 19 junio, 2025




Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Julia Otxoa, en su cuidadísimo libro Bajo los astros de la repetición (Premio Euskadi de Literatura 2024), publicado por Averso, nos ofrece una voz conmovida ante este mundo desigual y tantas veces cruel, que nos sacude. Su mirada hacia la actualidad y hacia el pasado, siempre desde una clave lírica y nada coloquial, sorprende y emociona. Es un libro trabajado al máximo, bajo la exigencia autoimpuesta de buscar —con un decir contenido pero a la vez fluido— razones de esperanza.

Dedicado a su compañero de vida, al artista y escultor Ricardo Ugarte, el poemario posee gran coherencia, revela una insubordinación ante el decir y, también, ante lo que se calla. Una narración donde se abordan diversos hechos y acontecimientos que han marcado a la poeta y a la humanidad, y donde se esboza el amor, la comunión con la naturaleza y la solidaridad como bálsamos esenciales.

El libro está dividido en dos partes: «El limón y la espada» e «Insiste la belleza entre las ruinas», dos partes que se complementan totalmente. La primera, con poemas de aliento largo y que rinden homenaje a figuras tan significativas como Vasili Kandinski, René Char, Ósip Mandelshtam, Albert Camus, Hannah Arendt, e incluso al propio abuelo de la autora o al mítico personaje de Antígona. El segundo bloque contiene bellísimos poemas breves (incluso de un solo verso), plenos de una potencia que es fruto de conclusiones muy meditadas y que definen la postura de la creadora: «Son las interrogantes las que hacen posible el vuelo, poderosa poética de lo pequeño», «Memoria, elevación de un lápiz al altar / de las resurrecciones», «Son las cicatrices lazarillo del corazón», «No hay otro modo de ser para mí que el de la llama», «Derramamos el agua sin leerla». Rotundas afirmaciones que desean apresar la esencia de su pensamiento, reflexiones a conciencia acerca de quiénes somos, y de cómo enfrentarnos a las herencias colectivas y a la búsqueda de una identidad más acorde con los valores humanos.

El conjunto se abre con una pregunta: «¿Dónde la llave?» Y abrirlo con esta interrogación da clara muestra del espíritu que ha movido a la autora a emprender ese viaje interior —que es la poesía— en busca de certezas. Hay un deseo de romper «los años de nieve», el frío, el invierno, el hielo; en definitiva, la dureza del mundo, con sus injusticias, guerras y contiendas absurdas que nos inmovilizan.

Vivimos en un siglo bárbaro / pero ¿cuál no lo fue?

Muertos y más muertos, con su quema de libros, con el avance de la desmemoria, la indolencia y la mudez, también el entierro de la esperanza que suponía el arte y la civilización. Debemos seguir sublevándonos ante los horrores.

Leyéndola recordé el espíritu culturalista de El bosque errante de Juan José Castro, y la voz estremecida de Ángela Figuera Aymerich. Julia Otxoa encuentra una forma de decir que recoge la sustancia de la poesía desarraigada y del 50’, pero con un lenguaje más simbólico, lírico y trascendente.

La palabra como un acto de humildad, de clemencia por nuestro silencio colectivo y nuestra no implicación ante las problemáticas sociales. La poeta pide perdón por su torpeza al nombrar el horror; y son los pájaros, el vuelo, la naturaleza los que apuntan hacia otra realidad más alta, esa que salva al ser humano, esa que nos reconcilia con la vida. «Nos une el silencio», «las palabras que escribo no son la palabra», «mirad todos, mi rostro sin lengua», «cada traducción que hago del universo / me parece una impostura», reconoce Otxoa señalando la imposibilidad de exorcizarnos, esa impotencia de nombrar el dolor así como el enigma de la existencia.

Él me recuerda con sus versos / que caminamos bajo los astros de la repetición.

Estos versos tan significativos, y que recogen el aliento central del poemario, nos hablan de una historia que se repite, del olvido y la desmemoria, del no aprendizaje, de nuestra inconsciencia a pesar de ser, supuestamente, la cúspide de la pirámide evolutiva. Gracias, Julia, por conmovernos y convocarnos a ese acto de rebeldía y lucidez que es la lectura, que es creer que los buenos libros pueden cambiar el mundo.

viernes, 13 de junio de 2025

"Mixtura"

Muy feliz porque ya está en mis manos, y disponible para tod@s l@s lector@s, "Mixtura", antología personal que recoge una amplia muestra de los diez poemarios que he publicado hasta el momento. Con un completísimo y maravilloso prólogo de Juan José Castro Martín y con el cuidado que siempre pone Averso poesía, es una gran alegría para mí compartir este trabajo con vosotr@s.



miércoles, 11 de junio de 2025

Acerca de tres libros de la poeta argentina Nélida Cañas

Comparto mi reseña "Acerca de tres libros de la poeta argentina Nélida Cañas en la revista Masticadores:



ACERCA DE TRES LIBROS DE LA POETA ARGENTINA NÉLIDA CAÑAS



RESPIRO UN CAMPO DE LINO

Como ya nos tiene acostumbrados, Nélida Cañas, poeta de lo sutil y desatendido, vuelve a conmovernos con “Respiro un campo de lino”. Ella sabe captar con maestría lo mínimo, lo que en apariencia no reviste importancia, pero que −visto a la luz de las estaciones y de su mirada atenta− dibuja esas huella certera y sutil que emociona. Los movimientos de la naturaleza son perfilados minuciosamente y, a la vez, desde lo alto, desde la visión de un pájaro en vuelo.

Insinuación, apunte preciso, magia secreta de los espacios abiertos, campos propicios para reflexionar sobre la belleza. Esos elementos son los que nos dona Nélida con su poemario, esa suerte de trascendencia que habita en lo minúsculo.

Festejamos la calidez de nuevos significados. Aquel espíritu que nos acuna, cuando sabemos leer entre líneas. Tres versos como estos, “El viento/ se hace ovillo/ en los rastrojos”, traerán a nuestra sensibilidad una ráfaga de significados. En los rastrojos, aquello último y olvidado, es justamente donde el viento se entretiene y recrea. ¿Acaso en nuestra vida la verdad y la luz no se pasean más a sus anchas en aquello que descuidamos?

A veces, una imagen potente y muy vívida le vale a la escritora para definir un paisaje (“El huso de la noche/ hila sueños./ El día lo deshace”); otras, su planteamiento se desgrana y nos regala un conjunto más extenso de asombros (“La lluvia reverbera/ en la laguna./ Una garza/ se sostiene en la orilla/ en una sola pata”).

Adjetivos precisos que prestan textura y cuentan una historia con limitados recursos: “Una hojita leve/ y sola/ en la indigencia de la tarde”. Esa “indigencia” posee una gran carga simbólica en estos momentos en que hemos dejado a la naturaleza desprotegida y devastada. La autora sabe jugar con lo medido, con una baraja de pocas palabras gana la mente del lector.

Hermosísimos poemas nos dejarán un gusto de levedad, de extrañeza, de añoranza: “Entra un rayo de sol:/ tu ventana/ se sostiene/ en la pared ruinosa”.

Y quizá este texto sea el que mejor pueda definir el conjunto, su voluntad, sus pilares: “Escribir./ Escribir lo sublime/ como quien pinta el cielo/ o traza un círculo”. Porque queremos ese dibujo que Nélida Cañas hace de la vida, sus pasajes, su acontecer. Queremos estar imbuidas en su esperanza, en el cúmulo de sus deseos, en esa mirada puesta sobre lo amable y lo ínfimo. Necesitamos que la voz de la poesía nos arrastre por las facetas menos erosionadas de lo humano. Su voz cercana al aire.



EL LIBRO DE LAS FLORES

En este bello poemario que se compone de seis partes o momentos −en palabras de la autora− “Lenguaje”, “Danza”, “Ofrenda”, “Enunciación”, “Florecimiento” y “Habla”, Nélida Cañas destila, con un lenguaje preciso, colorido y profundo, un acercamiento al simbolismo contenido en las flores. El libro es una verdadera delicia para los sentidos. Lo plástico, la metáfora, acompasan una voz madura y medida, una voz que no necesita artificios para hablarnos sobre aquello escondido en realidades mínimas. Sirva de ejemplo el poema “Trigales”: “círculo amarillo/ en la memoria/ aro de fuego/ en el que ardo”. O en el excelente texto titulado “Rosa” en el que se compara a esta flor con un mandala en que abreva la luna.

Con citas muy bien escogidas, Nélida va guiándonos por un camino de sensaciones sutiles, va adentrándonos en su universo único, abanico de pureza léxica y de hallazgos. Quizás los versos “alcanza la belleza de lo que calla” o en “florecer/ florecer al fin/ en el silencio/ de lo leve” sean dos de los textos que mejor definan esta propuesta de la poeta.

El libro nos seducirá −también− por su vocabulario rico y acorde con lo contado: “inefable planicie/ de lo divino”, “hecho de ideogramas perfumados”, “para ofrecerle la secreta/ vinculación de sus jugos”.

Os invito a despertar vuestros sentidos en este jardín de encantamientos líricos, “como amantes enloquecidos” de las etéreas delicias de la vida.



SINFONÍA DE AGOSTO

Tal como nos cuenta Estela Sanlungo en el prólogo de “Sinfonía de agosto”, este poemario es como un libro de definiciones, una especie de diccionario personal donde la poeta nos traslada, de forma delicada y precisa, sus impresiones acerca de un abanico de conceptos que desea volver a revisar y definir. Para ello va allegando múltiples elementos del mundo natural con el que Nélida Cañas -tal como he visto en anteriores trabajos suyos- guarda una relación muy estrecha.

Y como si fuera un cuento lo que nos quisiera contar con cada poema-definición, la autora comienza sus textos con la palabra “cuando”, llevándonos así a ese tiempo pasado que ahora nuevamente se recrea.

Nélida se vale de lo conciso, de lo breve, hay un claro intento de apresar algo mínimo y describirlo también con las mínimas palabras. Porque no es necesario adjetivar demasiado cuando lo que se nombra contiene en sí mismo una carga simbólica y plástica. Esto lo sabe muy bien nuestra poeta. Ella nos dice (definiendo la escritura) “cuando abro/ mi libreta de notas/ y/ me dejo decir/ por el lenguaje”. Sí, dejarse decir es lo que busca su poesía, quizá ser un conducto o un canal en el que un lenguaje secreto y no tan evidente se manifieste.

Veremos en este conjunto que lo mágico, lo onírico, el mundo de la infancia, están muy presentes: “cuando encuentro/ entre las hojas de la hierbabuena/ la leve pluma/ del ángel de la guarda”. Nélida no le teme al diminutivo, a las palabras empapadas de ternura, porque sabe bien regalarles otras dimensiones, lograr que suenen a belleza y sinceridad en nuestros oídos.

La figura de Emily Dickinson sobrevuela las páginas de esta sinfonía: ambas escritoras cultivan el mundo íntimo de la naturaleza (“y al fin/ no se niega/ al lenguaje de la flor”, “cuando un pajarito/ leve y solo/ es un chisporroteo/ de agua clara”), rescatan el asombro por asuntos que, de tan cercanos, se tornan invisibles para nuestra contemplación.

Encontraremos también un diálogo bosquejado −a través de precisas pinceladas− con otras autoras y personajes de distintas épocas, que hacen más rico este original diccionario poético.

Dejad que los compases de estos versos vegetales y serenos, cargados de estaciones y de pequeños hallazgos se desgranen lentamente en el mantel de vuestra escucha.


Marina Tapia

Reseña de "Jornadas neorrománticas", de Sebastián Waldo en CaoCultura

Gracias por la publicación de mi mirada lectora al poemario "Jornadas neorrománticas", del poeta chileno Sebastián Waldo, a María Angeles Robles Morales, de CaoCultura. Espero que os gusten mis palabras. ¡Sigamos leyendo y compartiendo! 




NOSTALGIA, SUTILEZA Y ESTACIONES

Encontrarse con “Jornadas neorrománticas”, del poeta chileno afincado en Granada Sebastián Waldo, es volver al universo de la poesía de mi tierra natal, a los ecos de Jorge Teiller y su poesía lárica. Podemos decir que un Tellier contemporáneo vive entre sus páginas y nos invita a realizar un verdadero viaje a las brumas del territorio austral, a ese lugar perdido en la memoria, entre esteros, lámparas ciegas, casas en ruinas, con el raído rumor de las hojas y la guerra de lluvia en los tejados. Me hice con este libro la pasada Feria del Libro de Granada, en la caseta de Averso/Aliar, y en él he hallado un trozo vivo de mi pasado, un pozo donde confluyen sensaciones que había perdido: mundos que sólo pueden crecer en el territorio latente de la poesía chilena.

El poeta apresa impresiones muy leves, e intenta definir elementos atmosféricos a través de imágenes novedosas: “Sabes bien que el estío nace / de las más breves tinieblas”. O momentos concretos del día a través de la potencia y claridad de una imagen: “Apaga todas las luces / para que la noche descubra / su verdadero rostro.”, “los astros mueren cada noche / para nacer de nuevo en el canto de los gallos”.

Bajo la estructura de anáforas y repeticiones, que mantienen un ritmo sostenido en las estrofas, Sebastián Waldo levanta composiciones sólidas, de alta coherencia, con buenos finales, títulos precisos y musicalidad gustosa.

En el poemario encontramos palabras de origen mapuche o de árboles y plantas originarias de Chile que otorgan una prestancia colorista al libro (queltehues, aromos, imbunches…). En él los pueblos −no las grandes ciudades− y su nostalgia de historias están reflejados. Barcos extraviados, trenes que se marchan hacia pueblos de la memoria, espejos que ya no guardan el recuerdo de los rostros, fantasmas, chimeneas, caminos polvorientos y casas de piedra: símbolos muy contrarios al progreso, muy alejados del paisaje de prisa y rendimiento de la sociedad actual donde solemos movernos. Y es justamente por eso que agradecemos esta voz auténtica que nos transporta a su eternidad detenida, a ese paraje de vientos que dominan todo (hasta los reflejos, el mundo privado y las esperanzas), a un desfile de naturaleza casi anacrónica que es tan emocionante recuperar. Porque los escenarios de Waldo son, de alguna manera, los de esa juventud que todos hemos vivido, un espacio donde el amor deformaba la realidad, donde el tiempo y las horas estaban a merced de nuestra ensoñación, donde la capacidad para expandir un instante era moneda corriente y el verdadero tesoro de ese periodo. Leyendo estas “Jornadas neorrománticas” (Averso, colección Perversa, 2015), título que ya nos anuncia claramente la voluntad del autor por sumergirnos en una época pasada, los lectores sentiremos que no sólo se puede llegar a la contemplación del paisaje y a la reflexión acerca de la fugacidad de la vida a través de las corrientes orientalistas (tan de moda actualmente), sino también a través de estos ecos presentes en el universo lárico, en la pulposidad de la mirada y del decir de latinoamérica.

Invito a leer a este autor con voz propia, que trae a nuestro panorama una corriente fresca, magallánica y un imaginario nostálgico y reinventado.

Marina Tapia

Presentación de "Cien inexactos movimientos", de Antonio Carbonell

He tenido el gusto de intervenir en la presentación de "Cien inexactos movimientos", un cuidado poemario de Antonio Carbonell Sanchez (Entorno Gráfico Ediciones), junto con el poeta y editor Francisco Acuyo. Os dejo con algunas fotos (tomadas gentilmente por Ángel Olgoso) del acto en la librería Picasso de Granada y con el texto que leí, esperando que os anime un poquito a haceros con el libro.




ESA FRECUENCIA ÍNTIMA

<<Presentar un libro con el cual nuestra escritura se siente cercana, hermana en el decir, en las búsquedas y en los parámetros creativos, es una delicia. Apoyar y difundir un trabajo que sabemos y constatamos que se ha hecho a conciencia, depurando al máximo cada poema, tratando de llegar a lo esencial, es estar en comunión con los valores atribuidos a la creación.

Antonio Carbonell, buen amigo, buena persona, es un poeta genuino, con una rutina entregada a la lectura y a la escritura, con una riqueza lingüística, un poeta que sabe allegar muy bien la potencia del símbolo, de lo sensorial y de la imagen a su quehacer. Un poeta, además, intuitivo, que busca en las sensaciones más nimias esa profundidad del lenguaje.

Todos los que nos hemos entregado a la construcción de un poemario, sabemos que no es una cuestión azarosa, que no basta con reunir un conjunto de poemas bajo un título sugerente. Y que tampoco se trata de agrupar el trabajo realizado dentro de unos años determinados, o de seleccionar los poemas más sonoros o llamativos, sino de construir un verdadero ecosistema con sus estratos, sus capas de significado, sus caminos sutiles a las preguntas que todos nos hacemos; es decir, de modelar una unidad que va más allá de lo temático y con una coherencia sostenida por el estilo. Es una armonización de lo que se dice y de lo que se calla, de los versos y del silencio, de la musicalidad y de lo disonante. Un pequeño mundo que reflejará el proceso creativo del autor, los hallazgos vitales de sus búsquedas, la andadura intelectual y emocional que ha dado como resultado un libro.

Y en estos “Cien inexactos movimientos” podemos encontrar voz, tiempo y meditación. Destellos que se hacen verso y estrofa. El vocabulario busca la exactitud, lo particular, no se queda en generalidades, hay una pulsión hacia lo conciso, hacia los términos que acoten la verdad vivenciada. Por eso, los lectores ya cansados de lugares comunes, del tono coloquial y sensiblero de la poesía actual, o del pintarrajeado de escenas tan comunes, agradecemos esta bruma sutil, este dibujo esencial que nos toca completar.

Antonio Carbonell apresa nostalgias y reflexiones: “quién volviera a chapotear en la alegría”, “todo cabe en lo diminuto”, “tras los puntos suspensivos / otra vez soy comienzo”, “lo que no encuentre de valor será lo relevante”, “con manos inocentes urdiremos la coartada del deseo”… Y todas estas perlas atesoraremos, porque la sustancia de su poesía está hecha de aguas profundas, lentas y silenciosas que, con cada nueva lectura, empaparán nuestra tierra.

Pero el poeta no sólo se queda en un yo introspectivo, en la indagación de las coordenadas y movimientos de su mundo, va también hacia la otredad, hacia el dolor humano, hacia lo existencial; medita sobre la historia de los hombres, sobre las huellas del pasado. Se conmueve. Inclina el tallo de su pensamiento hacia el exterior.

Os invito a leer con calma el último trabajo de este autor que ha pasado parte de su vida en Almería y que por fortuna para nosotros, sus amigos y lectores, se nos ha vuelto a afincar en tierras granadinas. Estos “Cien inexactos movimientos”, título que, dicho sea de paso, devela una voz humilde y conmovida, que no abandera la totalidad o se cree en posesión de la verdad absoluta. Él sabe que esa inexactitud comulga con la verdadera poesía, porque, al fin y al cabo, nuestra escritura no es sino un tanteo, una búsqueda inexacta, un movimiento tembloroso en pos de lo esencial>>.





Elogio a la lectura

En este día lorquiano, 5 de junio, quiero recordarlo rescatando el espíritu de sus "alocuciones". Espero que os guste este sencillo homenaje a la lectura. Perdonad la juventud de este texto sin tanto reposo. Lo escribí ayer.





ELOGIO A LA LECTURA

Para Ángel Olgoso, lector tenaz.

I

Hay un libro que quisiera reseñar. Abre un mundo dentro de este mundo, desata en mi interior una palpitación distinta a los latidos del corazón. Arrastra un impulso que me desvela. Y, de madrugada, el lápiz busca retratar lo inmaterial que se asienta, busca realizar una estructura, una construcción, un esqueleto para contener lo que destilo de sus páginas. ¿Dónde en realidad vive mi libro?, ¿en qué lugar? Su esencia se ha desplazado de su continente de cartón y papel hasta un punto inexacto, que no está necesariamente en mi pensamiento, que vive también en el campo de las sensaciones físicas, en la fricción de su recuerdo con la realidad que transito. ¿Cuándo podré alumbrar aquella conclusión que yo llamo ‘reseña’, aquel remate, aquel cierre capaz de controlar al animal que ruge sus improntas.

Intuyo que este libro ya existía dentro de mí mucho antes de leerlo. Su apuesta por valores tan perdidos y anacrónicos −como el honor−, sus empolvados brillos, los limos que se extienden por sus páginas, su catálogo exacto de la humanidad, me perseguían antes de tenerlo entre mis manos. Pero esta vez es mío en lo carnal, no se escapará. Al extractarlo, al fijar con apuntes y citas su volatilidad, al retratarlo con palabras concretas al fin descansaré, poniéndole candado a mi tesoro.

Este libro es bisagra entre el pensamiento y la emoción. Es un hilo musical que apacigua mis días. Un objeto simbólico, un tótem que organiza ideas salvajes con otras meditadas. Me habla de lo incorruptible, de aquella eternidad contenida en el lenguaje. Tiene algo de piel, de tejido y de sangre, de músculo y mecánica. Es un alegato colectivo contra el tiempo. Es un clamor sin lengua, es universal. Confío en él. Confío en terminar una humilde reseña, sencilla pero ardiente.

Ya caí del caballo en medio de mi loca carrera hacia la nada. Fui de Damasco. Pude escuchar. Me deslumbró el asombro. Ahora vendrá otra música, la que yo module. Por fin seré respuesta, conclusión y podré dibujar mi torpe escrito por siempre enamorado de los libros, y del sagrado acto de leer.

II

Vine a este cruce, a esta esquina en la que me prometió un encuentro. Vine a esperarlo, a dialogar con él en esta cita a ciegas. Vine porque siempre ha sido necesario para mí un amante de palabras impresas pero vivas. Encontrar un corazón con pulso de acentos internos musicales, con armonía de sílabas átonas y tónicas en su caudal de sangre. Deseo enamorarme de esa figura ardiente y radical que forma un libro en el espacio de mi pensamiento. Vivo en la locura del Quijote, en su hacienda del deslumbramiento, en ese espacio amplísimo que un puñado de versos o narraciones ha levantado.

Vine a esta esquina de mi biblioteca, desde la cual un tomo aguarda mis manos y mis ojos. Para dejar su mutismo y su frigidez, su contractura de cubiertas duras que lo encajonan, para volverse en mí pura plástica, soltura, descompresión. Para ser otra vez un migajón vivaz entre mis dedos.

III

Siento mi cuerpo contrito, viejo, lleno de dolores. Siento el peso del tiempo en mi engranaje. No le hago caso. Paso de largo como quien da vuelta una página de un periódico. Pero, ¡qué ligereza!, ¡qué juventud sin anulación, qué campos de verde naciente florecen en mí al caminar por las páginas de un libro! Contracturas, trombos, hernias discales, descalcificaciones óseas, cojinetes desplazados, todo, todo lo que declina y mengua en este esqueleto viejo vuelve a ser pluma suspendida, esperanza sutil, pura fruta golosa sobre un frutero ajado.

Ven, juventud lectora. Ven, burbujeo de historias, de reflexiones esponjosas, de azucarados zumos. Venid a mí, orgías del lenguaje. Yo puedo atestiguar cómo revienta el alma de un tumor ante el disparo cierto de las letras. Cómo la fronteriza música −del verso que se cruza con la prosa− resucita el espíritu que tendía a la muerte. Ven, carisma, fuego sagrado del decir. Que todo, los hombres, hemos destruido, que todo hemos vendido y mancillado, pero un poema vivo y verdadero aún puede curar nuestras heridas del tiempo sobre el cuerpo. Aún nos resucita la palabra.

Marina Tapia

lunes, 9 de junio de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Gerardo Venteo

Muy agradecida al poeta Gerardo Venteo, por esta preciosa reseña de "Piedra que mengua" publicada en Todoliteratura.es ¡Qué ilusión contar con su mirada!



UN CANTO MINERAL

Vivir, Hacer, Construir, son tareas o actitudes inherentes al ser humano. Para conjugar estos verbos, partimos de la necesidad desde la cual proyectamos nuestra voluntad, nuestra intención y nuestro afán y nos conducimos hacia el logro de la finalidad en la cual debemos emplear un esfuerzo sostenido con la materia prima de la que disponemos. Los elementos que necesitamos están al rededor: es el lugar donde vivimos, el suelo que pisamos,la naturaleza que nos provee. Esta común unión entre humanos y naturaleza hace mucho tiempo que el ser humano la ha roto quedando expuestos al devenir del desastre. Para levantar una casa que nos proteja de la intemperie empleamos el cimiento sólido de la piedra sobre la que poder asentarla. Para construir la casa humana donde quepa del pensamiento y las ideas necesitamos el mineral del lenguaje. Los poemas que aquí nos propone Marina Tapia son también una casa donde pensamiento y emoción se asientan de manera hermosa.

Piedra que mengua (que obtuvo el premio del XL Certamen «Ángel Martínez Baigorri» Lodosa (Navarra) es un poemario sólido, un libro mineral que aborda la gravedad de lo primigenio como sustrato base a partir del cual situarnos y construir un lugar en el mundo y esa casa que es (origen y destino) el amor.: “ Antes de que tu beso/ cambiara mi sustancia y redimiera el núcleo/ del dolor,/ fui Babel.” Comienza así el poema 1: “En el comienzo/ aquella voz magmática/ fundía sobre lava/ su profundo nombrar.” (…) para concluir el poema diciendo: “En el comienzo tú,/ sordo estruendo,/ amor/ de fuego.

Piedra que mengua parte con toda su gravedad de lo esencial y a partir de ahí, palabra a palabra, imagen tras imagen, construye un canto imantado que se eleva estrastosférico alrededor de un concepto; la piedra (sujeto concreto que expele un campo semántico de amplio espectro).

El Libro de Marina aborda la tangente temporal del sujeto poético a través de una voz múltiple (el objeto y sus variantes en distintos escenarios) que parte de una sola voz (la propia voz poética) y habla de heredad como un macizo a partir del cual sucede la historia en la que también sucedemos nosotros “ Cordilleras,/ salientes emotivas./ Sois hálito ascendente,/ o dedos de las diosas que, dormidas,/ levantan sus pulgares y acarician/ la pulpa de las nubes. La poética que atraviesa este Piedra que mengua es un magma que se solidifica en el poema de manera sutil y caleidoscópica.

Sobre lo sólido y grave se construye, en este libro, lo líquido, lo húmedo, lo frágil, lo pequeño y lo hermoso; la voz. Y esta voz se eleva sobre la tangente material del objeto (la piedra) para abrazar con la boca el latido del corazón del poema que a su vez es el magma con el que solidifica y se hace esta casa.

Este poemario basáltico, sólido, polisémico y sedimentario, parte de la contemplación lenta y el pensamiento analítico para conjugar de manera precisa (y preciosa) la emoción que puede llegar a conmovernos con lo que no parecía posible. Con gran sensibilidad y destreza técnica, Marina asigna a la piedra el lugar de un tótem sagrado que sostiene todo y se alza sobre todo y es, desde una mística casi religiosa, que aborda la rotundidad del peso mineral y el origen como lugar sagrado y lo expele (desprovisto de gravedad) en forma de canto.

Este canto de heredad “ Abecé de mi canto,/ que en cada roquedal se enreda./” (ancestral, testimonial, geológico, arqueológico, antropológico) en ascenso vertical, se construye a partir de los cimientos sobre los que se asienta un sujeto moral que forma parte del tiempo, su tiempo propio que atraviesa un momento histórico a través de un paisaje interior cambiante hasta convertirse en un canto rodado arrastrado por el río, un paisaje fértil o un desierto y pronunciando así maneras o una manera de estar y de asistir al mundo. Este canto es una oración. En el poema 36: “Dichosas vosotras/ que lleváis/ el soplo de la tierra en vuestro centro,/ generosas matriuscas,/ pues Canaán os aguarda.// Dichosas vosotras/ que tenéis compasión por todo lo que late,/...”

Es difícil destacar unos versos sobre otros en este libro excepcional pues habría que transcribir poemas enteros casi o abundar con profusión y alegría en cada uno de ellos. Así ocurriría con el poema 2 que comienza diciendo: “Me bautizaste piedra,/y me envolviste entera de firmeza,/ (…) y en el cobre/ de mi veta extenuada pusiste/ esa humedad de amor.” o en el poema 3: “ Y ahora soy palabra que se adensa,/ tan firme y compacta:/ un carrusel de ritmos contenidos.”

Marina ha compuesto un canto que bebe desde el interior de las simas y las sobrevuela creando un paisaje hermoso de palabras a partir de lo sólido. Este libro sereno, es un libro de amor que parte desde la tangente mineral de lo más sólido para, a través de la contemplación, el pensamiento y el lenguaje, construir esta casa. “Dulzura es lo que hallo en la sustancia/ que tú me concediste./ Me visto de certezas./ Mi corazón es gruta. / Un blanco laberinto de pilares/ donde tu voz camina.”

domingo, 1 de junio de 2025

Muestra literaria del taller literario de Huétor Vega

Muy agradecida al Ayuntamiento de Huétor Vega, y en especial a su Área de Cultura (al concejal Ángel Luis Moreno, a José Luis y a Encarni) por el apoyo constante al taller de escritura, y por la publicación de un precioso librito que se entregó ayer a los asistentes al acto de cierre. Os dejo con las fotografías de la muestra de talleres en La Nava, y con las láminas diseñadas por José Luis López Rojas que se repartieron en nuestro recital.




Entre letras y cantos, tema musical.

Muchísimas gracias a "Entre letras y cantos", en especial a Pedro Pablo Vergara Meersohn y a Nery González, por este bonito poema y tema musical, y por el programa radial dedicado a mi poesía. Un regalo que celebro y agradezco!



martes, 27 de mayo de 2025

Los "recados" de Gabriela Mistral

Como algunos sabéis, he estado leyendo y dando a conocer los 'recados' de Gabriela Mistral. Un tipo de escritura particular que ella creó. Aquí os dejo con unas reflexiones personales y con un 'recado' escrito por ella (publicado en 1925 en el periódico El Mercurio). En él, la poeta reflexiona acerca de los dos animales del escudo de Chile. Espero que os gusten mis palabras y el texto mistraliano.



A PROPÓSITO DE LOS RECADOS DE GABRIELA MISTRAL

Leyendo los ‘recados’ de Gabriela, ese género o subgénero inventado por ella, entran ganas de estar más atenta a todo, de empaparse de lo más estimulante de la realidad para donarlo a los otros. Cómo deslumbra ese mundo vivo depurado por su pensamiento y por su escritura. Qué gorjeo de ideas, qué remanso de paz transmiten sus artículos, qué deleite sumergirse en sus cartas abiertas a dos continentes (América y Europa), que dirigió ella con tanta entrega y pasión a sus contemporáneos, pero también a generaciones venideras.

Sus recados son hoy más actuales que nunca. Justo ahora en que las columnas periodísticas están mediatizadas por el mercantilismo y los intereses de los grandes grupos editoriales, en que todo es rédito, ganancia y medro, el espíritu mistraliano sólo rendía cuenta al impulso -auténtico- de compendiar los dones y asombros que nos regalan el planeta, la naturaleza, los valores humanos y lo minúsculo, todo aquello importante que pasa inadvertido. Sus textos en prosa son generosidad hecha palabra, origen desprendido, idea que busca la escucha de otros: sólo desean llevar, a los que están más lejos -pero cerca en sus afectos-, maravillas que debían conocer. Cuánto ganaríamos si volviéramos a cultivar esa actitud que, de alguna manera, tiene que ver con el afán enciclopedista del siglo XVIII, con las misiones pedagógicas, con los naturalistas y aventureros que clasificaban plantas en herbarios para mostrarlos al mundo, con las bibliotecas ambulantes que recorrían los pueblos de la España rural, sí, tiene relación con todos los semilleros de saberes ofrecidos desinteresadamente, sin esperar un pago material.

Escapemos de los intereses espúreos de esta época que dibujan y acomodan todos nuestros afanes. Recuperemos la hoguera de conocimientos compartidos. Recordemos a Gabriela Mistral. Y no olvidemos que vivimos en la tierra mítica del Quijote, de los ideales.











domingo, 25 de mayo de 2025

Reseña de "Un hombre que no conoce Nueva York"

Os traigo por aquí una reseña que no llegó a publicarse en revistas digitales pero que quisiera compartir. Espero que os guste mi mirada lectora acerca de "Un hombre que no conoce Nueva York", de Gregorio Dávila de Tena.







YA NO RECUERDAS LA SIMIENTE


Quizá una de las mejores y más estimulantes maneras de acercarse en profundidad a un libro y a su autor, sea conociendo la zona geográfica inspiradora del texto. Tal vez esos paisajes rurales en los que vivió Gregorio Dávila de Tena, estén contenidos en “Un hombre que no conoce Nueva York”, y muy cerca de ellos como telón de fondo, escribo mi aproximación a este profundo poemario. Ahora que he sido “como ese hombre que duerme en la piedra/ donde chirrían las chicharras”, que me he apartado de la ciudad para descansar en la Sierra Norte de Sevilla, en su mundo de alcornocales infinitos, compongo estas sencillas palabras acerca del libro, deseando que os animen a leerlo.

En este volumen, el poeta nos acerca a su ideario personal, realiza una sutil defensa de lo rural y de lo sencillo frente a las supuestas luces de la ciudad-laberinto. Desde su título tan categórico, y a la vez metafórico, nos iremos encaminando poco a poco a su poética, a su mundo.

Publicado de forma impecable y sobria por la editorial Renacimiento en 2022, este título que fue galardonado con el VIII Premio de Poesía Juana Castro, nos dejará una serena melancolía, un feliz estado de evocación del pasado por medio de estampas, de historias que gravitan entre la infancia, la juventud y la madurez (con su vuelta al pueblo a raíz del confinamiento).

En todo el conjunto hallaremos la idea de la nostalgia revisitada, quizá porque las cosas que se nombran adquieren otro peso, porque es fácil reflexionar cuando se hace un mapa de lo vivido, y así encontrar la identidad.

Intertextualidad, conversación íntima con otros escritores de distintas épocas (Hierro, Lorca, Vallejo, Gamoneda, Valente, Li Po, Pizarnik, Juan de Yepes, Maillard...), pero también un diálogo sentido con otras figuras importantes para el autor, presencias de su familia que, aunque no estén, siguen siendo partícipes de su vida. Y todo planteado sin dramatismos, con la serenidad de la plenitud, con un tono emocionado pero lleno de templanza.

Gregorio escribe desde un yo desplazado, porque no es sólo su pensamiento lo que nos deja a través de las páginas, también estará la voz de su padre (aquella figura que nunca vio Nueva York), a la cual accedemos mediante frases en paréntesis que van salpicando la lectura. En el poema “La última madrugada” podemos leer esta esclarecedora cita de “El padre” de Sharon Olds: “Al final de su vida, su vida/ empezó a despertar en mí”.

Versos de gran delicadeza quedarán resonando en nuestra mente como aleo de golondrinas en primavera: “¿Qué miras ahora, padre,/ con los ojos llagados de lejanía?”, “Y también es amor/ este perro sin dueño que olfatea tus huellas”, “Por fin los pájaros solitarios se reúnen/ para colgar un canto en el aire/ y alzar el vuelo”; o cuando se refiere al parto de su madre “¿Por qué grita? ¿Qué le pasa?/ ¿Quién le hace daño a mi madre?/ Nunca he visto sangrar a las amapolas”.

Detalles del mundo rural, de sus animales, del paso de las estaciones, del temperamento que va forjando el paisaje de sus habitantes, de la imagen del padre con “su mano grande y segura, su paso firme y decidido” inundando ese mundo que avanza a otro ritmo, de la presencia de la madre “que prepara el canasto de cien comidas” o de la abuela “que vuelve de encalar el cementerio”: estos son los ejes que trazan los caminos del poemario. El trabajoso mundo de la agricultura representa ese esfuerzo por alumbrar una verdad tierna, verde, alimenticia, una verdad que no es de un sólo ser humano sino de la colectividad. La madre y el padre simbolizan una herencia, una filosofía vital, y el escritor lucha con el lenguaje para extraer el mejor grano de su tierra.

El libro, que se compone de tres partes, “Noche en Nueva York”, “La niebla que somos” y “Mandarinas”, cierra con un hermoso poema-epílogo donde se declara con modestia “a veces soy oscuro y otras claro,/ a veces cuervo sabio/ otras charlatán ignorante/ y como urraca voy con la risa entre los naranjos”. Sí, con su voz fresca y de olor a azahar, con sus indagaciones lúcidas, con su vuelo sobre lo superficial, así queremos oír la inmersiva canción de este poeta, que nos siga mostrando esa ruta escondida a lo esencial, a esos tesoros abandonados que son los pueblos. Allí queremos ir, donde “el musgo de la historia, graba su níquel de carcoma y beso”, ¡para qué necesitamos Nueva York!

Marina Tapia

viernes, 23 de mayo de 2025

Festival Poetas en Mayo (Vitoria-Gasteiz)

Muy agradecida y muy feliz de haber participado en el Festival Poetas en Mayo, en Vitoria-Gasteiz. Un macro evento que lleva la creación a espacios muy variados de la ciudad: museos, hoteles, escaparates de comercio, lugares institucionales, plazas, colegios... Impresionante apuesta tan bien coordinada por Elisa Rueda y su equipo (Edurne, Iñaki, Arantza, Javi, Loli, Rosi, Mabel...). ¡A tod@s l@s poetas nos hicieron sentir como en casa! Ha sido un privilegio compartir y departir con Julia Otxoa, Cecilia Domínguez, Ángeles Mora, Fermín Herrero, Concha Garcia y el mítico cantautor Paco Ibáñez. Os dejo con algunas fotos, entre ellas, mis intervenciones en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, en el Museo de Bellas Artes y dando el taller acerca de los 'recados' de Gabriela Mistral. ¡Gracias por implicar a toda una ciudad en la cultura!