viernes, 7 de noviembre de 2025

Reseña de "Mixtura" por Juan Carlos Rodríguez Torres

Muchísimas gracias a Juan Carlos Rodriguez Torres, por esta maravillosa reseña de "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025) en la revista Hojas sueltas. Sus palabras dan una bella visión panorámica del libro, resaltando elementos muy importantes para mí como la búsqueda de lo esencial, el viaje como camino y los lazos con la naturaleza.


UN VIAJE CIRCULAR A LA PUREZA

Suelen ser las antologías un compendio, una muestra de lo escrito por alguien durante un periodo de tiempo. Pero no debemos olvidar que una antología es un libro, y como tal tiene cuerpo propio, historia propia, una vida que funciona de forma independiente. Mixtura, de Marina Tapia, poeta chilena que ya pertenece al mundo, es un viaje circular que la propia autora realiza para encontrarse a sí misma y de esta manera ofrendarse al mundo con natural generosidad.

Mixtura está compuesto por diez libros en los que la autora recorre los distintos senderos que la conforman: la identidad, el exilio, el amor y la pasión, la naturaleza. Y los recorre en espiral, y a cada vuelta es más consciente, más humana, más persona.

Comienza este viaje atendiendo a su propia identidad, reivindicando su ser mujer y su ser humana libre, tomando conciencia de todos sus condicionantes, de aquello que la limita y de aquello que la hace fuerte con el único propósito de avanzar, de vivir. Aparece aquí la imagen de la mujer enjaulada en lo cotidiano, la mujer exiliada que necesita la acogida, el vértigo. Y va transformando poco a poco la piedra en escultura, en su afán de entregarse a los demás siempre en libertad. Los pájaros no deben seguir haciendo nido en las heridas.

La condición errante de la poeta convierte su vida en un viaje real, físico, doloroso. Pero trata de hacer también de este viaje una aventura, el misterio de la búsqueda y el encuentro, el sabor amargo y excitante de la incertidumbre, la necesidad de llegar a un lugar al que llamar mío. Todos tratamos de encontrar nuestro lugar en el mundo, y Marina Tapia va haciendo del mundo entero su lugar, transformando la tragedia de la huida en la oportunidad de ser de todos lados. Debo sentir la tierra como un todo, mirar a las ciudades desde el faro sensible del asombro.

Y qué sería de un viaje sin amor, un amor también físico, natural y salvaje. La poeta goza sin tapujos de su cuerpo (no te pierdas el goce de saberte un animal), usando tanto las metáforas naturales como el lenguaje explícito, y da rienda suelta a la pasión de forma natural, a la corpórea y a la espiritual, como en la vida misma. Y en este viaje, va vinculando el amor con lo sagrado, tratándolo desde todos los sentidos, un amor que va desde lo sencillo, desde lo real, desde todos los momentos, hasta el éxtasis. Una mujer que vive la pasión como ella elige y sigue lo que dictan sus latidos.

El paisaje, lo natural, es parte irremediable del camino, y sabernos parte de él puede ser sin duda la llegada. En el encuentro con paisajes nuevos que la acogen descubre la poeta una belleza deslumbrante, y siente que la ayudarán a limar las asperezas de su vida. Y poco a poco lo va sintiendo tan dentro que comienza a convertirse en el paisaje mismo. Y así, esta unión de poeta y paisaje se va enraizando a lo largo del libro, y en ese sentirse naturaleza, conversa con ella, con los árboles, con las flores, y también con otros seres humanos que descubre como parte de la misma. Y aquí, en este sentirse parte de lo natural, rechaza la existencia sin hondura. Me duele la simpleza de la vida que ahora se me anuncia, me espanta este vivir elemental.

Los viajes circulares terminan en el puerto de inicio, pero la persona ya no es la misma. Y este trayecto concluye como empezó, reivindicando a la persona, a la persona nueva, a la persona completada en el viaje, la persona que es historia, origen, emoción, cuerpo. La persona que grita soy persona, soy mujer. Un final del viaje que se muestra como una evolución temática de su poesía, una conclusión a la búsqueda para encontrarse a ella misma, la poeta pura que ha de entregar esta pureza a los demás. Tan solo quiero ampliar la voz de un grito, pesar mi identidad, ser un conducto.

Pero no nos engañemos, el final de un viaje es solo el comienzo de uno nuevo. De esta manera, cuando la poeta llega al final de su viaje personal, descubierta y asumida, sintiéndose parte de un todo, tiene ahora la capacidad de mirar al mundo natural con ojos nuevos, con neutral pureza, para descubrir el don que han recibido aquellos que han transitado este camino: ver la historia del mundo y la humanidad desde el sentimiento humilde de pertenencia, una especie de nirvana en la tierra que nos hace gozar de cada inspiración que llega a los pulmones. Hoy vuelvo a ser basalto, pizarra y arenisca, hoy vuelvo a ser mapuche, la hija de la tierra, serena como templo bajo el sol.

Es por tanto Mixtura un viaje que todos deberíamos realizar para ver el mundo con ojos nuevos, para sentirnos parte del mundo y así cuidarlo y disfrutarlo, para sentirnos parte de la humanidad y así cuidarla y disfrutarla, que nuestro viaje es corto y nos pasamos la mayor parte del tiempo sin mirar por la ventana.

(Juan Carlos Rodríguez Torres)

jueves, 6 de noviembre de 2025

Reseña de "Mixtura" por Gregorio Dávila de Tena

Gracias a Gregorio Dávila de Tena, buen amigo y gran poeta, por acercarse tan cálidamente a "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025), por compartir mi trabajo. Muy contenta por ello!




<<Esta antología titulada "Mixtura" recorre de forma muy acertada y completa los diez libros publicados por Marina Tapia hasta la fecha.
Es una buena oportunidad para tener una visión panorámica de su poética y conocer la evolución de su escritura hasta un libro de plena madurez como es "Piedra que mengua", que ha tenido varias reseñas exitosas.
La poesía de Marina discurre principalmente por los cauces de la sensibilidad, la naturaleza, la mirada atenta, el amor y el erotismo, la identidad femenina, la escritura y el silencio.
Todo el volumen nos da muestras de su clara vocación por la poesía, ese dejar que "la vida florezca en la palabra".
El excelente prólogo de Juan Jesé Castro Martín nos introduce de forma magistral en esta trayectoria que une vida y poesía en la persona de Marina.
La edición está muy cuidada, como viene siendo habitual en Averso.
Felicito a Marina por este nuevo libro y a la editorial Averso.
Os dejo algunos poemas como muestra>>.

Reseña de "Mixtura" por Santos Domínguez Ramos

Muy feliz y agradecida al poeta, profesor y crítico Santos Domínguez Ramos por su acercamiento a "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025), publicadas en su blog de referencia En un bosque extranjero. ¡Gracias por sus generosas palabras!



ANTOLOGÍA POÉTICA DE MARINA TAPIA

Feliz ocupación 
moverse en las estancias del vacío, 
hallar en su sosiego 
un verso diminuto que germina.

Con esos versos termina “Andadura”, el poema con el que abría Marina Tapia su libro Bosque y silencio, que establecía una conversación con el paisaje en busca de la belleza externa desde una mirada contemplativa a la naturaleza, desde ese lugar en el que se cruzan lo interior y lo exterior, la observación y la meditación, la reflexión sobre los límites de la poesía y la palabra, sobre el tiempo y la memoria.

Ese es uno de los diez libros sobre los que Marina Tapia ha elaborado una antología personal de su itinerario poético que ha titulado Mixtura y que publica Averso. 

La abre un prólogo en el que Juan José Castro afirma que “Marina Tapia es poeta de palabra vivida y significada, poeta de la tierra y el amor, poeta, en definitiva de la vida y, por tanto, verdadera.”

Entre el inicial 50 mujeres desnudas y el reciente Piedra que mengua, Mixtura ofrece un recorrido cronológico por la evolución de Marina Tapia y por la presencia en su obra de unas constantes temáticas que la propia autora enumera en su Nota inicial: “la naturaleza, el erotismo, la metapoética, la identidad femenina, los paisajes, el amor, el silencio o la errantía.”

Temas que han ido articulando sus diez entregas poéticas entre 2013 y 2024 con la proyección personal en el misterio vegetal de la naturaleza de Jardín imposible, con la cartografía sentimental de Islario o con la celebración de lo femenino de Corteza.

Son algunas manifestaciones de una voz que en Piedra que mengua, su último libro, explora una escritura telúrica en busca de las raíces de la propia identidad, un buceo simbólico en la memoria geológica sobre la que se sustenta un proceso posterior de elevación.

Imaginación y sensibilidad se conjugan en la voz de Marina Tapia y en su mirada plástica hacia el misterio del mundo para desarrollar una concepción de la poesía como búsqueda, como explica en los tres versos finales de “Tránsito al poema”, uno de los textos recogidos en esta antología personal:

Hoy sé que tu recuerdo echa raíces.
No dejo de buscar 
aquello que yo llamo poesía.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Entrevista en Granada FM por Eva Velázquez

Gracias de corazón a Eva Velázquez Valverde por invitarme al excelente programa de entrevistas que realiza para Granada FM. ¡Fue una tarde estupenda! Eva preparó un programa con mucho cariño.
La entrevista completa en el siguiente enlace:
https://www.youtube.com/watch?v=uqw4kIJQKG0






"Los recados de Gabriela Mistral", taller en Albolote

Comparto algunas fotos del taller "Los recados de Gabriela Mistral", realizado en Albolote. Gracias a las personas asistentes (en especial a mis amig@s Juan Carlos Rodriguez Torres y Ana Burgos Alcaide), a mi compañero Ángel Olgoso por las fotos, y a la Concejalía de Igualdad de Albolote por apoyar la difusión de la obra escrita por mujeres.







martes, 23 de septiembre de 2025

Lectura en la cumbre histórica de Granada por su capitalidad cultural 2031

Del muro de Ángel Olgoso: "Marina fue elegida ayer por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Granada para coronar poéticamente un hito histórico: la firma -por parte de todas las instituciones y de los alcaldes de los 174 municipios de la provincia- de la Capitalidad Cultural 2031 en el Palacio de Congresos. Muy bien acompañada por el poeta Gerardo Venteo, fue un placer inefable que la voz y los versos de Marina y de Gerardo sobrevolaran y respaldaran esta adhesión colectiva a la candidatura que pretende hacer de Granada un referente cultural europeo bajo el lema “Tierra que inspira, conocimiento que transforma”.










domingo, 21 de septiembre de 2025

Comparto mi reseña del poemario "La veladora" (Olé Libros), de Gerardo Venteo, publicada en CaoCultura.



CONSERVAR LA TERNURA


    La veladora (Olé Libros, Colección Imaginal, 2025), del escritor granadino Gerardo Venteo, es una apuesta por la elegía −renovada y contemporánea− desde una voz conmovida que es ofrenda. Estructurado en dos partes, “Juana” y «La cosecha”, dividida esta última a su vez en “Un hijo” y “Otro hijo”, el poemario, de tema unitario, es un pozo del que afloran emociones, diálogos interiores y recuerdos en torno a la figura clave del hogar: la madre.

    Salir de la esfera del yo, detener la mirada para cantar −con toda la fuerza interior− a otra persona, en este caso a la mujer que ha dado a luz y cuidado con tanto esmero a sus hijos, es un gesto, en poesía, poco habitual. Es más frecuente que una escritora aborde la maternidad y la crianza, pero es menos común encontrarse con versos de un hijo dedicados a su madre y, menos todavía, que todo un poemario esté centrado en este tema. Porque, insisto, no es un apartado, sino un libro completo articulado bajo la sombra de esta figura. “Escribo para (re) parar / en agradecimiento”, declara la voz poética.

    Con palabras cercanas y tan usuales como ‘amor’, ‘cosas’, ‘verbos’, el escritor inaugura su carta de gratitud y reconocimiento, situando como elemento principal la hondura que ella guarda en sus maneras y en su fondo como el gran legado donado a su descendencia. Quiero citar también el poético texto (a modo de prólogo) escrito por Susana Drangosh. En él se pregunta: “¿Cómo es posible que su vida se evapore; cuerpo caliente que ha mudado en despojo sin que nadie la haya rechazado?”

    La primera parte nos da pinceladas acerca de la historia de Juana. Nos contará su origen, sus cualidades, su destino, su luto: «la que lo fue de todos y de nadie; la sola […], la veladora». Y entendemos el velar como un acto que va más allá de lo físico y más allá del tiempo; como una actitud que desplaza los límites del yo, haciendo que los otros sean parte de un todo orgánico indivisible, una extensión de la conciencia: “Estaba hecha de músculo dulce de miga de pan”, “su vocación es animal”, “su temblor se adivina en la cautela, en cómo traza la duda de los pasos”. Y termina este apartado con la voz de la protagonista, dando aliento a los que se quedan cuando ella parte hacia ese descanso llamado muerte.

    En el segundo bloque, Gerardo pinta estampas del día a día, de las rutinas compartidas dentro del hogar al que describe como una patria, como un lugar al que regresar siempre o como agua para la sed de todos los desiertos. Hay poetas contenidos que crean una represa y van destilando gota a gota sus emociones; y hay otros parecidos a un río que se desborda, que desean envolver al lector, contar cada detalle, conmover y hacerlo partícipe de su experiencia. Gerardo Venteo es uno de estos últimos. Nos estremece su escritura vivaz que hace acopio de tan diversos detalles.

    En “Otro hijo”, comienza con un poema que abarca también a otras madres: “Fueron mujeres épicas de otra época. / Su obligación se la creyeron a pies juntillas. / Entre ellas / y su servicio / no había distinción. / Eran fuente, pozo de donación / a la deriva. / Su vida entera, fueron / pronombre solo en los pronombres”. En este conjunto, la costura, la oración y el rito se entremezclan. Imitación, fronteras desdibujadas, territorio emocional sin límites. El recitado del hijo transmuta y da paso al de la madre hasta confundirse en uno solo. Un tono totalmente confesional e íntimo tiñe los textos finales. Hermosa composición la que cierra el libro, en la que se presta voz a la madre: “Y sin embargo, esa no he sido yo / sino sólo la escrita. / Porque mi voz ha sido un nido / de silencio, ahora me inventan. / Solo yo supe la que fui y lo que hice / y mi tiempo fue solo / mi tiempo, solo, / entre todo”. Con este cierre se plantea si la percepción que tenemos acerca de nosotros se corresponde siempre con la que tienen las personas que nos han amado y que creen conocernos. Por eso, de alguna manera, la escritura atrapa otras versiones. Versiones escritas, que tal vez perdurarán incluso mucho más que lo sentido como verdad.

    En estos últimos años se está luchando por visibilizar la dura tarea de los cuidados que han estado −a lo largo de los siglos− sostenidos por las mujeres. Pero el poeta intenta ir más allá de lo político o de un discurso. Quiere comprender el universo de una casa, quiere bucear en el deseo que impulsa a una madre a atender y a poner, tantas veces, como prioridad las necesidades de su familia en lugar de las propias. Ella es un modelo, un pilar, un espejo, y es el paradigma: una estatua sumergida que hay que rescatar del fondo interior. Ella es la única forma de entendernos a nosotros mismos.

    Con un ritmo y una musicalidad envolvente, con equilibrada alternancia de verso libre y prosa poética, el tono del poemario se asemeja al arrullo o al zureo que adormece nuestra inquietud, ganando especial potencia cuando lo simbólico cobra más protagonismo: “Cabalga / a lomo del día, / sujeta la brida, / equilibra / constantemente / el eje del cuerpo”. Narración que se viste de una fuerza inusitada en las comparaciones de Juana con animales o elementos concretos de la naturaleza: “Su alegría no es liebre que salta ligera como cantan los pájaros. Su amor es un bancal, tierra alimentando raíces, cuerpo vivo en el alojo de su desalojo”, “Guarda la hebra del carácter / por si hiciera falta abrir / la boca y mostrar los colmillos / y bufar como las gatas que celan / el cuidado de sus crías”.

    El autor nos explica que La veladora pertenece a una trilogía emocional que comenzó con ‘En el corazón dormido del esparto’ (Proyecto Sur Ediciones, 2001), que aborda desde la prosa poética la descripción de un paisaje humano, en una especie de anuario, una reflexión a partir de la memoria colectiva. Le sigue “Casa de dos plantas” (Sonámbulos Ediciones, 2021) que vuelve a incidir en el mismo tema, ahondando sobre la casa y sus estancias. Esta Veladora, de alguna manera, concreta y particulariza lo que se ha venido apuntando en los libros anteriores.

    Podemos afirmar lo expuesto en su contraportada: “Este poemario recoge el testigo de una herencia que nos mejora y mejora el mundo”. Porque la gratitud es un gesto-norte, es una conjugación de la esperanza. Sencillez y lirismo. Leamos estas piezas de Gerardo Venteo uniéndonos a su loa, a su tributo al amor filial.

jueves, 11 de septiembre de 2025

Mi reseña de "Estigia", de Ángel Olgoso, en Masticadores

Una gran alegría compartir mi mirada lectora acerca de "Estigia" un excelente y atrapante libro de Ángel Olgoso. Gracias a Masticadores, en especial a Felicitas Rebaque, por su publicación.




UN CARONTE GRANADINO

“Estigia”, el tercer volumen de la compilación de los cuentos completos de Ángel Olgoso, y que con un cuidado al mínimo detalle, publicado por Eolas, dentro de su colección “Las puertas de lo posible” (2025), viene una vez más a confirmarnos que nos encontramos con un verdadero maestro de la literatura. 

Aunque la muerte pueda parecer un tema sombrío o un eje vertebrador complejo y del que muchas veces nuestra sensibilidad desea huir, la manera magistral de abordarla, el abanico variado de historias y situaciones diversas (un centenar de relatos de calidad sostenida), nos ayuda a superar nuestra posible percepción estrecha de la muerte abriendo galaxias de posibilidades y nuevos ángulos de enfoque. 

Qué estimulante resulta adentrarse en las páginas de un libro con buenas citas. Las seleccionadas por Ángel, son todas lúcidas y precisas, y nos ayudan a entender más profundamente algunas ideas contenidas en sus relatos. Por ejemplo, el enfoque de Jules Renard, concluyendo que lo dulce de la muerte nos libera del pensamiento de la muerte, es genial. También la de Giuseppe Mazzini apuntando que no existe la muerte, sino el olvido. Como siempre, Olgoso escogerá para nosotros interesantes frases desbrozadas de sus numerosas lecturas y las entrelazará −con el nudo de su reflexión siempre en guardia− en los encabezamientos de su obra. Él siempre tendrá sus píldoras aromáticas de pensamientos para regalárnoslas en el momento justo, cuando empieza la tos. 

Los relatos que inician el conjunto abren inmejorablemente el apetito del lector. Textos como “Designaciones” o “Relámpagos” son piezas magistrales (uno se pregunta, de manera inevitable, por qué tras más de cuatro décadas de trabajo silencioso y de múltiples premios y traducciones, un autor de tan probada excelencia, todo un referente del relato en español, no brilla con la fuerza que merece en el lugar que le corresponde). 

Esta colección olgosiana en Eolas es un verdadero festín para sus lectores, a los que nos gusta tener en nuestra biblioteca, bien recopilados y a nuestro alcance, toda su creación −desde los textos breves a los más extensos−. Hoy en día, disfrutar la obra completa de alguien que ha participado en numerosas antologías y cuyo material se encuentra disperso o descatalogado, es un milagro. Cuántas veces he buscado en Internet un escritor o una poeta que me interesaba, y sólo he encontrado fragmentos, paja y neblina. Son muy de celebrar este tipo de compilaciones realizadas con elegancia y rigurosidad, que ponen a nuestro alcance las versiones definitivas, escogidas y agrupadas por el propio autor. También es una suerte este tipo de volúmenes temáticos que nos ayudará a localizar más fácilmente un relato en cuestión. Gracias a este trabajo editorial, podemos hacer una inmersión en el universo olgosiano sin ninguna cortapisa.

Volveremos a llorar con “La muerte desordena” porque, aunque se haya leído y se conozca su planteamiento, es un tejido de emociones palpitantes tan bien hilado que vuelve a conmover. Impresionante asimismo “La ciénaga”, descarnada visión del hermano que vuelve de la muerte con otra percepción: una narración inquietante, lóbrega, de sorprendente final, una acertada reescritura bíblica. Sentiremos la voz desalentada de la naturaleza en “Días felices”. El mundo rural nos acogerá en su fértil territorio para lo atávico con “Las huellas de los pájaros en el aire”, “Jueces del Valle de Josefat” o “Estorninos en la higuera”. Lo poético vendrá de la mano de “Los simunes del deseo”, “El papel” o “Armonía de las esferas”. El simbolismo trascendente de “Umbrales” o “Los despeñaderos” nos deslumbrará. El mundo de los afectos familiares palpita bellamente en “Suero” o en “Vínculos”. Nos extasiaremos con la belleza de “El pigmento de la creación”, “La piel en el rompiente”, “Mujeres desnudas bajo impermeables mojados” o “Diadema en tu cabello”. La presencia del cuerpo, con sus huesos, jugos y descomposiciones, con su deseos pujando más allá de la muerte, erizarán nuestra piel: el autor nos trae aquí por ejemplo “Manos que ven”, De masticatione mortuorum” o “Un introito para arpa de tendones humanos”. Y, como es habitual, Ángel nos transportará a la cultura del Japón que tanto ama y que no puede faltar en cada libro, esta vez con “Fantasmas de las Cuatro Suertes”. Hay espacio para lo oscuro, para la ironía, para lo metafísico, para lo imaginativo, para lo mítico, para lo erudito y lo fantástico. Este verano, acompañados de “Estigia”, se nos hará mucho más fresco y más corto gozando con esta colección tan heterogénea y excelsa.

Navegad, marineros en la laguna de sus letras, llegad a horizontes velados e infinitos. Porque, como dice Ana María Shua en el prólogo, nada es tan simple cuando nuestro Virgilio se llama Ángel Olgoso, que nos hace viajar en el tiempo y en el espacio, atormentándonos dulcemente mientras leemos y nadamos, con la cabeza apenas sobresaliendo de las negras aguas. 

Y, para terminar, y a modo de invitación, quiero dejaros con “El purgatorio”, relato con el que finaliza el libro:

“En la última página de su última obra, el autor escribió la palabra «Fin». Los empleados de la funeraria −que mostraban ya una cortés impaciencia− pudieron entonces asegurar la tapa del ataúd.”>>

lunes, 25 de agosto de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine, por Ana Isabel Alvea

 Mi gratitud a Ana Isabel Alvea Sánchez por esta delicada, luminosa y cuidada reseña de "Piedra que mengua" en Moon Magazine. Un verdadero gusto leerla, y releer cada aspecto que destaca (también el foco en la cultura Mapuche).




Piedra que mengua, de Marina Tapia. Lo sagrado en el templo de la poesía

XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el poemario Piedra que mengua de Marina Tapia «se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía». Hermoso análisis de la poeta y ganadora del premio en su edición de 2019.
Por Ana Isabel Alvea Sánchez

Por casualidad, leí que el poemario Piedra que mengua fue ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, el mismo que yo obtuve en 2019 con La pared del caracol. Esa hermandad propició que Marina y yo leyéramos nuestros respectivos libros, unidas por una complicidad y aquella entrañable experiencia.

Este libro, como la casa del ser o la morada de la vida, se construye sobre su metáfora y eje principal: la piedra. Su estructura se configura como un todo cohesionado, un río que sigue recto la corriente, aunque su hilo conductor —la piedra— se ramifique en afluentes de significados.

Se abre el poemario con una referencia al principio: la creación, como una génesis, con imágenes que evocan el origen del mundo, donde prevalece el magma de un amor de fuego. La voz —el ser, la mujer, la poesía— nace de esa colisión; la bautizan Piedra: y me envolviste entera de firmeza, de claridades férreas, para convertirse en palabra y poema.

Comienza entonces a rodar la piedra sólida y resiliente; no obstante, Todo reduce el agua del vivir, y se reconoce como una Piedra que mengua, consciente de que quedará en cadáver, / polvo, / sombra, nada. A partir de ahí, inicia la búsqueda de un fuego inextinguible que perdure frente al tiempo y las inclemencias.

Recorre un viaje en el que se pierde y se desorienta, pero logra hallar el milagro y parece que la fe, o bien el amor, o tal vez la poesía, o todo en su conjunto, le procura la dicha. Durante ese tránsito, siente la nostalgia por su país, se ve extranjera y errante.

Aparecen algunos poemas-caligramas en los que se define como roca y expresa un amor arrebatador, cúspide de la dicha. Apela al poder del amor para transformarnos, pues es el amor quien nos otorga tamaña energía, como si en nuestro interior creciera un sol radiante.

Extiende una mirada crítica al mundo actual y a nuestro modo de vivir: sin ilusión, con angustia y cansancio, en una constante búsqueda de lo eterno y lo perenne. Siente una íntima y profunda conexión con la tierra, Madre Piedra, a la que desea cuidar frente al poder destructor y la codicia de los humanos.

Escribes desde dentro de la tierra…con la memoria honda de tu especie. Late en su voz un sentir primigenio y ancestral, se siente roca madre. Tal vez subyace la influencia de la cultura mapuche, «gente de la tierra». Los mapuches conciben que todos llevamos dentro energía, fuerza vital y espíritu. Para ellos la piedra simboliza fuerza y permanencia. Parece que la autora contrasta esa cosmovisión con el pensamiento occidental. Y es a esa fuerza a la que apela, la que la sustenta y la impulsa en la creación.

Aflora en todo el poemario un sentir sagrado, una divinidad interior, la Piedra es una potencia que irradia dentro de cada uno de nosotros, nos da refugio y nos salva y puede constituirse gracias a la fe, al amor, a la creación.

Los últimos poemas se centran en la inspiración, piedra matriz, única fuerza sobre la cual gravita mi poema. Constituyen reflexiones metaliterarias, como la idea de que, para que la poesía exista, el poeta debe menguar. Afirma así su propósito: Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo.

Poesía sembrada de referencias bíblicas, cuyo tono evoca el de los Testamentos: una voz sentenciosa, depurada y elegante, firme y potente que entabla un diálogo tanto con la tradición mística como con la poesía contemporánea. En sus poemas se dirige a un tú que podría ser Dios, el amor o el amado, la creación o la propia poesía. Un poemario que es en sí mismo un clamor y que se eleva como un canto inextinguible en el templo de la poesía.

"Mixtura" en Librújula

Muchísimas gracias a la revista Librújula por hacerse eco de "Mixtura. Antología personal" (Averso, 2025), un libro que ya se encuentra en librerías y que será presentado prontito. Da gusto ver que, poco a poco, este libro va caminando.


<<Este poema 22, 'Madre piedra que estás en la tierra' figura en este volumen Mixtura, de reciente publicación, que es una antología poética personal con una amplia muestra de los diez libros publicados, hasta el momento, por esta poeta chilenoespañola, Marina Tapia. Una oportunidad única para hacerse con muchos de ellos, inencontrables dada su condición de libros premiados y no venales, y de adentrarse en su creación elegante, sensorial y rítmica. Su permanente búsqueda de nuevos registros ha tenido como ejes la naturaleza, la identidad femenina, la escritura y el silencio, el amor y el erotismo, lo plástico y la errancia geográfica y vital. En palabras de Juan José Castro, Mixtura recoge «una mirada retrospectiva, ya serena, dueña de su oficio, consciente de la inmensa labor estética que conlleva sostener una carrera poética ascendente, sin renunciar por ello a la verdad de la palabra».

Poema 22.

Madre Piedra que estás en la tierra,

significada sea tu estirpe.

Vuelva a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en el magma como en el cosmos.

El agua nuestra de cada día

dánosla hoy

para lavar el cuerpo,

para lavar el alma.

Y perdona nuestras ofensas,

nuestra extracción voraz de tu materia,

ese eterno saqueo.

No nos dejes caer en la codicia.

Y líbranos de nosotros,

Piedra Madre. >>

"Alumbramiento", por Marina Tapia

Ante tantas noticias negativas, quiero traer a este muro un escrito más lúdico y dedicarlo a mis amistades escritoras. Lo he compuesto a partir del símil entre la creación literaria y el parto. Siempre se dice que se "alumbra un texto". ¡Espero que os guste!



“ALUMBRAMIENTO”

ESTADO PRENATAL

Antes de que la inspiración llegue hasta nosotras con la fuerza de la sacudida, ya existe una sensación previa vestida con harapos y que no se parece en nada a esa mujer alada y bienhechora, tantas veces pintada por los artistas descendiendo sobre los escritores desde un plano elevado. Es una meiga que se acerca, no en una sola visita, sino en muchas a lo largo de semanas y meses hasta que estalla el texto como un géiser.

Nos trae malestar, inquietud, nerviosismo. No sabemos qué contar aunque sentimos el impulso de escribir en mitad de ese estado poroso de exaltación. Existen los latidos, las contracciones, las sacudidas de palabras inconexas, pero no sucede el discurso. Nuestro lenguaje vuelve a ser primitivo. Descendemos al reino de Perséfone. Somos Teseo en su laberinto. El decir son astillas. Lo inconexo se agolpa. Vagamos por los caminos de la lectura de libros abandonados en nuestra estantería, y esperamos atentas a esa idea que aglutine lo disperso.

Pero la noche debe reinar para esculpir la voz de las estrellas, así como la maledicencia tiene que regar los cultivos de la elegía. Nos sube la fiebre de las vocales, hay manifestaciones físicas, mas falta la modulación, todo es un simple balbuceo. ¿Cuánto tiempo permaneceremos en esta cárcel de tentativas? Se agolpan los comienzos de los relatos, los primeros versos no se solidifican creando el bloque compacto del poema. Somos grito sin voz. Aullido amordazado. Literatura insulsa sin médula ni asombro. ¿Acaso a la hechicera le divierte este trance?

Bajamos por escaleras larguísimas a la ciudad donde nacimos, volvemos a la infancia. Los sueños están infectados de recuerdos. Ninguno de ellos anuda un punto de partida. El mundo exterior no espolea una confesión. Ya no podemos escuchar la voz de los objetos ni la de los paisajes. Deseamos desesperadamente escribir, y estamos congeladas. No, nada sobreviene en las hojas de los cuadernos.

Se abandona el afán. Se emprende la marcha hacia otros terrenos. Lejos del fango, de la incapacidad, del dolor, de las punzadas en el vientre, de las náuseas, de todas las polillas de la frustración. Se va lo que creímos fermento. Era una nebulosa, una nube asustada, extranjera delicia. Solas y sin creación y sin palabras. Ellas habrían sido alimento feliz. Apoyadura, excitación.

Claudicamos.

Y cuando se ha desecho nuestro deseo, llega ella.

PARTO

Sucede de noche la mayoría de las veces. Hemorragia repentina. Vuelas de la cama. Hay tanta urgencia. De incógnito, ansiosa, como a punto de cometer un acto delictivo, buscas en la penumbra cualquier papel y lápiz a mano. Abierta en canal, sofocada y, casi sin acomodarte del todo sobre la silla, te arrastra una corriente eléctrica que mueve tu mano con histérico zigzagueo. Escribes con fervor amoral. El pensamiento se queda atrás en la carrera. Sudas. Respiras sin resuello, sin compás. Atraviesas campos y más campos de páginas sin márgenes. El cuerpo está tan tenso. Se ha llenado de púas, se defiende de toda distracción. Lo que aflora de ti es una caligrafía atropellada sobre renglones ciegos. Diáspora de letras. Criaturas de trazos que chillan. Las frases, cordón umbilical. Tu escrito no es comunicación sino pataleta de niño caprichoso. Las sombras mudas no esclarecen nada. El movimiento se concentran ahora en esas páginas. El tiempo, abstracto, ajeno. Sólo existe el cuerpo que libera sus palabras viscosas empapadas de sangre.

DEPRESIÓN

Y nos quedamos vacías y extenuadas. No miramos aún el ente que yace acostado sobre la mesa, entre papeles blancos. El día sentencia regresar al dictamen de los relojes. Bajamos nuestros párpados para descansar. Un rato, por favor, sólo un poquito. La mañana esfuma la noche. Luego lo miraré. Él no se moverá. No sé si quiero ver lo que he parido.

Nos irrita no tener el control, alumbrar algo nuevo de esa forma visceral y diabólica. Esos garabatos no nos pertenecen. Cuando emigra la voluntad, ¿todo lo que realizamos son actos reflejos, inercia, tiempo perdido? ¿Acaso hay algo de valor en lo mecánico? ¿Un trance puede dar lugar al arte? Distante, tan apartadas de nuestra criatura, la abandonamos. Te ríes del afán que te llevó hasta ella. Hay un hueco de latido en tu interior. Su materia orgánica e infestada de sentimiento nos asusta. Huimos como Lot de una ciudad maldita. Aquel escrito contiene un amasijo íntimo y descarnado. No podemos comulgar con un ser que muestra al mundo −sin escrúpulo alguno− lo que somos.

PRIMEROS PASOS

El escritorio es un paisaje plácido. La ventana que lo enmarca muestra un patio de plantas amables que buscan ser edén. Es tan gozoso ir hacia el poema, caminar entre los surcos que la noche alumbró. Sentirlo como nuestro ahora, sí, ahora que se ha esfumado la emoción de crearlo. Es tan reparador ser la mano que arranca la maleza. Hay que ajustar palabras asalvajadas, y podar esa repetición, esa musicalidad cansina. Lo más plácido y satisfactorio de la escritura se concentra en estas horas de pulido. El desbrozado nos envuelve en una luz tenue y dorada. Corren las horas como gacelas. Se multiplican las variaciones sobre un mismo párrafo. Dudamos, afirmamos, omitimos una línea, reorganizamos los espacios entre los versos, las letras casi casi crean un caligrama, buceamos en el diccionario de sinónimos, oteamos tras el visillo para aclarar las ideas, recitamos en voz alta la composición (para que sea el aire el que tase y sopese). En nuestro taller, caminamos ligeras. Brilla el entusiasmo. Y queremos mostrar a otros ojos lo que ya sentimos acabado. Los nudos están firmes, las poleas del ritmo funcionan, los verbos crean dinamismos, los adjetivos son los justos. Todo en orden.

Pero nos contenemos. No enseñaré a nadie mi poema. Es mejor esperar hasta mañana. Y que repose el texto por si la masa sube. Al día siguiente, será un pan delicioso.

Otro día. Contemplamos de nuevo a nuestra criatura.

Qué ceguera me ha hecho no ver dónde cojeaba. Esto sobra y esto está muy turbio. Qué coloquial. Cómo es posible. Hay que trabajarlo. Lo leeré en alto una vez más, siempre funciona. Y vuelven las horas a tener otra sustancia: tiempo de trabajo intenso (¿acaso inútil?) que no se percibe.

He decidido recuperar el original, regresar a los hallazgos algo asilvestrados pero ciertos y vivos. Esperaré otro día más, quizá una semana para enviarlo a mi primera lectora. ¿Ocultarlo o exponerlo? Se empaña la celebración con estos trances y decisiones.

OJOS AJENOS

Estar desnuda. Da vértigo la lectura pública, pero también la íntima, del escrito. Más allá de la crítica impresa en la revista o de la que desovilla una boca desconocida, existe el prurito de saber que circula algo de ti sin ningún control. La palabra ‘lectores’ podría tranquilizar. Suena a algo neutro, técnico y pacífico. Pero tú sabes bien que no es así. Son algo más que asépticos coleccionistas de libros. Son un batallón de ojos relamiéndose con nuestra intimidad; son máquinas de juzgar y comentar; son un amasijo de humores cambiantes, influenciados por caprichos de escuelas y modas literarias. Recibiré una estocada en medio de la plaza de la lectura. Ya me duele el rechazo. Complacer me desquicia también. La indiferencia quema de igual modo. Nada satisface al crítico que dentro de mí se refugia. Asco por cargar con este oficio inútil. Condena por no saber hacer otra cosa. Porque siempre nace subversiva, irritante y acuosa la escritura.

CONCIENCIA

Leo lo que tanto sinsabor me ha causado. Hay algo en ello que me reconcilia con la vida. Bálsamo y miel. De pronto, la estancia huele a flores imposibles. Felicidad. El recitado es una sinfonía de mis claves ocultas. Es para mí. Para nadie más. Consuelo y aromática mixtura. Envuelta en signos, en palabras que dicen y callan a la vez, en el revés de mi lenguaje diario. Ha valido la pena, y compensa la angustia este encuentro inesperado con mi libro. Me reconcilio con el lenguaje. Descanso en el colchón de los vocablos. Ellos reflejan una mujer que presentía y que no pude ver. La lectura de los otros es un bosque perdido allá al fondo que no importa visitar. Sólo quiero la paz con mi decir. La sorpresa del texto. No es mío totalmente, aunque haya sido confeccionado en mis talleres. Es de la combinatoria del idioma que se agolpa en la mente y en las entrañas hasta drenarse. Ha nacido de mi deseo, de mi sexo neuronal, de mi razón, entre fuertes contracciones, entre alaridos. Es fruto de una alquimia íntima. Una suma de voces gestadas en mi voz.

domingo, 29 de junio de 2025

Recital de poesía arábigo andalusí

Muchísimas gracias a tod@s l@s amig@s que nos acompañasteis ayer en el recital arábigo andalusí en el convento de San Luis el Real, y a tod@s l@s participantes del Círculo Literario de La Zubia, y a l@s que prestaron su voz en árabe y sus delicados instrumentos. Fue un delicioso viaje en el tiempo a través de la poesía y la música bajo el Laurel de la Reina. Gracias a Margarita Osborn por sus fotos del dúo Pimpinela y también a Rosa Ortega.

















sábado, 21 de junio de 2025

Entrevista en Ahorateleo

Muy agradecida a Carmen Hernández Montalbán por su entrevista en Ahorateleo, de la asociación La Oruga Azul, a propósito de la publicación de "Mixtura" (Averso). !Espero que os guste, amig@s!




-Háblanos un poco de ti.

Nací en una ciudad muy particular, en Valparaíso, un enclave con una geografía única: puerto en movimiento continuo, casas amontonadas subiendo por sus cuarenta y dos cerros, decadentes caserones estilo inglés, escaleras interminables, perros callejeros por doquier, ‘arte a cielo abierto’ y curiosos funiculares (ascensores). Creo que el paisaje siempre marca. Era un mundo de estímulos, de colores y de cúmulos, la mayor parte del año, grises, un espacio que tendía a la nostalgia, donde en las radios de las micros se escuchaba música desfasada, de la ‘nueva ola’, donde todavía existían ‘emporios’ y locales de aspecto decimonónico o bares de ambiente marinero. Nací dentro de un pasado detenido. Y siempre estuve rodeada de arte y de libros. Mi padre y mi madre se conocieron en la escuela de Bellas Artes y son pintores y poetas. Nosotros, sus hijos, tuvimos la suerte de que nos inculcaran el arte desde pequeños, y de poder desarrollarlo en comunidad, en familia, en diversos talleres y grupos. El arte era un acto cotidiano. Esta base es la que tengo, y sobre ella se ha ido construyendo mi andadura poética. Gracias a mis padres y a su entorno, aprendimos a cultivar la observación detenida de lo que veíamos, a tomar siempre apuntes en libretas que se llevaban a todas partes, a tener una rutina de lectura, a ser críticos con lo realizado, a disfrutar con la creación. Es extraño haber crecido en esa burbuja de creatividad en plena dictadura. El golpe de estado había hecho fracasar la floreciente época cultural que vivieron mis padres: la de la canción popular con Víctor Jara y Violeta Parra a la cabeza. Yo ya nací en dictadura. Hay un verso de mi libro “Corteza” que, de alguna manera, me define y quizá engloba a toda una generación: “soy esa conjunción de mis dolores / el vuelo sobre el cielo del fracaso”. Volamos desde el dolor de lo real a través del arte. Un proyecto social e igualitario que aplacó Pinochet… pero el canto, la música de protesta de sus canciones jamás murió. Después, ya en los noventa, parte de nuestra familia emigró a Madrid, y luego cada uno ha cogido su propio rumbo: Granada, París, Berlín, Vigo… Creo que lo artístico y el hecho de cambiar de lugar (con todo el camino de aprendizaje personal que eso conlleva) es lo más determinante y es lo que nos define como familia y también de manera individual.

-¿Qué podemos encontrar entre las páginas de Mixtura?

Una amplia muestra de los diez poemarios que he publicado hasta el momento. De cada libro se recogen más de veinte poemas. Y cuenta además con un bellísimo y muy completo prólogo de Juan José Castro. Es una destilación de mi trabajo creativo en el área de la poesía. He intentado que todas las temáticas que he cultivado estuvieran presentes: la identidad femenina, el silencio y la palabra, la naturaleza, el amor y el erotismo, la errancia y la plástica.
Esta mixtura, esta fusión de sustancias interiores, creo que puede dar cuenta de lo que me ha importado siempre: la búsqueda de una voz propia, el deseo de trabajar el lenguaje con mimo, la importancia que doy a los ritmos y a la musicalidad, la necesidad del entorno natural y salvaje para encontrar nuestro lugar en la poesía y en el mundo, y la mirada hacia la otredad, hacia los seres humanos hecha con atención y empatía.

-¿En qué ingrediente reside la fuerza de este libro?

Creo que a pesar de su variedad de temáticas, todas ellas se hermanan en una voz asombrada ante lo observado, un lirismo muy atento a los cinco sentidos, que otorga más plasticidad a los versos. Muchas amistades escritoras dicen que mi poesía es muy sensual y, algunas veces, con un erotismo muy marcado. Creo que este libro a pesar de contener diez trabajos con distintas claves posee un sutil hilo conductor, que es, según mi opinión nada objetiva: la vibración de la voz poética al contemplar el mundo. Siento que hay algo vivaz, no estático, una búsqueda contante. Pero lo más bonito es que los lectores me digan cuál es la fuerza de este compendio. Son las opiniones de ellos las que importan y que, espero, me vayan llegando tras su lectura. Ya se sabe que una vez publicado un trabajo ya no te pertenece, los libros viven de una manera única y particular en cada persona que los lee.

-¿Cómo describirías tu trayectoria de escritor desde la primera publicación hasta esta última?

Es posible que haya ido ganando más seguridad a la hora de escribir. Atreviéndome a ser más conceptual y hermética. Con “Piedra que mengua”, no estuvo tan presente la consideración de ser entendida, cercana. Me dejé llevar, fue un rapto. Este último tiempo, me he atrevido con el soneto que siempre impone mucho, y he experimentado con poesía visual, voy dejándome llevar. No hay nada que demostrar. Sólo me acuna esa fascinación por las palabras, ese deslumbramiento de siempre. Voy escuchando a la que dentro de mí habla. También tengo que destacar y agradecer vivir con un gran escritor como lo es Ángel Olgoso. Él es un referente continuo para mí, su independencia, su manera de afrontar la escritura y la lectura, con tantísima entrega y responsabilidad, me nutren cada día. Soy una privilegiada.

-¿Cuál fue el último libro que leíste? ¿Por qué lo elegiste?

A raíz de ver un documental sobre Ana María Matute (Imprescindibles de RTVE), caí en la cuenta que me faltaba leer alguno de sus libros. Así que acabo de terminar “Algunos muchachos”, una obra densa, que deja estela. Esa manera suya de mezclar la crueldad del ser humano con la inocencia es única. Es como exponer un pecho desnudo y rozagante junto a otro tapado. Es increíble cómo expone las fricciones de la emoción con un pensamiento aprendido. Es como si desembocaran, en un mismo embalse, ríos opuestos. Muestra el contraste entre clases sociales que tan bien armonizan; como si nos dijera: todos somos hijos de un instinto de supervivencia primitivo. Por eso los lectores nos vemos reflejados en personajes tan diversos y contradictorios: no hay negro sobre blanco ni blanco sobre negro, sólo mixtura humana. En su literatura nada es grave ni categórico, aletea una risa sutil, una ironía mansa que agradecemos. Su prosa tiene flecos. Tiene compuertas desdibujadas donde podemos entrar, si queremos, para hacer nuestras propias interpretaciones. Este conjunto de relatos tiene finales inesperados, nada tópicos. Simbología. Un lugar para las preguntas.

-Y ahora qué, ¿algún nuevo proyecto?

Sí, he estado terminando las ilustraciones de un libro de poesía infantil que he escrito. Este proyecto lo tengo hace bastante tiempo en marcha, desde Óbidos, pero he ido aumentándolo y perfeccionándolo, también ‘probando’ mucha de sus poesías con el alumnado de los colegios a los que voy. Mi deseo era que cada poema tuviera su ilustración. ¡Y ya por fin las tengo todas! Todo hecho a mano por supuesto, sin ayuda de ordenadores o de IA, jejeje. Me ilusiona muchísimo ver este libro publicado, poder regalárselo a mi sobrina Minagua (a la que está dedicado), poder hermanarme con tantas otras poetas que admiro que hicieron un espacio a la poesía infantil, además de la dirigida a los adultos, como mis queridas Gabriela Mistral, Gloria Fuertes y Angela Figuera Aymerich. A veces siento que la escritura es también amor hecho palabras, y yo siento mucho cariño por ese niño que todos llevamos, ese inventor, ese mago, ese ‘rimador’, ese fabulador que siempre persiste en cada uno. Quisiera que este libro lleve imaginación y risa a quien lo lea.

viernes, 20 de junio de 2025

Reseña de "Bajo los astros de la repetición" en Moon Magazine

Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Galardonado con el Premio Euskadi de Literatura 2024, Bajo los astros de la repetición, de la poeta donostiarra Julia Otxoa, nos ofrece una voz que conmueve, a la vez que sorprende, por su gran fuerza lírica. Agradecemos a Marina Tapia esta recomendación.

Marina Tapia — 19 junio, 2025




Bajo los astros de la repetición, de Julia Otxoa: escribir desde las ruinas

Julia Otxoa, en su cuidadísimo libro Bajo los astros de la repetición (Premio Euskadi de Literatura 2024), publicado por Averso, nos ofrece una voz conmovida ante este mundo desigual y tantas veces cruel, que nos sacude. Su mirada hacia la actualidad y hacia el pasado, siempre desde una clave lírica y nada coloquial, sorprende y emociona. Es un libro trabajado al máximo, bajo la exigencia autoimpuesta de buscar —con un decir contenido pero a la vez fluido— razones de esperanza.

Dedicado a su compañero de vida, al artista y escultor Ricardo Ugarte, el poemario posee gran coherencia, revela una insubordinación ante el decir y, también, ante lo que se calla. Una narración donde se abordan diversos hechos y acontecimientos que han marcado a la poeta y a la humanidad, y donde se esboza el amor, la comunión con la naturaleza y la solidaridad como bálsamos esenciales.

El libro está dividido en dos partes: «El limón y la espada» e «Insiste la belleza entre las ruinas», dos partes que se complementan totalmente. La primera, con poemas de aliento largo y que rinden homenaje a figuras tan significativas como Vasili Kandinski, René Char, Ósip Mandelshtam, Albert Camus, Hannah Arendt, e incluso al propio abuelo de la autora o al mítico personaje de Antígona. El segundo bloque contiene bellísimos poemas breves (incluso de un solo verso), plenos de una potencia que es fruto de conclusiones muy meditadas y que definen la postura de la creadora: «Son las interrogantes las que hacen posible el vuelo, poderosa poética de lo pequeño», «Memoria, elevación de un lápiz al altar / de las resurrecciones», «Son las cicatrices lazarillo del corazón», «No hay otro modo de ser para mí que el de la llama», «Derramamos el agua sin leerla». Rotundas afirmaciones que desean apresar la esencia de su pensamiento, reflexiones a conciencia acerca de quiénes somos, y de cómo enfrentarnos a las herencias colectivas y a la búsqueda de una identidad más acorde con los valores humanos.

El conjunto se abre con una pregunta: «¿Dónde la llave?» Y abrirlo con esta interrogación da clara muestra del espíritu que ha movido a la autora a emprender ese viaje interior —que es la poesía— en busca de certezas. Hay un deseo de romper «los años de nieve», el frío, el invierno, el hielo; en definitiva, la dureza del mundo, con sus injusticias, guerras y contiendas absurdas que nos inmovilizan.

Vivimos en un siglo bárbaro / pero ¿cuál no lo fue?

Muertos y más muertos, con su quema de libros, con el avance de la desmemoria, la indolencia y la mudez, también el entierro de la esperanza que suponía el arte y la civilización. Debemos seguir sublevándonos ante los horrores.

Leyéndola recordé el espíritu culturalista de El bosque errante de Juan José Castro, y la voz estremecida de Ángela Figuera Aymerich. Julia Otxoa encuentra una forma de decir que recoge la sustancia de la poesía desarraigada y del 50’, pero con un lenguaje más simbólico, lírico y trascendente.

La palabra como un acto de humildad, de clemencia por nuestro silencio colectivo y nuestra no implicación ante las problemáticas sociales. La poeta pide perdón por su torpeza al nombrar el horror; y son los pájaros, el vuelo, la naturaleza los que apuntan hacia otra realidad más alta, esa que salva al ser humano, esa que nos reconcilia con la vida. «Nos une el silencio», «las palabras que escribo no son la palabra», «mirad todos, mi rostro sin lengua», «cada traducción que hago del universo / me parece una impostura», reconoce Otxoa señalando la imposibilidad de exorcizarnos, esa impotencia de nombrar el dolor así como el enigma de la existencia.

Él me recuerda con sus versos / que caminamos bajo los astros de la repetición.

Estos versos tan significativos, y que recogen el aliento central del poemario, nos hablan de una historia que se repite, del olvido y la desmemoria, del no aprendizaje, de nuestra inconsciencia a pesar de ser, supuestamente, la cúspide de la pirámide evolutiva. Gracias, Julia, por conmovernos y convocarnos a ese acto de rebeldía y lucidez que es la lectura, que es creer que los buenos libros pueden cambiar el mundo.