lunes, 25 de agosto de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine, por Ana Isabel Alvea

 Mi gratitud a Ana Isabel Alvea Sánchez por esta delicada, luminosa y cuidada reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine. Un verdadero gusto leerla, y releer cada aspecto que destaca (también el foco en la cultura Mapuche).




Piedra que mengua, de Marina Tapia. Lo sagrado en el templo de la poesía

XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el poemario Piedra que mengua de Marina Tapia «se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía». Hermoso análisis de la poeta y ganadora del premio en su edición de 2019.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez

Por casualidad, leí que el poemario Piedra que mengua fue ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el mismo que yo obtuve en 2019 con La pared del caracol. Esa hermandad propició que Marina y yo leyéramos nuestros respectivos libros, unidas por una complicidad y aquella entrañable experiencia.

Este libro, como la casa del ser o la morada de la vida, se construye sobre su metáfora y eje principal: la piedra. Su estructura se configura como un todo cohesionado, un río que sigue recto la corriente, aunque su hilo conductor —la piedra— se ramifique en afluentes de significados.

Se abre el poemario con una referencia al principio: la creación, como una génesis, con imágenes que evocan el origen del mundo, donde prevalece el magma de un amor de fuego. La voz —el ser, la mujer, la poesía— nace de esa colisión; la bautizan Piedra: y me envolviste entera de firmeza, de claridades férreas, para convertirse en palabra y poema.

Comienza entonces a rodar la piedra sólida y resiliente; no obstante, Todo reduce el agua del vivir, y se reconoce como una Piedra que mengua, consciente de que quedará en cadáver, / polvo, / sombra, nada. A partir de ahí, inicia la búsqueda de un fuego inextinguible que perdure frente al tiempo y las inclemencias.

Recorre un viaje en el que se pierde y se desorienta, pero logra hallar el milagro y parece que la fe, o bien el amor, o tal vez la poesía, o todo en su conjunto, le procura la dicha. Durante ese tránsito, siente la nostalgia por su país, se ve extranjera y errante.

Aparecen algunos poemas-caligramas en los que se define como roca y expresa un amor arrebatador, cúspide de la dicha. Apela al poder del amor para transformarnos, pues es el amor quien nos otorga tamaña energía, como si en nuestro interior creciera un sol radiante.

Extiende una mirada crítica al mundo actual y a nuestro modo de vivir: sin ilusión, con angustia y cansancio, en una constante búsqueda de lo eterno y lo perenne. Siente una íntima y profunda conexión con la tierra, Madre Piedra, a la que desea cuidar frente al poder destructor y la codicia de los humanos.

Escribes desde dentro de la tierra…con la memoria honda de tu especie. Late en su voz un sentir primigenio y ancestral, se siente roca madre. Tal vez subyace la influencia de la cultura mapuche, «gente de la tierra». Los mapuches conciben que todos llevamos dentro energía, fuerza vital y espíritu. Para ellos la piedra simboliza fuerza y permanencia. Parece que la autora contrasta esa cosmovisión con el pensamiento occidental. Y es a esa fuerza a la que apela, la que la sustenta y la impulsa en la creación.

Aflora en todo el poemario un sentir sagrado, una divinidad interior, la Piedra es una potencia que irradia dentro de cada uno de nosotros, nos da refugio y nos salva y puede constituirse gracias a la fe, al amor, a la creación.

Los últimos poemas se centran en la inspiración, piedra matriz, única fuerza sobre la cual gravita mi poema. Constituyen reflexiones metaliterarias, como la idea de que, para que la poesía exista, el poeta debe menguar. Afirma así su propósito: Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo.

Poesía sembrada de referencias bíblicas, cuyo tono evoca el de los Testamentos: una voz sentenciosa, depurada y elegante, firme y potente que entabla un diálogo tanto con la tradición mística como con la poesía contemporánea. En sus poemas se dirige a un tú que podría ser Dios, el amor o el amado, la creación o la propia poesía. Un poemario que es en sí mismo un clamor y que se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía.

"Mixtura" en Librújula

Muchísimas gracias a la revista Librújula por hacerse eco de "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025), un libro que ya se encuentra en librerías y que será presentado prontito. Da gusto ver que, poco a poco, este libro va caminando.


<<Este poema 22, 'Madre piedra que estás en la tierra' figura en este volumen Mixtura, de reciente publicación, que es una antología poética personal con una amplia muestra de los diez libros publicados, hasta el momento, por esta poeta chilenoespañola, Marina Tapia. Una oportunidad única para hacerse con muchos de ellos, inencontrables dada su condición de libros premiados y no venales, y de adentrarse en su creación elegante, sensorial y rítmica. Su permanente búsqueda de nuevos registros ha tenido como ejes la naturaleza, la identidad femenina, la escritura y el silencio, el amor y el erotismo, lo plástico y la errancia geográfica y vital. En palabras de Juan José Castro, Mixtura recoge «una mirada retrospectiva, ya serena, dueña de su oficio, consciente de la inmensa labor estética que conlleva sostener una carrera poética ascendente, sin renunciar por ello a la verdad de la palabra».

Poema 22.

Madre Piedra que estás en la tierra,

significada sea tu estirpe.

Vuelva a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en el magma como en el cosmos.

El agua nuestra de cada día

dánosla hoy

para lavar el cuerpo,

para lavar el alma.

Y perdona nuestras ofensas,

nuestra extracción voraz de tu materia,

ese eterno saqueo.

No nos dejes caer en la codicia.

Y líbranos de nosotros,

Piedra Madre. >>

"Alumbramiento", por Marina Tapia

Ante tantas noticias negativas, quiero traer a este muro un escrito más lúdico y dedicarlo a mis amistades escritoras. Lo he compuesto a partir del símil entre la creación literaria y el parto. Siempre se dice que se "alumbra un texto". ¡Espero que os guste!



“ALUMBRAMIENTO”

ESTADO PRENATAL

Antes de que la inspiración llegue hasta nosotras con la fuerza de la sacudida, ya existe una sensación previa vestida con harapos y que no se parece en nada a esa mujer alada y bienhechora, tantas veces pintada por los artistas descendiendo sobre los escritores desde un plano elevado. Es una meiga que se acerca, no en una sola visita, sino en muchas a lo largo de semanas y meses hasta que estalla el texto como un géiser.

Nos trae malestar, inquietud, nerviosismo. No sabemos qué contar aunque sentimos el impulso de escribir en mitad de ese estado poroso de exaltación. Existen los latidos, las contracciones, las sacudidas de palabras inconexas, pero no sucede el discurso. Nuestro lenguaje vuelve a ser primitivo. Descendemos al reino de Perséfone. Somos Teseo en su laberinto. El decir son astillas. Lo inconexo se agolpa. Vagamos por los caminos de la lectura de libros abandonados en nuestra estantería, y esperamos atentas a esa idea que aglutine lo disperso.

Pero la noche debe reinar para esculpir la voz de las estrellas, así como la maledicencia tiene que regar los cultivos de la elegía. Nos sube la fiebre de las vocales, hay manifestaciones físicas, mas falta la modulación, todo es un simple balbuceo. ¿Cuánto tiempo permaneceremos en esta cárcel de tentativas? Se agolpan los comienzos de los relatos, los primeros versos no se solidifican creando el bloque compacto del poema. Somos grito sin voz. Aullido amordazado. Literatura insulsa sin médula ni asombro. ¿Acaso a la hechicera le divierte este trance?

Bajamos por escaleras larguísimas a la ciudad donde nacimos, volvemos a la infancia. Los sueños están infectados de recuerdos. Ninguno de ellos anuda un punto de partida. El mundo exterior no espolea una confesión. Ya no podemos escuchar la voz de los objetos ni la de los paisajes. Deseamos desesperadamente escribir, y estamos congeladas. No, nada sobreviene en las hojas de los cuadernos.

Se abandona el afán. Se emprende la marcha hacia otros terrenos. Lejos del fango, de la incapacidad, del dolor, de las punzadas en el vientre, de las náuseas, de todas las polillas de la frustración. Se va lo que creímos fermento. Era una nebulosa, una nube asustada, extranjera delicia. Solas y sin creación y sin palabras. Ellas habrían sido alimento feliz. Apoyadura, excitación.

Claudicamos.

Y cuando se ha desecho nuestro deseo, llega ella.

PARTO

Sucede de noche la mayoría de las veces. Hemorragia repentina. Vuelas de la cama. Hay tanta urgencia. De incógnito, ansiosa, como a punto de cometer un acto delictivo, buscas en la penumbra cualquier papel y lápiz a mano. Abierta en canal, sofocada y, casi sin acomodarte del todo sobre la silla, te arrastra una corriente eléctrica que mueve tu mano con histérico zigzagueo. Escribes con fervor amoral. El pensamiento se queda atrás en la carrera. Sudas. Respiras sin resuello, sin compás. Atraviesas campos y más campos de páginas sin márgenes. El cuerpo está tan tenso. Se ha llenado de púas, se defiende de toda distracción. Lo que aflora de ti es una caligrafía atropellada sobre renglones ciegos. Diáspora de letras. Criaturas de trazos que chillan. Las frases, cordón umbilical. Tu escrito no es comunicación sino pataleta de niño caprichoso. Las sombras mudas no esclarecen nada. El movimiento se concentran ahora en esas páginas. El tiempo, abstracto, ajeno. Sólo existe el cuerpo que libera sus palabras viscosas empapadas de sangre.

DEPRESIÓN

Y nos quedamos vacías y extenuadas. No miramos aún el ente que yace acostado sobre la mesa, entre papeles blancos. El día sentencia regresar al dictamen de los relojes. Bajamos nuestros párpados para descansar. Un rato, por favor, sólo un poquito. La mañana esfuma la noche. Luego lo miraré. Él no se moverá. No sé si quiero ver lo que he parido.

Nos irrita no tener el control, alumbrar algo nuevo de esa forma visceral y diabólica. Esos garabatos no nos pertenecen. Cuando emigra la voluntad, ¿todo lo que realizamos son actos reflejos, inercia, tiempo perdido? ¿Acaso hay algo de valor en lo mecánico? ¿Un trance puede dar lugar al arte? Distante, tan apartadas de nuestra criatura, la abandonamos. Te ríes del afán que te llevó hasta ella. Hay un hueco de latido en tu interior. Su materia orgánica e infestada de sentimiento nos asusta. Huimos como Lot de una ciudad maldita. Aquel escrito contiene un amasijo íntimo y descarnado. No podemos comulgar con un ser que muestra al mundo −sin escrúpulo alguno− lo que somos.

PRIMEROS PASOS

El escritorio es un paisaje plácido. La ventana que lo enmarca muestra un patio de plantas amables que buscan ser edén. Es tan gozoso ir hacia el poema, caminar entre los surcos que la noche alumbró. Sentirlo como nuestro ahora, sí, ahora que se ha esfumado la emoción de crearlo. Es tan reparador ser la mano que arranca la maleza. Hay que ajustar palabras asalvajadas, y podar esa repetición, esa musicalidad cansina. Lo más plácido y satisfactorio de la escritura se concentra en estas horas de pulido. El desbrozado nos envuelve en una luz tenue y dorada. Corren las horas como gacelas. Se multiplican las variaciones sobre un mismo párrafo. Dudamos, afirmamos, omitimos una línea, reorganizamos los espacios entre los versos, las letras casi casi crean un caligrama, buceamos en el diccionario de sinónimos, oteamos tras el visillo para aclarar las ideas, recitamos en voz alta la composición (para que sea el aire el que tase y sopese). En nuestro taller, caminamos ligeras. Brilla el entusiasmo. Y queremos mostrar a otros ojos lo que ya sentimos acabado. Los nudos están firmes, las poleas del ritmo funcionan, los verbos crean dinamismos, los adjetivos son los justos. Todo en orden.

Pero nos contenemos. No enseñaré a nadie mi poema. Es mejor esperar hasta mañana. Y que repose el texto por si la masa sube. Al día siguiente, será un pan delicioso.

Otro día. Contemplamos de nuevo a nuestra criatura.

Qué ceguera me ha hecho no ver dónde cojeaba. Esto sobra y esto está muy turbio. Qué coloquial. Cómo es posible. Hay que trabajarlo. Lo leeré en alto una vez más, siempre funciona. Y vuelven las horas a tener otra sustancia: tiempo de trabajo intenso (¿acaso inútil?) que no se percibe.

He decidido recuperar el original, regresar a los hallazgos algo asilvestrados pero ciertos y vivos. Esperaré otro día más, quizá una semana para enviarlo a mi primera lectora. ¿Ocultarlo o exponerlo? Se empaña la celebración con estos trances y decisiones.

OJOS AJENOS

Estar desnuda. Da vértigo la lectura pública, pero también la íntima, del escrito. Más allá de la crítica impresa en la revista o de la que desovilla una boca desconocida, existe el prurito de saber que circula algo de ti sin ningún control. La palabra ‘lectores’ podría tranquilizar. Suena a algo neutro, técnico y pacífico. Pero tú sabes bien que no es así. Son algo más que asépticos coleccionistas de libros. Son un batallón de ojos relamiéndose con nuestra intimidad; son máquinas de juzgar y comentar; son un amasijo de humores cambiantes, influenciados por caprichos de escuelas y modas literarias. Recibiré una estocada en medio de la plaza de la lectura. Ya me duele el rechazo. Complacer me desquicia también. La indiferencia quema de igual modo. Nada satisface al crítico que dentro de mí se refugia. Asco por cargar con este oficio inútil. Condena por no saber hacer otra cosa. Porque siempre nace subversiva, irritante y acuosa la escritura.

CONCIENCIA

Leo lo que tanto sinsabor me ha causado. Hay algo en ello que me reconcilia con la vida. Bálsamo y miel. De pronto, la estancia huele a flores imposibles. Felicidad. El recitado es una sinfonía de mis claves ocultas. Es para mí. Para nadie más. Consuelo y aromática mixtura. Envuelta en signos, en palabras que dicen y callan a la vez, en el revés de mi lenguaje diario. Ha valido la pena, y compensa la angustia este encuentro inesperado con mi libro. Me reconcilio con el lenguaje. Descanso en el colchón de los vocablos. Ellos reflejan una mujer que presentía y que no pude ver. La lectura de los otros es un bosque perdido allá al fondo que no importa visitar. Sólo quiero la paz con mi decir. La sorpresa del texto. No es mío totalmente, aunque haya sido confeccionado en mis talleres. Es de la combinatoria del idioma que se agolpa en la mente y en las entrañas hasta drenarse. Ha nacido de mi deseo, de mi sexo neuronal, de mi razón, entre fuertes contracciones, entre alaridos. Es fruto de una alquimia íntima. Una suma de voces gestadas en mi voz.

domingo, 29 de junio de 2025

Recital de poesía arábigo andalusí

Muchísimas gracias a tod@s l@s amig@s que nos acompañasteis ayer en el recital arábigo andalusí en el convento de San Luis el Real, y a tod@s l@s participantes del Círculo Literario de La Zubia, y a l@s que prestaron su voz en árabe y sus delicados instrumentos. Fue un delicioso viaje en el tiempo a través de la poesía y la música bajo el Laurel de la Reina. Gracias a Margarita Osborn por sus fotos del dúo Pimpinela y también a Rosa Ortega.

















sábado, 21 de junio de 2025

Entrevista en Ahorateleo

Muy agradecida a Carmen Hernández Montalbán por su entrevista en Ahorateleo, de la asociación La Oruga Azul, a propósito de la publicación de "Mixtura" (Averso). !Espero que os guste, amig@s!




-Háblanos un poco de ti.

Nací en una ciudad muy particular, en Valparaíso, un enclave con una geografía única: puerto en movimiento continuo, casas amontonadas subiendo por sus cuarenta y dos cerros, decadentes caserones estilo inglés, escaleras interminables, perros callejeros por doquier, ‘arte a cielo abierto’ y curiosos funiculares (ascensores). Creo que el paisaje siempre marca. Era un mundo de estímulos, de colores y de cúmulos, la mayor parte del año, grises, un espacio que tendía a la nostalgia, donde en las radios de las micros se escuchaba música desfasada, de la ‘nueva ola’, donde todavía existían ‘emporios’ y locales de aspecto decimonónico o bares de ambiente marinero. Nací dentro de un pasado detenido. Y siempre estuve rodeada de arte y de libros. Mi padre y mi madre se conocieron en la escuela de Bellas Artes y son pintores y poetas. Nosotros, sus hijos, tuvimos la suerte de que nos inculcaran el arte desde pequeños, y de poder desarrollarlo en comunidad, en familia, en diversos talleres y grupos. El arte era un acto cotidiano. Esta base es la que tengo, y sobre ella se ha ido construyendo mi andadura poética. Gracias a mis padres y a su entorno, aprendimos a cultivar la observación detenida de lo que veíamos, a tomar siempre apuntes en libretas que se llevaban a todas partes, a tener una rutina de lectura, a ser críticos con lo realizado, a disfrutar con la creación. Es extraño haber crecido en esa burbuja de creatividad en plena dictadura. El golpe de estado había hecho fracasar la floreciente época cultural que vivieron mis padres: la de la canción popular con Víctor Jara y Violeta Parra a la cabeza. Yo ya nací en dictadura. Hay un verso de mi libro “Corteza” que, de alguna manera, me define y quizá engloba a toda una generación: “soy esa conjunción de mis dolores / el vuelo sobre el cielo del fracaso”. Volamos desde el dolor de lo real a través del arte. Un proyecto social e igualitario que aplacó Pinochet… pero el canto, la música de protesta de sus canciones jamás murió. Después, ya en los noventa, parte de nuestra familia emigró a Madrid, y luego cada uno ha cogido su propio rumbo: Granada, París, Berlín, Vigo… Creo que lo artístico y el hecho de cambiar de lugar (con todo el camino de aprendizaje personal que eso conlleva) es lo más determinante y es lo que nos define como familia y también de manera individual.

-¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mixtura?

Una amplia muestra de los diez poemarios que he publicado hasta el momento. De cada libro se recogen más de veinte poemas. Y cuenta además con un bellísimo y muy completo prólogo de Juan José Castro. Es una destilación de mi trabajo creativo en el área de la poesía. He intentado que todas las temáticas que he cultivado estuvieran presentes: la identidad femenina, el silencio y la palabra, la naturaleza, el amor y el erotismo, la errancia y la plástica.
Esta mixtura, esta fusión de sustancias interiores, creo que puede dar cuenta de lo que me ha importado siempre: la búsqueda de una voz propia, el deseo de trabajar el lenguaje con mimo, la importancia que doy a los ritmos y a la musicalidad, la necesidad del entorno natural y salvaje para encontrar nuestro lugar en la poesía y en el mundo, y la mirada hacia la otredad, hacia los seres humanos hecha con atención y empatía.

-¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que a pesar de su variedad de temáticas, todas ellas se hermanan en una voz asombrada ante lo observado, un lirismo muy atento a los cinco sentidos, que otorga más plasticidad a los versos. Muchas amistades escritoras dicen que mi poesía es muy sensual y, algunas veces, con un erotismo muy marcado. Creo que este libro a pesar de contener diez trabajos con distintas claves posee un sutil hilo conductor, que es, según mi opinión nada objetiva: la vibración de la voz poética al contemplar el mundo. Siento que hay algo vivaz, no estático, una búsqueda contante. Pero lo más bonito es que los lectores me digan cuál es la fuerza de este compendio. Son las opiniones de ellos las que importan y que, espero, me vayan llegando tras su lectura. Ya se sabe que una vez publicado un trabajo ya no te pertenece, los libros viven de una manera única y particular en cada persona que los lee.

-¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Es posible que haya ido ganando más seguridad a la hora de escribir. Atreviéndome a ser más conceptual y hermética. Con “Piedra que mengua”, no estuvo tan presente la consideración de ser entendida, cercana. Me dejé llevar, fue un rapto. Este último tiempo, me he atrevido con el soneto que siempre impone mucho, y he experimentado con poesía visual, voy dejándome llevar. No hay nada que demostrar. Sólo me acuna esa fascinación por las palabras, ese deslumbramiento de siempre. Voy escuchando a la que dentro de mí habla. También tengo que destacar y agradecer vivir con un gran escritor como lo es Ángel Olgoso. Él es un referente continuo para mí, su independencia, su manera de afrontar la escritura y la lectura, con tantísima entrega y responsabilidad, me nutren cada día. Soy una privilegiada.

-¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

A raíz de ver un documental sobre Ana María Matute (Imprescindibles de RTVE), caí en la cuenta que me faltaba leer alguno de sus libros. Así que acabo de terminar “Algunos muchachos”, una obra densa, que deja estela. Esa manera suya de mezclar la crueldad del ser humano con la inocencia es única. Es como exponer un pecho desnudo y rozagante junto a otro tapado. Es increíble cómo expone las fricciones de la emoción con un pensamiento aprendido. Es como si desembocaran, en un mismo embalse, ríos opuestos. Muestra el contraste entre clases sociales que tan bien armonizan; como si nos dijera: todos somos hijos de un instinto de supervivencia primitivo. Por eso los lectores nos vemos reflejados en personajes tan diversos y contradictorios: no hay negro sobre blanco ni blanco sobre negro, sólo mixtura humana. En su literatura nada es grave ni categórico, aletea una risa sutil, una ironía mansa que agradecemos. Su prosa tiene flecos. Tiene compuertas desdibujadas donde podemos entrar, si queremos, para hacer nuestras propias interpretaciones. Este conjunto de relatos tiene finales inesperados, nada tópicos. Simbología. Un lugar para las preguntas.

-Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Sí, he estado terminando las ilustraciones de un libro de poesía infantil que he escrito. Este proyecto lo tengo hace bastante tiempo en marcha, desde Óbidos, pero he ido aumentándolo y perfeccionándolo, también ‘probando’ mucha de sus poesías con el alumnado de los colegios a los que voy. Mi deseo era que cada poema tuviera su ilustración. ¡Y ya por fin las tengo todas! Todo hecho a mano por supuesto, sin ayuda de ordenadores o de IA, jejeje. Me ilusiona muchísimo ver este libro publicado, poder regalárselo a mi sobrina Minagua (a la que está dedicado), poder hermanarme con tantas otras poetas que admiro que hicieron un espacio a la poesía infantil, además de la dirigida a los adultos, como mis queridas Gabriela Mistral, Gloria Fuertes y Angela Figuera Aymerich. A veces siento que la escritura es también amor hecho palabras, y yo siento mucho cariño por ese niño que todos llevamos, ese inventor, ese mago, ese ‘rimador’, ese fabulador que siempre persiste en cada uno. Quisiera que este libro lleve imaginación y risa a quien lo lea.

viernes, 20 de junio de 2025

Reseña de "Bajo los astros de la repetición" en Moon Magazine

Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Galardonado con el Premio Euskadi de Literatura 2024, Bajo los astros de la repetición, de la poeta donostiarra Julia Otxoa, nos ofrece una voz que conmueve, a la vez que sorprende, por su gran fuerza lírica. Agradecemos a Marina Tapia esta recomendación.

Marina Tapia — 19 junio, 2025




Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Julia Otxoa, en su cuidadísimo libro Bajo los astros de la repetición (Premio Euskadi de Literatura 2024), publicado por Averso, nos ofrece una voz conmovida ante este mundo desigual y tantas veces cruel, que nos sacude. Su mirada hacia la actualidad y hacia el pasado, siempre desde una clave lírica y nada coloquial, sorprende y emociona. Es un libro trabajado al máximo, bajo la exigencia autoimpuesta de buscar —con un decir contenido pero a la vez fluido— razones de esperanza.

Dedicado a su compañero de vida, al artista y escultor Ricardo Ugarte, el poemario posee gran coherencia, revela una insubordinación ante el decir y, también, ante lo que se calla. Una narración donde se abordan diversos hechos y acontecimientos que han marcado a la poeta y a la humanidad, y donde se esboza el amor, la comunión con la naturaleza y la solidaridad como bálsamos esenciales.

El libro está dividido en dos partes: «El limón y la espada» e «Insiste la belleza entre las ruinas», dos partes que se complementan totalmente. La primera, con poemas de aliento largo y que rinden homenaje a figuras tan significativas como Vasili Kandinski, René Char, Ósip Mandelshtam, Albert Camus, Hannah Arendt, e incluso al propio abuelo de la autora o al mítico personaje de Antígona. El segundo bloque contiene bellísimos poemas breves (incluso de un solo verso), plenos de una potencia que es fruto de conclusiones muy meditadas y que definen la postura de la creadora: «Son las interrogantes las que hacen posible el vuelo, poderosa poética de lo pequeño», «Memoria, elevación de un lápiz al altar / de las resurrecciones», «Son las cicatrices lazarillo del corazón», «No hay otro modo de ser para mí que el de la llama», «Derramamos el agua sin leerla». Rotundas afirmaciones que desean apresar la esencia de su pensamiento, reflexiones a conciencia acerca de quiénes somos, y de cómo enfrentarnos a las herencias colectivas y a la búsqueda de una identidad más acorde con los valores humanos.

El conjunto se abre con una pregunta: «¿Dónde la llave?» Y abrirlo con esta interrogación da clara muestra del espíritu que ha movido a la autora a emprender ese viaje interior —que es la poesía— en busca de certezas. Hay un deseo de romper «los años de nieve», el frío, el invierno, el hielo; en definitiva, la dureza del mundo, con sus injusticias, guerras y contiendas absurdas que nos inmovilizan.

Vivimos en un siglo bárbaro / pero ¿cuál no lo fue?

Muertos y más muertos, con su quema de libros, con el avance de la desmemoria, la indolencia y la mudez, también el entierro de la esperanza que suponía el arte y la civilización. Debemos seguir sublevándonos ante los horrores.

Leyéndola recordé el espíritu culturalista de El bosque errante de Juan José Castro, y la voz estremecida de Ángela Figuera Aymerich. Julia Otxoa encuentra una forma de decir que recoge la sustancia de la poesía desarraigada y del 50’, pero con un lenguaje más simbólico, lírico y trascendente.

La palabra como un acto de humildad, de clemencia por nuestro silencio colectivo y nuestra no implicación ante las problemáticas sociales. La poeta pide perdón por su torpeza al nombrar el horror; y son los pájaros, el vuelo, la naturaleza los que apuntan hacia otra realidad más alta, esa que salva al ser humano, esa que nos reconcilia con la vida. «Nos une el silencio», «las palabras que escribo no son la palabra», «mirad todos, mi rostro sin lengua», «cada traducción que hago del universo / me parece una impostura», reconoce Otxoa señalando la imposibilidad de exorcizarnos, esa impotencia de nombrar el dolor así como el enigma de la existencia.

Él me recuerda con sus versos / que caminamos bajo los astros de la repetición.

Estos versos tan significativos, y que recogen el aliento central del poemario, nos hablan de una historia que se repite, del olvido y la desmemoria, del no aprendizaje, de nuestra inconsciencia a pesar de ser, supuestamente, la cúspide de la pirámide evolutiva. Gracias, Julia, por conmovernos y convocarnos a ese acto de rebeldía y lucidez que es la lectura, que es creer que los buenos libros pueden cambiar el mundo.

viernes, 13 de junio de 2025

"Mixtura"

Muy feliz porque ya está en mis manos, y disponible para tod@s l@s lector@s, "Mixtura", antología personal que recoge una amplia muestra de los diez poemarios que he publicado hasta el momento. Con un completísimo y maravilloso prólogo de Juan José Castro Martín y con el cuidado que siempre pone Averso poesía, es una gran alegría para mí compartir este trabajo con vosotr@s.



miércoles, 11 de junio de 2025

Acerca de tres libros de la poeta argentina Nélida Cañas

Comparto mi reseña "Acerca de tres libros de la poeta argentina Nélida Cañas en la revista Masticadores:



ACERCA DE TRES LIBROS DE LA POETA ARGENTINA NÉLIDA CAÑAS



RESPIRO UN CAMPO DE LINO

Como ya nos tiene acostumbrados, Nélida Cañas, poeta de lo sutil y desatendido, vuelve a conmovernos con “Respiro un campo de lino”. Ella sabe captar con maestría lo mínimo, lo que en apariencia no reviste importancia, pero que −visto a la luz de las estaciones y de su mirada atenta− dibuja esas huella certera y sutil que emociona. Los movimientos de la naturaleza son perfilados minuciosamente y, a la vez, desde lo alto, desde la visión de un pájaro en vuelo.

Insinuación, apunte preciso, magia secreta de los espacios abiertos, campos propicios para reflexionar sobre la belleza. Esos elementos son los que nos dona Nélida con su poemario, esa suerte de trascendencia que habita en lo minúsculo.

Festejamos la calidez de nuevos significados. Aquel espíritu que nos acuna, cuando sabemos leer entre líneas. Tres versos como estos, “El viento/ se hace ovillo/ en los rastrojos”, traerán a nuestra sensibilidad una ráfaga de significados. En los rastrojos, aquello último y olvidado, es justamente donde el viento se entretiene y recrea. ¿Acaso en nuestra vida la verdad y la luz no se pasean más a sus anchas en aquello que descuidamos?

A veces, una imagen potente y muy vívida le vale a la escritora para definir un paisaje (“El huso de la noche/ hila sueños./ El día lo deshace”); otras, su planteamiento se desgrana y nos regala un conjunto más extenso de asombros (“La lluvia reverbera/ en la laguna./ Una garza/ se sostiene en la orilla/ en una sola pata”).

Adjetivos precisos que prestan textura y cuentan una historia con limitados recursos: “Una hojita leve/ y sola/ en la indigencia de la tarde”. Esa “indigencia” posee una gran carga simbólica en estos momentos en que hemos dejado a la naturaleza desprotegida y devastada. La autora sabe jugar con lo medido, con una baraja de pocas palabras gana la mente del lector.

Hermosísimos poemas nos dejarán un gusto de levedad, de extrañeza, de añoranza: “Entra un rayo de sol:/ tu ventana/ se sostiene/ en la pared ruinosa”.

Y quizá este texto sea el que mejor pueda definir el conjunto, su voluntad, sus pilares: “Escribir./ Escribir lo sublime/ como quien pinta el cielo/ o traza un círculo”. Porque queremos ese dibujo que Nélida Cañas hace de la vida, sus pasajes, su acontecer. Queremos estar imbuidas en su esperanza, en el cúmulo de sus deseos, en esa mirada puesta sobre lo amable y lo ínfimo. Necesitamos que la voz de la poesía nos arrastre por las facetas menos erosionadas de lo humano. Su voz cercana al aire.



EL LIBRO DE LAS FLORES

En este bello poemario que se compone de seis partes o momentos −en palabras de la autora− “Lenguaje”, “Danza”, “Ofrenda”, “Enunciación”, “Florecimiento” y “Habla”, Nélida Cañas destila, con un lenguaje preciso, colorido y profundo, un acercamiento al simbolismo contenido en las flores. El libro es una verdadera delicia para los sentidos. Lo plástico, la metáfora, acompasan una voz madura y medida, una voz que no necesita artificios para hablarnos sobre aquello escondido en realidades mínimas. Sirva de ejemplo el poema “Trigales”: “círculo amarillo/ en la memoria/ aro de fuego/ en el que ardo”. O en el excelente texto titulado “Rosa” en el que se compara a esta flor con un mandala en que abreva la luna.

Con citas muy bien escogidas, Nélida va guiándonos por un camino de sensaciones sutiles, va adentrándonos en su universo único, abanico de pureza léxica y de hallazgos. Quizás los versos “alcanza la belleza de lo que calla” o en “florecer/ florecer al fin/ en el silencio/ de lo leve” sean dos de los textos que mejor definan esta propuesta de la poeta.

El libro nos seducirá −también− por su vocabulario rico y acorde con lo contado: “inefable planicie/ de lo divino”, “hecho de ideogramas perfumados”, “para ofrecerle la secreta/ vinculación de sus jugos”.

Os invito a despertar vuestros sentidos en este jardín de encantamientos líricos, “como amantes enloquecidos” de las etéreas delicias de la vida.



SINFONÍA DE AGOSTO

Tal como nos cuenta Estela Sanlungo en el prólogo de “Sinfonía de agosto”, este poemario es como un libro de definiciones, una especie de diccionario personal donde la poeta nos traslada, de forma delicada y precisa, sus impresiones acerca de un abanico de conceptos que desea volver a revisar y definir. Para ello va allegando múltiples elementos del mundo natural con el que Nélida Cañas -tal como he visto en anteriores trabajos suyos- guarda una relación muy estrecha.

Y como si fuera un cuento lo que nos quisiera contar con cada poema-definición, la autora comienza sus textos con la palabra “cuando”, llevándonos así a ese tiempo pasado que ahora nuevamente se recrea.

Nélida se vale de lo conciso, de lo breve, hay un claro intento de apresar algo mínimo y describirlo también con las mínimas palabras. Porque no es necesario adjetivar demasiado cuando lo que se nombra contiene en sí mismo una carga simbólica y plástica. Esto lo sabe muy bien nuestra poeta. Ella nos dice (definiendo la escritura) “cuando abro/ mi libreta de notas/ y/ me dejo decir/ por el lenguaje”. Sí, dejarse decir es lo que busca su poesía, quizá ser un conducto o un canal en el que un lenguaje secreto y no tan evidente se manifieste.

Veremos en este conjunto que lo mágico, lo onírico, el mundo de la infancia, están muy presentes: “cuando encuentro/ entre las hojas de la hierbabuena/ la leve pluma/ del ángel de la guarda”. Nélida no le teme al diminutivo, a las palabras empapadas de ternura, porque sabe bien regalarles otras dimensiones, lograr que suenen a belleza y sinceridad en nuestros oídos.

La figura de Emily Dickinson sobrevuela las páginas de esta sinfonía: ambas escritoras cultivan el mundo íntimo de la naturaleza (“y al fin/ no se niega/ al lenguaje de la flor”, “cuando un pajarito/ leve y solo/ es un chisporroteo/ de agua clara”), rescatan el asombro por asuntos que, de tan cercanos, se tornan invisibles para nuestra contemplación.

Encontraremos también un diálogo bosquejado −a través de precisas pinceladas− con otras autoras y personajes de distintas épocas, que hacen más rico este original diccionario poético.

Dejad que los compases de estos versos vegetales y serenos, cargados de estaciones y de pequeños hallazgos se desgranen lentamente en el mantel de vuestra escucha.


Marina Tapia

Reseña de "Jornadas neorrománticas", de Sebastián Waldo en CaoCultura

Gracias por la publicación de mi mirada lectora al poemario "Jornadas neorrománticas", del poeta chileno Sebastián Waldo, a María Angeles Robles Morales, de CaoCultura. Espero que os gusten mis palabras. ¡Sigamos leyendo y compartiendo! 




NOSTALGIA, SUTILEZA Y ESTACIONES

Encontrarse con “Jornadas neorrománticas”, del poeta chileno afincado en Granada Sebastián Waldo, es volver al universo de la poesía de mi tierra natal, a los ecos de Jorge Teiller y su poesía lárica. Podemos decir que un Tellier contemporáneo vive entre sus páginas y nos invita a realizar un verdadero viaje a las brumas del territorio austral, a ese lugar perdido en la memoria, entre esteros, lámparas ciegas, casas en ruinas, con el raído rumor de las hojas y la guerra de lluvia en los tejados. Me hice con este libro la pasada Feria del Libro de Granada, en la caseta de Averso/Aliar, y en él he hallado un trozo vivo de mi pasado, un pozo donde confluyen sensaciones que había perdido: mundos que sólo pueden crecer en el territorio latente de la poesía chilena.

El poeta apresa impresiones muy leves, e intenta definir elementos atmosféricos a través de imágenes novedosas: “Sabes bien que el estío nace / de las más breves tinieblas”. O momentos concretos del día a través de la potencia y claridad de una imagen: “Apaga todas las luces / para que la noche descubra / su verdadero rostro.”, “los astros mueren cada noche / para nacer de nuevo en el canto de los gallos”.

Bajo la estructura de anáforas y repeticiones, que mantienen un ritmo sostenido en las estrofas, Sebastián Waldo levanta composiciones sólidas, de alta coherencia, con buenos finales, títulos precisos y musicalidad gustosa.

En el poemario encontramos palabras de origen mapuche o de árboles y plantas originarias de Chile que otorgan una prestancia colorista al libro (queltehues, aromos, imbunches…). En él los pueblos −no las grandes ciudades− y su nostalgia de historias están reflejados. Barcos extraviados, trenes que se marchan hacia pueblos de la memoria, espejos que ya no guardan el recuerdo de los rostros, fantasmas, chimeneas, caminos polvorientos y casas de piedra: símbolos muy contrarios al progreso, muy alejados del paisaje de prisa y rendimiento de la sociedad actual donde solemos movernos. Y es justamente por eso que agradecemos esta voz auténtica que nos transporta a su eternidad detenida, a ese paraje de vientos que dominan todo (hasta los reflejos, el mundo privado y las esperanzas), a un desfile de naturaleza casi anacrónica que es tan emocionante recuperar. Porque los escenarios de Waldo son, de alguna manera, los de esa juventud que todos hemos vivido, un espacio donde el amor deformaba la realidad, donde el tiempo y las horas estaban a merced de nuestra ensoñación, donde la capacidad para expandir un instante era moneda corriente y el verdadero tesoro de ese periodo. Leyendo estas “Jornadas neorrománticas” (Averso, colección Perversa, 2015), título que ya nos anuncia claramente la voluntad del autor por sumergirnos en una época pasada, los lectores sentiremos que no sólo se puede llegar a la contemplación del paisaje y a la reflexión acerca de la fugacidad de la vida a través de las corrientes orientalistas (tan de moda actualmente), sino también a través de estos ecos presentes en el universo lárico, en la pulposidad de la mirada y del decir de latinoamérica.

Invito a leer a este autor con voz propia, que trae a nuestro panorama una corriente fresca, magallánica y un imaginario nostálgico y reinventado.

Marina Tapia

Presentación de "Cien inexactos movimientos", de Antonio Carbonell

He tenido el gusto de intervenir en la presentación de "Cien inexactos movimientos", un cuidado poemario de Antonio Carbonell Sanchez (Entorno Gráfico Ediciones), junto con el poeta y editor Francisco Acuyo. Os dejo con algunas fotos (tomadas gentilmente por Ángel Olgoso) del acto en la librería Picasso de Granada y con el texto que leí, esperando que os anime un poquito a haceros con el libro.




ESA FRECUENCIA ÍNTIMA

<<Presentar un libro con el cual nuestra escritura se siente cercana, hermana en el decir, en las búsquedas y en los parámetros creativos, es una delicia. Apoyar y difundir un trabajo que sabemos y constatamos que se ha hecho a conciencia, depurando al máximo cada poema, tratando de llegar a lo esencial, es estar en comunión con los valores atribuidos a la creación.

Antonio Carbonell, buen amigo, buena persona, es un poeta genuino, con una rutina entregada a la lectura y a la escritura, con una riqueza lingüística, un poeta que sabe allegar muy bien la potencia del símbolo, de lo sensorial y de la imagen a su quehacer. Un poeta, además, intuitivo, que busca en las sensaciones más nimias esa profundidad del lenguaje.

Todos los que nos hemos entregado a la construcción de un poemario, sabemos que no es una cuestión azarosa, que no basta con reunir un conjunto de poemas bajo un título sugerente. Y que tampoco se trata de agrupar el trabajo realizado dentro de unos años determinados, o de seleccionar los poemas más sonoros o llamativos, sino de construir un verdadero ecosistema con sus estratos, sus capas de significado, sus caminos sutiles a las preguntas que todos nos hacemos; es decir, de modelar una unidad que va más allá de lo temático y con una coherencia sostenida por el estilo. Es una armonización de lo que se dice y de lo que se calla, de los versos y del silencio, de la musicalidad y de lo disonante. Un pequeño mundo que reflejará el proceso creativo del autor, los hallazgos vitales de sus búsquedas, la andadura intelectual y emocional que ha dado como resultado un libro.

Y en estos “Cien inexactos movimientos” podemos encontrar voz, tiempo y meditación. Destellos que se hacen verso y estrofa. El vocabulario busca la exactitud, lo particular, no se queda en generalidades, hay una pulsión hacia lo conciso, hacia los términos que acoten la verdad vivenciada. Por eso, los lectores ya cansados de lugares comunes, del tono coloquial y sensiblero de la poesía actual, o del pintarrajeado de escenas tan comunes, agradecemos esta bruma sutil, este dibujo esencial que nos toca completar.

Antonio Carbonell apresa nostalgias y reflexiones: “quién volviera a chapotear en la alegría”, “todo cabe en lo diminuto”, “tras los puntos suspensivos / otra vez soy comienzo”, “lo que no encuentre de valor será lo relevante”, “con manos inocentes urdiremos la coartada del deseo”… Y todas estas perlas atesoraremos, porque la sustancia de su poesía está hecha de aguas profundas, lentas y silenciosas que, con cada nueva lectura, empaparán nuestra tierra.

Pero el poeta no sólo se queda en un yo introspectivo, en la indagación de las coordenadas y movimientos de su mundo, va también hacia la otredad, hacia el dolor humano, hacia lo existencial; medita sobre la historia de los hombres, sobre las huellas del pasado. Se conmueve. Inclina el tallo de su pensamiento hacia el exterior.

Os invito a leer con calma el último trabajo de este autor que ha pasado parte de su vida en Almería y que por fortuna para nosotros, sus amigos y lectores, se nos ha vuelto a afincar en tierras granadinas. Estos “Cien inexactos movimientos”, título que, dicho sea de paso, devela una voz humilde y conmovida, que no abandera la totalidad o se cree en posesión de la verdad absoluta. Él sabe que esa inexactitud comulga con la verdadera poesía, porque, al fin y al cabo, nuestra escritura no es sino un tanteo, una búsqueda inexacta, un movimiento tembloroso en pos de lo esencial>>.





Elogio a la lectura

En este día lorquiano, 5 de junio, quiero recordarlo rescatando el espíritu de sus "alocuciones". Espero que os guste este sencillo homenaje a la lectura. Perdonad la juventud de este texto sin tanto reposo. Lo escribí ayer.





ELOGIO A LA LECTURA

Para Ángel Olgoso, lector tenaz.

I

Hay un libro que quisiera reseñar. Abre un mundo dentro de este mundo, desata en mi interior una palpitación distinta a los latidos del corazón. Arrastra un impulso que me desvela. Y, de madrugada, el lápiz busca retratar lo inmaterial que se asienta, busca realizar una estructura, una construcción, un esqueleto para contener lo que destilo de sus páginas. ¿Dónde en realidad vive mi libro?, ¿en qué lugar? Su esencia se ha desplazado de su continente de cartón y papel hasta un punto inexacto, que no está necesariamente en mi pensamiento, que vive también en el campo de las sensaciones físicas, en la fricción de su recuerdo con la realidad que transito. ¿Cuándo podré alumbrar aquella conclusión que yo llamo ‘reseña’, aquel remate, aquel cierre capaz de controlar al animal que ruge sus improntas.

Intuyo que este libro ya existía dentro de mí mucho antes de leerlo. Su apuesta por valores tan perdidos y anacrónicos −como el honor−, sus empolvados brillos, los limos que se extienden por sus páginas, su catálogo exacto de la humanidad, me perseguían antes de tenerlo entre mis manos. Pero esta vez es mío en lo carnal, no se escapará. Al extractarlo, al fijar con apuntes y citas su volatilidad, al retratarlo con palabras concretas al fin descansaré, poniéndole candado a mi tesoro.

Este libro es bisagra entre el pensamiento y la emoción. Es un hilo musical que apacigua mis días. Un objeto simbólico, un tótem que organiza ideas salvajes con otras meditadas. Me habla de lo incorruptible, de aquella eternidad contenida en el lenguaje. Tiene algo de piel, de tejido y de sangre, de músculo y mecánica. Es un alegato colectivo contra el tiempo. Es un clamor sin lengua, es universal. Confío en él. Confío en terminar una humilde reseña, sencilla pero ardiente.

Ya caí del caballo en medio de mi loca carrera hacia la nada. Fui de Damasco. Pude escuchar. Me deslumbró el asombro. Ahora vendrá otra música, la que yo module. Por fin seré respuesta, conclusión y podré dibujar mi torpe escrito por siempre enamorado de los libros, y del sagrado acto de leer.

II

Vine a este cruce, a esta esquina en la que me prometió un encuentro. Vine a esperarlo, a dialogar con él en esta cita a ciegas. Vine porque siempre ha sido necesario para mí un amante de palabras impresas pero vivas. Encontrar un corazón con pulso de acentos internos musicales, con armonía de sílabas átonas y tónicas en su caudal de sangre. Deseo enamorarme de esa figura ardiente y radical que forma un libro en el espacio de mi pensamiento. Vivo en la locura del Quijote, en su hacienda del deslumbramiento, en ese espacio amplísimo que un puñado de versos o narraciones ha levantado.

Vine a esta esquina de mi biblioteca, desde la cual un tomo aguarda mis manos y mis ojos. Para dejar su mutismo y su frigidez, su contractura de cubiertas duras que lo encajonan, para volverse en mí pura plástica, soltura, descompresión. Para ser otra vez un migajón vivaz entre mis dedos.

III

Siento mi cuerpo contrito, viejo, lleno de dolores. Siento el peso del tiempo en mi engranaje. No le hago caso. Paso de largo como quien da vuelta una página de un periódico. Pero, ¡qué ligereza!, ¡qué juventud sin anulación, qué campos de verde naciente florecen en mí al caminar por las páginas de un libro! Contracturas, trombos, hernias discales, descalcificaciones óseas, cojinetes desplazados, todo, todo lo que declina y mengua en este esqueleto viejo vuelve a ser pluma suspendida, esperanza sutil, pura fruta golosa sobre un frutero ajado.

Ven, juventud lectora. Ven, burbujeo de historias, de reflexiones esponjosas, de azucarados zumos. Venid a mí, orgías del lenguaje. Yo puedo atestiguar cómo revienta el alma de un tumor ante el disparo cierto de las letras. Cómo la fronteriza música −del verso que se cruza con la prosa− resucita el espíritu que tendía a la muerte. Ven, carisma, fuego sagrado del decir. Que todo, los hombres, hemos destruido, que todo hemos vendido y mancillado, pero un poema vivo y verdadero aún puede curar nuestras heridas del tiempo sobre el cuerpo. Aún nos resucita la palabra.

Marina Tapia

lunes, 9 de junio de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Gerardo Venteo

Muy agradecida al poeta Gerardo Venteo, por esta preciosa reseña de "Piedra que mengua" publicada en Todoliteratura.es ¡Qué ilusión contar con su mirada!



UN CANTO MINERAL

Vivir, Hacer, Construir, son tareas o actitudes inherentes al ser humano. Para conjugar estos verbos, partimos de la necesidad desde la cual proyectamos nuestra voluntad, nuestra intención y nuestro afán y nos conducimos hacia el logro de la finalidad en la cual debemos emplear un esfuerzo sostenido con la materia prima de la que disponemos. Los elementos que necesitamos están al rededor: es el lugar donde vivimos, el suelo que pisamos,la naturaleza que nos provee. Esta común unión entre humanos y naturaleza hace mucho tiempo que el ser humano la ha roto quedando expuestos al devenir del desastre. Para levantar una casa que nos proteja de la intemperie empleamos el cimiento sólido de la piedra sobre la que poder asentarla. Para construir la casa humana donde quepa del pensamiento y las ideas necesitamos el mineral del lenguaje. Los poemas que aquí nos propone Marina Tapia son también una casa donde pensamiento y emoción se asientan de manera hermosa.

Piedra que mengua (que obtuvo el premio del XL Certamen «Ángel Martínez Baigorri» Lodosa (Navarra) es un poemario sólido, un libro mineral que aborda la gravedad de lo primigenio como sustrato base a partir del cual situarnos y construir un lugar en el mundo y esa casa que es (origen y destino) el amor.: “ Antes de que tu beso/ cambiara mi sustancia y redimiera el núcleo/ del dolor,/ fui Babel.” Comienza así el poema 1: “En el comienzo/ aquella voz magmática/ fundía sobre lava/ su profundo nombrar.” (…) para concluir el poema diciendo: “En el comienzo tú,/ sordo estruendo,/ amor/ de fuego.

Piedra que mengua parte con toda su gravedad de lo esencial y a partir de ahí, palabra a palabra, imagen tras imagen, construye un canto imantado que se eleva estrastosférico alrededor de un concepto; la piedra (sujeto concreto que expele un campo semántico de amplio espectro).

El Libro de Marina aborda la tangente temporal del sujeto poético a través de una voz múltiple (el objeto y sus variantes en distintos escenarios) que parte de una sola voz (la propia voz poética) y habla de heredad como un macizo a partir del cual sucede la historia en la que también sucedemos nosotros “ Cordilleras,/ salientes emotivas./ Sois hálito ascendente,/ o dedos de las diosas que, dormidas,/ levantan sus pulgares y acarician/ la pulpa de las nubes. La poética que atraviesa este Piedra que mengua es un magma que se solidifica en el poema de manera sutil y caleidoscópica.

Sobre lo sólido y grave se construye, en este libro, lo líquido, lo húmedo, lo frágil, lo pequeño y lo hermoso; la voz. Y esta voz se eleva sobre la tangente material del objeto (la piedra) para abrazar con la boca el latido del corazón del poema que a su vez es el magma con el que solidifica y se hace esta casa.

Este poemario basáltico, sólido, polisémico y sedimentario, parte de la contemplación lenta y el pensamiento analítico para conjugar de manera precisa (y preciosa) la emoción que puede llegar a conmovernos con lo que no parecía posible. Con gran sensibilidad y destreza técnica, Marina asigna a la piedra el lugar de un tótem sagrado que sostiene todo y se alza sobre todo y es, desde una mística casi religiosa, que aborda la rotundidad del peso mineral y el origen como lugar sagrado y lo expele (desprovisto de gravedad) en forma de canto.

Este canto de heredad “ Abecé de mi canto,/ que en cada roquedal se enreda./” (ancestral, testimonial, geológico, arqueológico, antropológico) en ascenso vertical, se construye a partir de los cimientos sobre los que se asienta un sujeto moral que forma parte del tiempo, su tiempo propio que atraviesa un momento histórico a través de un paisaje interior cambiante hasta convertirse en un canto rodado arrastrado por el río, un paisaje fértil o un desierto y pronunciando así maneras o una manera de estar y de asistir al mundo. Este canto es una oración. En el poema 36: “Dichosas vosotras/ que lleváis/ el soplo de la tierra en vuestro centro,/ generosas matriuscas,/ pues Canaán os aguarda.// Dichosas vosotras/ que tenéis compasión por todo lo que late,/...”

Es difícil destacar unos versos sobre otros en este libro excepcional pues habría que transcribir poemas enteros casi o abundar con profusión y alegría en cada uno de ellos. Así ocurriría con el poema 2 que comienza diciendo: “Me bautizaste piedra,/y me envolviste entera de firmeza,/ (…) y en el cobre/ de mi veta extenuada pusiste/ esa humedad de amor.” o en el poema 3: “ Y ahora soy palabra que se adensa,/ tan firme y compacta:/ un carrusel de ritmos contenidos.”

Marina ha compuesto un canto que bebe desde el interior de las simas y las sobrevuela creando un paisaje hermoso de palabras a partir de lo sólido. Este libro sereno, es un libro de amor que parte desde la tangente mineral de lo más sólido para, a través de la contemplación, el pensamiento y el lenguaje, construir esta casa. “Dulzura es lo que hallo en la sustancia/ que tú me concediste./ Me visto de certezas./ Mi corazón es gruta. / Un blanco laberinto de pilares/ donde tu voz camina.”