sábado, 18 de enero de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Santos Domínguez

Agradezco la reseña de "Piedra que mengua" que el poeta, profesor y crítico Santos Domínguez ha publicado en su blog En un bosque extranjero'.



18 enero 2025
MARINA TAPIA. PIEDRA QUE MENGUA

Santos Domínguez


Mirad mi corazón de estalactita.
Me llueve el mundo dentro,
una serenidad acuosa se perfila.
Soy más de la intemperie que de mí.
Tormento y aguijón
traspasan mi techumbre.
Todo reduce el agua del vivir.
Constriñe lo salmódico.

Piedra terrestre.
Piedra que mengua

De ese último verso toma su título Piedra que mengua, el último libro de Marina Tapia, reflejo de un proceso poético de desnudez espiritual, de viaje depurativo hacia dentro y hacia lo hondo que confirma que la del poeta es una labor minera de excavación en lo profundo en busca de las raíces minerales y los cimientos de la propia identidad, un buceo simbólico en la memoria geológica que se inicia con estos cuatro versos:

En el comienzo
aquella voz magmática
fundía sobre lava
su profundo nombrar.


Una “voz magmática” que desde esa incandescencia explora una escritura telúrica (“escribes desde dentro de la tierra”) para fundar en ella la “piedra matriz” con la que construir los cimientos que permitan habitar “la casa del ascenso”.

Porque en esa labor minera de excavación hacia lo hondo y de construcción del cimiento sobre el magma y la lava se sustenta un proceso posterior de elevación que desde lo purgativo llega a lo unitivo “en un trance ascético-lírico” al que se refiere Pura Fernández Segura en su prólogo.

Y, como la mística, la poesía de “roca conmovida” en la que se proyecta la emoción depurada en metáforas de Piedra que mengua es poesía radicalmente amorosa atravesada por el constante diálogo entre el yo lírico y el tú amado que se funden en el nosotros transformado del poema final:

Me has dado otro semblante
más fiero, más opaco, pero cierto.
Dormí sueños de piedra que no sueña.
Hoy vuelvo a ser basalto,
pizarra y arenisca,
hoy vuelvo a ser mapuche,
la hija de la tierra,
serena como templo bajo el sol.

Has mezclado mi voz con arcilla.
Has herido el instante.
Has hecho de la roca mi refugio.



martes, 14 de enero de 2025

Presentación de "Piedra que mengua" por Marina Aoiz en la entrega del premio Ángel Martínez Baigorri


    Buenas tardes. Volvemos a encontrarnos en otoño para celebrar la poesía. La de nuestro homenajeado Ángel Martínez Baigorri y la de la poeta premiada, Marina Tapia. Marina, mi tocaya, nació en Valparaíso, Chile, en 1975. Su DNI afina más y la sitúa en el lugar denominado EL ALMENDRAL. Además de Poeta, es artista plástica y divulgadora cultural. En la plica que envió con su poemario nos cuenta que desde el año 2000 reside en España y desde 2012 en Granada, un lugar excelente para cultivar la Poesía. Ha publicado ‘50 Mujeres desnudas’ (Amargord, 2013), ‘El relámpago en la habitación’ (Nazarí, 2013), ‘Marjales de interior’ (Aguaclara, 2017), ‘Jardín imposible’ (Ayuntamiento de Baena, 2020), ‘El deleite’ (Ayuntamiento de Vélez Málaga, 2020), ‘Un kilim de palabras’ (El sastre de Apollinaire, 2022), ‘Corteza’ (El Envés, 2022), ‘Bosque y silencio’ (Ayto. Aguilar de Campoo, 2022) e ‘Islario’ (Amargord, 2022).

Voy a confesarles, aquí en la intimidad de este recinto, que el poemario me atrajo desde su título: Piedra que mengua. ¿Cómo puede menguar la piedra? -me preguntaba. ¿Será porque se convierte en guijarro, en arena, en tierra, en polvo...? El contenido del libro ofrece múltiples respuestas, sumadas a otras tantas dudas. Intentaré transmitir el interés que despertó en diversos miembros del jurado su lectura y contagiar mi entusiasmo particular con algunas claves. Por supuesto, la piedra señalada desde los epígrafes elegidos como pórtico del poemario, es símbolo, metáfora y soporte del quehacer poético de su autora.

Sobre qué descansan sus cimientos?
¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,
mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora […]?”
(Libro de Job, Antiguo Testamento)

“La piedra forma el respaldo de la chilenidad;
ella, y no un tapiz de hierba sostiene nuestros pies”
(Gabriela Mistral)

En el tercer poema, la escritora Marina Tapia nos revela en un verso:

Soy más de la intemperie que de mí.

¿Refleja ahí su condición de emigrada, de poeta, de mujer artista...? Ya veremos…

Pero antes de continuar, quiero subrayar que este poemario es un amplio diálogo con otras voces literarias. Cito por orden de aparición: Sor Juana Inés de la Cruz, Clara Janés, Antonio Machado, la poeta granadina Mariluz Esribano Pueo, la chilena, Gabriela Mistral, Chantall Maillard, la mexicana Rosario Castellanos, la extraordinaria María Ángeles Pérez López, Mada Carreño, San Juan de la Cruz, César Vallejo, José Ángel Valente, Juan Carlos Friebe y Octavio Paz.

Deduzco que los versos de las voces literarias universales incluidos dentro de los poemas, le han servido a la autora de inspiración o quizás de sólidos sillares para sostener sus propios versos.

A mi meroria, caprichosamente, acudió un verso de la escritora navarra Margarita Leoz, de su libro El telar de Penélope. El verso dice: nos bautizaremos de nuevo con piedras. ¿Lo hizo así Marina Tapia con la piedra que mengua?

Escribe Marina Tapia en el noveno poema:

En mí levantarás lo que tú quieras:
silencios o poemas.
O escribirás en veta de oro y plata.

En el undécimo poema, la autora afirma:

Soy león asirio, gema etrusca, columna romana, obelisco egipcio,
sarcófago íbero, castillo normando, ermita románica, muro de Buraq, Petra y Altamira, esfinge, Stonehenge, estela rúnica, crátera, Kaaba, Valle de las Rocas.
Soy piedra angular.
Soy centro magnético.
Soy fuerza transformada.

Para terminar el poema con unos versos magníficos de la poeta granadina Mariluz Escribano Pueo:

Por los siglos seré
amor indestructible,
inamovible roca
enamorada y alta.

En el poema número 12, Marina Tapia ofrece un canto a sus orígenes, el de su tierra y el del referente poético, Gabriela Mistral. Gabriela Mistral, cuya vida transcurrió entre 1889 y 1957, no está mal recordarla, fue poeta, pedagoga y diplomática chilena considerada una de las intelectuales más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX. Su obra condensaba el amor y respeto por la infancia y por su país. La obra literaria de Mistral, en un principio, inscrita en el movimiento modernista, pasó con el tiempo a ser más íntima y emotiva. La escritora usó un lenguaje sencillo, expresivo e incluso coloquial. En sus textos fueron notorios el ritmo, la sonoridad, el simbolismo y el empleo de metáforas. Se le concedió el premio Nobel de literatura en 1945.

Algunos versos del poema número 12:

Cordilleras, volcanes, serranías,
repechos y altiplanos,
salientes emotivas,
locura de racimos para el vuelo.
(...) Soy esa bestia libre
que nunca ha de cazar la humanidad.

Sueño de piedra que soñamos, piedras del mundo pastoreadas, cita a Gabriela Mistral

Mis sísmicas amantes,
no me dejéis
sin cuna de la infancia,
sin lápida que bese vuestro suelo.

No hay belleza más alta que los Andes.
No hay aridez más dulce que Atacama.
Y no hay dolor más hondo que Pisagua.

(Pisagua es una localidad chilena, ubicada en la zona costera septentrional del país. Fue un importante puerto para el embarque y la exportación de nitrato durante el gran auge salitrero industrial que se vivió en el norte de Chile hasta los años 1930. Hoy es un caserío semiabandonado, pero a principios del siglo XX llegó a disfrutar de modernos muelles con grúas mecánicas, un activo movimiento portuario, diversos edificios gubernamentales, bancos, casas comerciales chilenas y extranjeras, un Teatro Municipal, hoteles y consulados. Contó incluso con servicio de tranvías urbanos, teléfonos y energía eléctrica, así como cable submarino y telégrafo. Tras el fin de la industria salitrera, Pisagua se convirtió en un pequeño pueblo pesquero y fue utilizado por diversos gobiernos como prisión. Durante la última dictadura militar, Pisagua tuvo uno de los principales campamentos de detención y ejecución de opositores políticos.)

Y no hay dolor más hondo que Pisagua.

El poema número 22 es una plegaria:

Madre Piedra que estás en la tierra,
santificada sea tu estirpe.
Vuelva a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en el magma como en el cosmos.
El agua nuestra de cada día
dánosla hoy
para lavar el cuerpo,
para lavar el alma.
Y perdona nuestras ofensas,
nuestra extracción voraz de tu materia,
ese eterno saqueo.
No nos dejes caer en la codicia.
Y líbranos de nosotros,
Piedra Madre.

Comentaba al principio que había conectado con el tema labrado primorosamente por Marina Tapia por el amor mutuo a las piedras. Fíjense que belleza derrocha este texto: Poema 34.

Dentro de cada ser
aquel genuino cuarzo
late,
brilla.
¡Id a buscarlo!


En el último poema, arropados por el verso de Octavio Paz: Dormí sueños de piedra que no sueña, Marina nos ofrece estos versos:

Hoy vuelvo a ser basalto,
pizarra y arenisca,
hoy vuelvo a ser mapuche,
la hija de la tierra,
serena como templo bajo el sol.
Has mezclado mi voz con arcilla.
Has herido el instante.
Has hecho de la roca mi refugio.

En una ocasión leí que los mapuches no construyeron pirámides o caminos como los Incas y los otros imperios mesoamericanos porque las pirámides, los caminos y toda suerte de estructuras importantes en la antigüedad, se construyeron sobre los hombros de esclavos. Los mapuches siempre se consideraron un pueblo donde la libertad era un valor sagrado. Tenían como santuario la tierra y la naturaleza. El Pueblo mapuche nunca se ha sentido dueño de la tierra, sino hijo de ella.

Gracias, Marina, por llevarnos de viaje con tu voz discreta, firme, mística, audaz, silvestre, comprometida y por habernos acogido en tu refugio de piedra. Ahí estamos a salvo.

(Marina Aoiz)

lunes, 6 de enero de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Javier Gallego

Hermoso regalo de Reyes el recibir esta bellísima reseña de "Piedra que mengua" escrita por Javier Gallego y publicada en su blog Profundamente superficial.




Reseña de ‘Piedra que mengua’. Ayuntamiento de Lodosa. 2024

Por Javier Gallego


Con prólogo de Pura Fernández Segura, "Piedra que mengua" es el ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, y se presenta como un viaje lírico de profunda introspección y espiritualidad, un texto que entrelaza la naturaleza mineral con la experiencia humana. Un libro que no solo explora la materia, sino que la trasciende, convirtiendo la piedra en símbolo de resistencia, transformación y amor. Desde el inicio, el libro establece su densidad simbólica con citas de Gabriela Mistral, Federico García Lorca y Juana Castro, que sirven de pórtico a un universo poético donde la piedra se convierte en una metáfora omnipresente: “En el comienzo / aquella voz magmática / fundía sobre lava / su profundo nombrar. /.../ De su germen nací / en angélico infierno /.../ En el comienzo tú, / sordo estruendo, / amor / de fuego”. Tapia recurre a un lenguaje que oscila entre lo telúrico y lo celestial, logrando una fusión entre lo tangible y lo abstracto. La piedra, en este contexto, es tanto el núcleo físico como el espiritual, representando la fortaleza, la fragilidad y la capacidad de cambio: “Me bautizaste Piedra, / y me envolviste entera de firmeza, / de claridades férreas y en el cobre / de mi veta extenuada pusiste / esa humedad de amor”; “Mirad mi corazón de estalactita /.../ Piedra terrestre. / Piedra que mengua”.


El poemario está compuesto por versos libres, caligramas y formas tradicionales como el soneto (“Ya ha muerto mi ilusión, y era tan pura”, por poner un brillante ejemplo), demostrando la versatilidad técnica de la autora. El uso del caligrama como recurso visual enriquece la experiencia del lector, subrayando la materialidad del texto y su conexión con lo geométrico y lo natural. La musicalidad de los versos es notable, lograda mediante un ritmo cadencioso que recuerda al fluir del magma o al desgaste de las rocas por el agua, reforzando el carácter orgánico del discurso poético: “Y en cama de cristal mi mente ardía: / brumosas procesiones de vapores, / volcanes y orogenia, / un vals de continentes / siguiendo ese compás de las edades”. Además de la simbología, digamos, telúrica, el leitmotiv reúne otras resonancias: “Si fue Kefás el nombre que me diste, / si hiciste tu bosquejo en mis entrañas, / no fue por mi virtud, por esta fuerza / de Sísifo que carga sus pesares, / fue por la libertad de tu deseo, / de aquel mercurio ardiente de tu voz”. Además del recurso a la paradoja: “Dulzura es lo que hallo en la sustancia / que tú me concediste /.../ Tu risa es material, yo la materia / desde la cual te alzas. Qué milagro / volver a ser del magma / y desposarme entera / con tu fuego”; “Un baile de pureza se desprende / de mis manos – paloma, / por eso / déjame que te acune, / ser tu nido/ el último baúl donde dispongas / tejidos de alegría”.


El tono es solemne, casi litúrgico, evocando una voz que dialoga con lo eterno. La repetición de imágenes y símbolos, como el magma, el cuarzo y el guijarro, crea una cohesión temática que invita al lector a sumergirse en un universo cíclico, donde el tiempo y la materia se entrelazan: “Ocurrió en mi vejez el prodigio, / el milagro de ser / otra cosa –y yo misma– / ¡un doblez luminoso!”; “Así, / tosca, / ahuecada, / enardecida, / fui cúspide de dicha / aquella construcción / de piedras tan menudas”. El eje central de la obra es la piedra como símbolo de transformación. Desde su mención como "piedra madre" “No nos dejes caer en la codicia, / Y líbranos de nosotros, / Piedra Madre”) hasta su representación como un "guijarro sencillo", Tapia explora la paradoja de la firmeza y la vulnerabilidad. La piedra no solo es el receptáculo de la historia geológica, sino también de la emocional: “Antes de que tu beso / cambiara mi sustancia y redimiera el núcleo del dolor, // fui de Babel. // En ese tiempo, / en que la esclavitud ponía en marcha / eternas volanderas de atenciones /.../ Antes de ser Tu Piedra, / de ser la libertad ceñida del amor, // fui del mundo”. Aquí, la autora sugiere un proceso de redención, donde la piedra, al igual que el ser humano, encuentra su propósito en el amor y la entrega.


El uso de referencias bíblicas y mitológicas, como la alusión a Kefás (Pedro, "la roca" en la tradición cristiana) y el mito de Sísifo, amplifica la dimensión simbólica del texto. La piedra es tanto un peso como una promesa, un recordatorio de la finitud humana y la posibilidad de trascendencia: “Todo es cansancio dentro de esta esfera”. Alrededor de la melancolía surgen momentos de gran pureza lírica: “Ya no repito el beso o la caricia / que estalla, que calcina, que recorre / esa materia viva de tu ser”; “Yo quisiera cantarte con la voz más serena. / Mas soy cardo que un día / se prendió en el sayal de un verso enamorado /.../ Porque esta roca madre que yo soy / no borra, / no derrite / su cera fervorosa”; “Es tan impronunciable tu dulzura, / es un caudal que el magma no contiene, / que sube hasta mis labios para ser / vocablo sin hechuras /.../ Verás que menguaré para que exista”.


Otro tema recurrente es la relación entre la materia y el espíritu. La voz poética celebra la materialidad de la piedra, pero también sugiere que esta contiene una chispa divina: “Dentro de cada ser / aquel genuino cuarzo / late, / brilla, / ¡id a buscarlo!”. Esta dualidad refleja la tensión entre lo terrenal y lo celestial, un tema que resuena en el trasfondo místico del libro: “Cautiverio de luz / te sacude” o “La piedra de tropiezo es nuestra casa”.


El lenguaje de Marina Tapia es rico en imágenes y metáforas, pero también preciso. Cada palabra parece estar cuidadosamente elegida para evocar tanto lo concreto como lo inefable. La construcción de imágenes, como “¿Y si yo me reflejo / no en el mármol suntuoso, / no en el serio alabastro, / ni en cristales o gemas? /.../ ¿Y si fuera perfecta / la caricia del canto que la mar ha pulido?//¿Y si soy para ti / un sencillo guijarro / en un nuevo comienzo?” demuestra una maestría en la creación de paisajes poéticos que son simultáneamente cósmicos e íntimos.


La inclusión de formas tradicionales, como el soneto, aporta un contrapunto clásico a la modernidad del verso libre. Esto refuerza la idea de la piedra como un elemento atemporal, que conecta el pasado con el presente y lo tangible con lo espiritual. “Eres la voz / al fondo / del silencio”. Por último, el recurso metapoético, la referencia a la escritura como tabla de salvación culmina el recorrido lírico de este poemario: “Que mi poema ruede como alud, / y luego se despeñe hacia los ríos /.../ Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo”.


Los últimos poemas llevan al gozo y al amor, trascendiendo todas las connotaciones negativas que ha ido explorando a lo largo de las páginas: “Alegraos, estad contentas / porque recibiréis lo que no se ve, / pero es eterno, / y todo lo que el mundo os despojó”; “Volví para deciros cuánto amor / he visto en lo que rueda y se desprende”. Por eso, la principal característica de esta piedra que mengua es el de santuario: “Has mezclado mi voz con arcilla. / Has herido el instante. / Has hecho de la roca mi refugio”.


Piedra que mengua es una obra que merece una lectura atenta y reflexiva. Marina Tapia ha logrado crear un poemario donde cada verso es una capa geológica de significado, invitando al lector a explorar las profundidades de la experiencia humana a través del prisma de la piedra. La obra destaca no solo por su riqueza simbólica, también por su rigor formal y su capacidad para evocar lo eterno desde lo cotidiano. Es un libro que se habita, como si uno mismo fuera esa "piedra que mengua" en busca de transformación y redención.


jueves, 2 de enero de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Gregorio Dávila de Tena

Qué bonito es empezar el año con esta maravillosa reseña de "Piedra que mengua", escrita por el excelente poeta -y buen amigo- Gregorio Dávila de Tena, y publicada en la revista Culturamas.




MADRE PIEDRA, DÁNOS REFUGIO
‘Piedra que mengua’, Marina Tapia. Ayuntamiento de Lodosa, 2024.

(Gregorio Dávila de Tena)


    La creación poética va madurando a través del diálogo fecundo con la tradición literaria a la que pertenecemos. Y el poeta va menguando en favor del poema. Como dijo Gil de Biedma: «Yo creía que quería ser poeta, / pero en el fondo quería ser poema». Este nuevo libro de Marina Tapia es una hermosa muestra de ello.

    ‘Piedra que mengua’ ha recibido el Premio del XL Certamen poético «Ángel Martínez Baigorri» de 2023 y ha sido bellamente editado por el Ayuntamiento de Lodosa (Navarra). Se trata de un libro unitario en su desarrollo y variado en sus tonalidades, con fundamento en un arquetipo o metáfora esencial como es la piedra, y sobre ella va mostrando un rico tapiz de emociones, imágenes y recursos poéticos. Podemos encontrar desde un soneto (poema 18) hasta un poema visual (11) pasando por otras variadas formas líricas como una paráfrasis del Padrenuestro (22) pero dedicado a la Madre Piedra.

    El poemario no tiene secciones y los poemas transitan una senda continua que se recorre con placidez. Me ha llamado la atención el número de poemas: treinta y nueve, que son los mismos que la versión A del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, al que cita en uno de sus versos. También es original la forma de titular los poemas con un verso cualquiera del poema resaltado en negrilla.

    El prólogo de Pura Fernández Segura resalta, entre otras cosas, esa vocación de entrar en lo otro y esa búsqueda interior de lo sagrado. Y en la dedicatoria que hace en mi ejemplar habla de «la hermandad de las búsquedas interiores».

    Cuando nos adentramos en el libro encontramos versos como estos: «Me bautizaste Piedra…/… y en el cobre / de mi veta extenuada pusiste / esa humedad del amor». La piedra y el agua, el agua que brota de la piedra es un símbolo recurrente en la tradición poética. La autora se hace piedra menuda, ‘piedra pequeña’, que acoge «las corrientes y verdades subterráneas», pozo que recoge la lluvia en el desierto.

    Marina es natural de Valparaíso (Chile), tierra de grandes poetas como Neruda, Mistral, Teillier o Rojas y su poesía tiene ese sabor primigenio de la patria natal. Así en el poema 12 nos habla de sus raíces: «No hay belleza más alta que los Andes…». Parece pequeña pero es grande como una cordillera, maternal como el viento, suave como un recuerdo de la infancia, ‘enamorada y alta’.

    Pero Marina vive actualmente (felizmente) en Granada, también tierra de buenos poetas y en sus poemas se transparenta el aroma de esas nuevas influencias. Al final una es ciudadana del mundo y conecta con la humanidad de los seres cercanos. Una no se desterró de ningún lado sino que «Emigré hacia mí misma» dice un verso suyo, «a esa unidad más íntima y compacta». Hay un continuo regreso a ese centro interior donde se encuentra el sosiego.

    El poemario discurre en un tono sereno y delicado, con palabras que acarician y enternecen. Pero también con dentelladas de fuerza que contrastan felizmente en su amena lectura. Se percibe frescura y sensualidad («mis pechos de paloma», «dulzura es lo que hallo en la sustancia / que tú me concediste») junto con el aullido de una voz de fuego, el rugido de un león asirio o el magma de los volcanes.

    A través de los poemas se va desarrollando un diálogo con un tú poético que a veces parece un ser trascendente, un espacio sagrado, y a veces se muestra como otra zona del yo poético, en «¡un doblez luminoso!». Un «tú» que forma parte de un «mí». ‘Yo soy el otro’. «Nosotros» se forma con «nos» (yo) y «otros». Al final «Solo hay un poeta», dice Rilke, y solo uno es el Poema.

    El tema de la identidad se diluye en la Poesía y el ego mengua hasta desaparecer. De modo que es frecuente, al pasar el tiempo, no reconocer lo que uno ha escrito, leer hasta con extrañeza y asombro los versos propios. Creo que es una experiencia común en muchos escritores. Porque como dice Gil de Biedma de nuevo: «Un poema es una criatura de un orden de realidad muy distinta a la de uno mismo», Y sin embargo, en franca oposición o contradicción, dice Francisco Brines: «Todo en el poema está haciendo referencia única al que lo ha escrito». Y creo que ambas declaraciones son ciertas. Esta es una de las grandezas de la poesía.

    La cuestión de la identidad también se refleja en el poema 8 donde «ocurre el milagro de ser / otra cosa —y yo misma—». Algo que sucede sin esperarlo cuando nos visita la belleza y estamos a solas con el misterio de ser. Este yo con el que nos identificamos y que a la vez queremos dejar en la cuneta: «líbranos de nosotros».

    El arquetipo de la Madre aparece con frecuencia en el libro como en el poema 28: «Piedra matriz… / y no puedo decir otra palabra / que el nombre maternal que me atempera». Los poemas son cantos de gozo y esperanza, salmos a la raíz madre, a veces con pinceladas de noche, cansancio y angustia, con «la caricia del canto que la mar ha pulido».

    Al final la autora vuelve (siempre ‘el eterno retorno’), tras un proceso de transformación, para decirnos «cuánto amor ha visto en la pizarra que se quiebra», cómo el desgaste la hace perla, vuelve con un semblante más auténtico, más sereno, hija de la tierra, porque «has mezclado mi voz con arcilla…/ has hecho de la roca mi refugio».

    En sus poemas Marina se hace acompañar de poetas de hondo calado, de profundidad espiritual como el ya citado San Juan de la Cruz, Clara Janés, César Vallejo, Chantal Maillard, Antonio Machado y otros, en esta llamada a «sentir y despertar / con esta escucha nueva que nos ciñe”. Un poemario que sería muy del agrado de Ángel Martínez Baigorri, poeta y jesuita a quien está dedicado este Premio, quien entendía la experiencia poética como un ver en todas las cosas la presencia de lo divino.

    ‘Piedra que mengua’ es un hermoso poemario que abre el espacio a lo más sagrado en nuestro interior, un camino de búsqueda por las collados del corazón, un bautizo en el agua de la esperanza, un cervatillo que araña los velos de la noche.


domingo, 22 de diciembre de 2024

Mi reseña de "En el brocal del tiempo", de Juana Castro, en Caocultura

Comparto, con ilusión, esta reseña que he escrito al bellísimo libro "En el brocal del tiempo. Poesía escogida (1978- 2023)", de Juana Castro. Espero que os parezca interesante mi apreciación. Y gracias a Caocultura por el espacio.




<<‘En el brocal del tiempo. Poesía escogida (1978-2023)’, de Juana Castro, publicado por la Editorial Cántico en su colección La hora de la estrella, es un libro fundamental y de cabecera en el panorama poético actual. El volumen cuenta con un minucioso prólogo de Concha García, poeta que conoce a Juana desde 1986, con la que ha forjado una larga relación de amistad y admiración.

Además de ser un libro impecable en su edición (solapas, páginas de cortesía con un fondo floral que nos traslada a Córdoba, excelente papel, letra de buen tamaño, luminosa fotografía de la autora en su portada), el conjunto hace un recorrido desde su primera publicación ‘Cóncava mujer’ (1978) hasta ‘Antes que el tiempo fuera’ (2018), a la vez que permite −a las que la hemos leído con asiduidad− tener al alcance fragmentos sustanciosos de títulos muy difíciles de encontrar, por tratarse de ediciones de tirada reducida. Por eso nos congratulamos de poder atesorar este valiosísimo compendio, y de ver que su obra se difunde ampliamente, como Juana merece.

Una de las características que más me sorprendió la primera vez que leí su poesía, fue la libertad con que la voz poética se observa, se cuida, se nombra y hasta se alaba. Esa alegría del existir y de habitar un cuerpo femenino, ese no dudar en dar voz a esos pequeños movimientos, actitudes, rituales y sensaciones que marcan la diferencia entre los sexos. El autonombrarse, la contemplación física y psicológica en toda su dimensión, cobran en la voz de Juana Castro un rasgo de originalidad. Es tal su capacidad −con pocas palabras y con pocos versos− de trasladarnos al instante germinal del poema, que podemos sentir como vivo lo contado, que podemos asegurar que sólo esa voz podía contarlo de tal modo.

Los mitos griegos, las leyendas universales, los cuentos tradicionales, pero también la sabiduría hecha relato de los pequeños pueblos, refulgen en su trabajo. Un ramillete de diosas y personajes bañados con ese sutil aroma del mediterráneo se pasean por sus páginas. Juana se hermana con Paca Aguirre, María Victoria Atencia, Pilar Paz Pasamar y otras escritoras del siglo XX gracias a ese volver sobre la figura de Penélope, Dánae o Calíope. Grandes autoras todas ellas que, con tanto acierto, reinterpretaron y reescribieron los arquetipos femeninos del mundo clásico. Muy simbólico es el poema «Dafne», de una fuerza y claridad maravillosa. Pareciera que el ecofeminismo sustentara al texto; la mujer proclama su unión indisoluble con la tierra posicionándose en el lado opuesto al hombre y su afán de conquista: “Es inútil que corras, inútil que me alcances, / porque tengo las plantas / vaciadas en la tierra / y el laurel / es ya un triunfo de oro en mi cabeza”.

En uno de los libros recogidos en esta antología, ‘Narcisia’, se hace más intensa que nunca la apuesta por un cambio de mirada. La poeta nos invita a celebrar esa diosa que vive en cada mujer, a reconocer la autoridad femenina: “[…] En el principio / solo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca, / se amaba en la sombría / saliva de las algas […] ¡Gloria y loor a Ella, / a su útero vivo de pistilos, / a su orquídea feraz y a su cintura!”.

La primera vez que oí hablar de Juana Castro fue a través de mi amiga Ana Mañeru Méndez. Recién llegada a Madrid, en el Espacio Compartir Poesía de la Fundación Entredós, Ana nos animaba a leerla calificándola como la mejor poeta viva. No se equivocaba. Pasado el tiempo tuve la suerte de escucharla en persona. Esa vez nos recitó una selección de su escritura, hasta nos regaló la ‘plaquette’ ‘Cáliz y otros poemas’ a cada integrante del grupo (librillo que atesoro con gran cariño), y hace dos años, recibí el regalo de su visita a una presentación que yo hacía en Córdoba.

Leer su poesía es adentrarse en temas vitales y profundos. Es dejarse acunar por un rico mundo sensorial. Es ser conscientes del desgaste de las que realizan los cuidados en el espacio familiar. Es abrir nuestras ventanas al mundo rural. Es volver al brocal del idioma. En esta autora se condensa la fluidez y voluptuosidad del sur de España, con esa mirada adusta y sosegada de la Andalucía interior. En ella se junta la luz y la montaña. En su lenguaje palpita el colorido de la celebración y el silencio dolorido de las sombras. Atrapan nuestros sentidos sus sinestesias; esa amalgama exquisita de texturas, sonidos y perfumes: “tu voz, tan solamente, / tan desnuda en mi noche, que en las plumas/ atadas de mis alas, ya no quepa / otra flor que el oído”, “denso el deseo, rebanarse podría / como acero su pulpa de aguacate”.

Nadie como Juana describe los vaivenes del cuerpo femenino que vive durante el embarazo, la madurez y la vejez. Sutiles sensaciones que revivimos leyéndola, y agradecemos el valor y el colorido que le brinda a palabras como útero, orinar, clítoris, nalga, hígado que, bajo su tutela, adquieren matices más significativos.

También hallaremos muy presentes los pasajes bíblicos, desde una óptica personalísima, desde el yo y la intimidad; usando, muchas veces, la negación para afirmar algo: “yo no soy de esta hora. / traigo solo la espada / que divide al destino. / No me miréis, miradme: / Hoy empieza conmigo su reinado de carne”, “No temerás la muerte”, “mi sed no es de este mundo”. La poeta va creando un ambiente místico, un universo palpitante con tintes de misterio, combinados con capas de realismo y compromiso social.

En su poesía no está tan presente una mirada urbana, con grandes urbes de fondo, con ajetreo; guarda más bien, con gran viveza y maestría, los ritmos luminosos del campo, del cuerpo en espacios abiertos, la relación cercana y amistosa −y simbólica− con los animales. Todo esto se aprecia especialmente es en sus libros ‘Del color de los ríos’, ‘Arte de cetrería’ o ‘No temerás’.

Leed a Juana Castro. Leedla es leer literatura clásica, la que perdura y no muere, la realizada con maestría. Ella nos dice: “Y te salvé cantando”, al tiempo que presenta la poesía como esa salvación ante el dictamen de la muerte y del dolor existencial. Que su trabajo nos siga llevando a ese lugar de resistencia ante la voracidad de esta sociedad, tantas veces, sorda y enmudecida. Que su poesía nos salve>>.







lunes, 2 de diciembre de 2024

Recital "Provocante a risa" en el Centro Artístico

El 30 de noviembre, Juan Chirveches gentilmente invitó a un grupo de poetas para leer en el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada textos satíricos y jocosos. Aquí os dejo las dos décimas que compartí, espero sacar alguna sonrisilla. (Escribí estas décimas como homenaje a mi paisana Violeta Parra que con tanta maestría las cultivó).




DÉCIMA DEL CONQUISTADOR

Un forastero español,

boca ancha, pelo en pecho,

digamos que contrahecho,

macho alfa y fanfarrón.

Enemigo del jabón,

oliendo a piel de macaco

(aderezado el sobaco

con poquita agua bendita),

su trompa: dos moscas fritas

metidas dentro de un saco.

Portaba arcabuz en ristre

para cazar su león,

coraza de ‘quita y pon’,

y un potro bastante triste.

Su caminar era un chiste.

Y andando soltaba pedos.

Escribanos, curas, reos

del nuevo mundo se asombran,

pero él se nos va de compra:

solo quiere un escarceo.

Vestido de punta en negro,

con la cruz hasta en la picha,

amargo como la chicha,

con su cuello verdinegro

más enfangado que el Ebro,

se acercó a mí tan ufano,

a este cuerpo tan serrano,

como pavo rimbombante

pensando en echarme el guante,

soñando en meterme mano.

Venía de la otra orilla

con su verbo zalamero,

con su aliento de ajoarriero,

con su boca-alcantarilla.

Un gallo de pacotilla,

ay, más horrendo que Picio

(hartito de tanto vicio

meneado en su soledad)

y lo digo sin maldad:

¡mirarle fue un sacrificio!

Yo: deliciosa guayaba,

él: infecto surtidor,

restregándome su amor

al tiempo que se arrimaba.

El lerdo no se enteraba

que su pellejo extranjero

quería para el puchero.

Y, pestañeando coqueta,

iba llegando a mi meta

y fui avivando el caldero.





DÉCIMA DEL SANTO BEBEDOR

Un cura, muy aplicado

en la sagrada escritura,

sentía gran calentura

en su cuerpo apolillado.

Bebiendo el cáliz dorado

−al darnos la eucaristía−

a solas se convencía:

Si Jesús está en el vino,

me entregaré a mi destino

y apuraré esta ambrosía.

En beber nunca fue vago

y se iba aplicando el cuento

sintiendo la sangre dentro,

de Cristo, con cada trago.

Totalmente etilizado

vio diablos y querubines,

a San Pedro en calcetines

paseándose por los cielos.

¡Después dirán los ateos

que todo lo inventa el cine!

Por creer a pie juntillas

en la transubstanciación,

abreviaba su sermón

para beber la gotilla

que al fondo del cáliz brilla

diciendo ¡venga, pa’ dentro!

¡Qué bendito sacramento

que no prefiere una cepa

y solo tiene por meta

tener a Cristo muy dentro!

Con el baile de San Vito,

con el habla trachhhhtocada,

con visión multiplicada,

este beodo padrecito,

en cueros y a voz en grito,

predicaba: ¡Ay, criaturas,

cómo no veis la figura

que con celeste insistencia

deja al mundo por herencia

su sangre sabor a uva!

Por decir ¡amén, amén!

decía ¡salud, salud!

Nunca temió al ataúd

si el vino cantaba ¡ven!

Siempre ascendía al Edén

bebiendo el caldo sagrado.

Y un día, de su costado,

charco de vino afloró.

¡Milagro!, uno gritó

otros dijeron ¡mamado!

jueves, 28 de noviembre de 2024

Entrega del Premio Ángel Martínez Baigorri a "Piedra que mengua"

    Muy agradecida y feliz de recoger en Lodosa (Navarra) el premio Ángel Martínez Baigorri a mi poemario "Piedra que mengua" que, en palabras del jurado "fue el mejor elaborado y el más exigente tanto desde el punto de vista formal; ritmo y estructura, como del sentido; el más cohesionado y mejor compactado. Sorprendió gratamente el ejercicio de intertextualidad que lleva a cabo su autora. Además, los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, Clara Janés, Mariluz Escribano Pueo, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos o María Ángeles Pérez López, entre otras autoras, establecen vínculos poéticos entre autora y lector brindando amparo. ‘He hecho de la roca mi refugio’, reza el último verso de Piedra que mengua, poemario escrito desde las entrañas de la tierra. No exento de cierta mística, en lo profundo del libro se percibe el latido del mundo, el de un corazón de piedra”.
    Gracias al Ayuntamiento de Lodosa, al jurado, a los familiares de Ángel Martínez Baigorri, y a todas las organizadoras del evento por tan cálida acogida. 







lunes, 25 de noviembre de 2024

"Signos armados" en la revista Anfibia de poesía

Qué alegría poder compartir en la revista literaria Anfibia, una muestra de mi metapoesía visual. Gracias a Marisa Bello, Salomé Ballestero y Pilar Trol por facilitar su publicación en tan interesante espacio!! Espero que os guste. También encontraréis una entrevista, y una fotografía muy bella de mi hermana Gloria Tapia.


SIGNOS ARMADOS

La metapoesía, una serie de impactos visuales y conceptuales, destilaciones personales de poesía concreta y una especie de declaración de principios son los elementos que vertebran ‘Signos Armados’.

           El color azul de los modernistas, pero también de los azulejos portugueses, recorre estas láminas sutilmente. Con esto he buscado hacer un guiño a Óbidos, villa en la que viví y realicé mi propuesta, el mes de octubre de 2023, gracias a Granada Ciudad de Literatura UNESCO que me brindó esta oportunidad a través de una residencia literaria.

            Como ya planteó el grupo Noingrandes en Brasil en la década del 50’, un poema concreto ocupa el espacio dado por la página como herramienta expresiva, arriesgándose a jugar con la disposición del texto sobre la hoja, dando importancia al lenguaje visual. Y yo he querido tener como punto de partida las tipografías, los espacios en blanco, las señales de tráfico, la cartelería publicitaria, los supuestos símbolos universales, es decir, lo icónico, para luego llevarlo al terreno de lo metapoético, del análisis del acto de escribir poemas en la actualidad y, con pocos elementos y versos, transmitir una idea, una postura vital o una emoción. Desde sus comienzos la poesía concreta buscaba una “economía” del lenguaje, y en esa estela he deseado seguir con este pequeño trabajo. Además, usando programas y herramientas digitales muy sencillas para su realización: en este caso lo importante era la reapropiación de lenguajes populares empapándolos del análisis acerca de la poesía y los poetas. De alguna manera, no solo tiene ecos de los admirados y conocidos españoles Joan Brossa y Cuca Canals, también de artistas de mi tierra de origen −Chile−:  en estas láminas late con fuerza el legado de Nicanor Parra, Guillermo Deisler o Carmen Berenguer que, con tanto acierto, fusionaron imagen y palabra. Ellos y muchos más autores que abordaron y dialogaron con lo plástico, han sido mis referentes en esta búsqueda.

            Cierta profundidad, amor por la lengua y en especial una mirada esperanzada y teñida con leves toques de naif podrá apreciar el que se acerque a mis ‘Signos armados’.

Marina Tapia




Mi reseña de "El bosque errante" en Culturamas

Encantada de reseñar "El bosque errante", de Juan José Castro Martín, en la revista Culturamas


RASTROS Y SILENCIOS EN EL BOSQUE

Navegar por el maremágnum de publicaciones actuales, elegir qué leer en este presente abigarrado de tinta impresa, ser fiel a un pálpito interior y escoger libros de poesía alejados de corrientes y grupos mayoritarios, desvinculados de la lírica pop, es casi un atrevimiento, un acto de lúcida rebeldía. Dar ese espacio a escrituras que arriesgan, que ponen en pie libros complejos, que apuestan por el lenguaje, fieles a su búsqueda, es ser conscientes de que nuestro tiempo puede enfocarse al enriquecimiento personal y no sólo a un voraz consumo sin filtros, es como clavar una bandera en el Ártico o en un páramo perdido.

El bosque errante, de Juan José Castro (Motril, Granada, 1977), tan bien editado como de costumbre por Reino de Cordelia, es un poemario que nos llega con el reciente aval del premio de Poesía San Juan de la Cruz, otorgado por la Academia de Juglares de Fontiveros.

El conjunto se estructura en seis partes: ‘El aliento y el barro’, ‘El éxtasis y el llanto’, ‘La corriente cautiva’, ‘Las voces y el letargo’, ‘El bosque errante’ y ‘El temblor y el barro’. Como se puede apreciar, la idea del barro abre y cierra el conjunto, quizá porque este material hecho con esos elementos primordiales que son la tierra y el agua, está asociado al mito de la creación, a Adán, al comienzo en el Edén, en ese bosque primigenio. El barro se adhiere, mancha, marca la piel y nos recuerda que lo que ahora somos es gracias a siglos y siglos de evolución, pero que −a pesar de ese distanciamiento con los paisajes salvajes y abiertos que nos tocó domar− aún conservamos nuestra esencia, ese fuerte lazo con las materias originarias, con la naturaleza, con sus bosques, montañas, mares y llanuras. Y esta idea se refleja muy bien en el ‘alma’ del poemario. La voz poética vive en una secreta comunión con el alfabeto de las lluvias, estableciendo lazos de intensa intimidad. Sentimos que el poeta es capaz de escuchar perfectamente al mundo, que le habla a través de secretas señales y manifestaciones. El universo está allí fuera cantando alto, con su murmullo y también con su deletreo feroz. Sólo espera nuestra atención, nuestro asombro, que nos maravillemos con el devenir de las cosas y de los seres, que lo bauticemos con palabras. “Eres una suma de intemperies”, “cae la nieve con voluntad de ser en su sonido”, “musgos, innumerables trinos blancos”, “el bosque silba en las hayas y en los huesos ruge su asamblea de lluvias”.

Es un libro muy pensado, muy estudiado, con una clara voluntad de ordenar las ideas y presentar a los lectores bloques estructurados que serán el deleite de los que amamos la claridad. Poemas por lo general de aliento largo, prosas poéticas de versos contundentes y desarrollados sin miedo, textos empapados de filosofía −especialmente la de pensadores alemanes−, poemas que van envolviendo con su denso ramaje y que muchas veces nos dejan sin aliento. Tenemos que detenernos para asimilar el cúmulo de sensaciones y reflexiones que despiertan, tenemos que degustar la simbiosis de imágenes superpuestas. La metapoesía, con un telón de fondo cultural y existencial, recorre el camino de las páginas; la fidelidad a una vocación literaria; la palabra y el arte como elevación y salvación en tiempos de guerra, y la fragilidad del lenguaje. Pero no sólo hallaremos estos parámetros intelectuales, también brilla en el libro el cuerpo, la carcasa humana que celebra o llora, la frágil osamenta dolorida, el rítmico bombeo de la sangre, la materia frágil que alojamos. Cuerpo, siempre cuerpo, además de mente.

A Vladimir Holan, Friedrich Hölderlin, Else Lasker-Schüler, Paul Celan, Nelly Sachs, Gustav Mahler, Albert Camus, Gustave Moreau, Simone Weill, Vicente Aleixandre y a tantos otros da voz Juan José Castro Martín, o entabla con ellos un diálogo. Nuestros oídos ensanchan su universo, estableciendo con estas voces y ecos del ayer una especie de intimidad. Y no importa que no conozcamos a fondo a los artistas o escritores que se asoman en El bosque errante, a los que el autor rinde su vívido homenaje, porque hay un juego de médium y voces resucitadas, trayendo lo más esencial del pasado sobre la güija de la página. Áspero bosque del idioma, fabuloso animal del silencio. Palabra y silencio, oxímoron que se complementa.

Haciendo un guiño a Alberto Gordo en su artículo acerca de Thoreau, rescato esta valiosa idea: “superar la visión antropocéntrica y alcanzar una visión ecocéntrica”. Y justamente es ese el espíritu que se puede percibir en este poemario: la visión del ser humano integrado de forma indivisible en la tierra, en el viejo paraíso que habita.

Tal como decía nuestro querido Vicente Aleixandre, “los poetas, si algo son, son indagadores de la realidad; no inventan nada: descubren, enlazan, comunican. Cada cual llega a su límite. Ninguno está a solas. Y todos poseen en la suya una posible voz general. Y quien no la poseyese no sería un poeta comunicable, es decir, no sería poeta. Donde uno queda el otro avanza. Y donde este termina el siguiente toma el relevo”. Sirvan estas sabias palabras del maestro como una invitación a los poetas a seguir creando en esa estela de descubrimiento, de valoración del legado, de dignificación. Juan José Castro Martín abre camino con sus versos, enciende luciérnagas, deja migas de pan para los errantes que transitan perdidos este vasto bosque. ¡No dejéis de leer este libro!


Club de Lectura Letraheridas

Fue un verdadero gusto realizar el pasado jueves la ruta literaria de "El segundo hijo del mercader de sedas", de Felipe Romero, junto al Club de lectura LETRAHERIDAS que tengo la suerte de coordinar. Gracias al Ayuntamiento de Huétor Vega por el apoyo al Club. Nuestro recorrido comenzó en la calle Lepanto (en el hostal que lleva el nombre de la novela), seguimos hasta la Alcaicería, luego a la Plaza de las Pasiegas, subimos al Albaicín por la Cuesta de San Gregorio, llegamos al Aljibe de Trillo y ascendimos buscando la Cuesta María de la Miel. En cada parada leímos fragmentos del libro. Y nos hubiera gustado terminar el la Abadía del Sacromonte (lugar tan presente en la historia) o en el Carmen de los Mártires, pero en otoño los días son más cortos así que rematamos nuestro paseo en el Albaicín. ¡Viva la lectura compartida!