martes, 14 de enero de 2025

Presentación de "Piedra que mengua" por Marina Aoiz en la entrega del premio Ángel Martínez Baigorri


    Buenas tardes. Volvemos a encontrarnos en otoño para celebrar la poesía. La de nuestro homenajeado Ángel Martínez Baigorri y la de la poeta premiada, Marina Tapia. Marina, mi tocaya, nació en Valparaíso, Chile, en 1975. Su DNI afina más y la sitúa en el lugar denominado EL ALMENDRAL. Además de Poeta, es artista plástica y divulgadora cultural. En la plica que envió con su poemario nos cuenta que desde el año 2000 reside en España y desde 2012 en Granada, un lugar excelente para cultivar la Poesía. Ha publicado ‘50 Mujeres desnudas’ (Amargord, 2013), ‘El relámpago en la habitación’ (Nazarí, 2013), ‘Marjales de interior’ (Aguaclara, 2017), ‘Jardín imposible’ (Ayuntamiento de Baena, 2020), ‘El deleite’ (Ayuntamiento de Vélez Málaga, 2020), ‘Un kilim de palabras’ (El sastre de Apollinaire, 2022), ‘Corteza’ (El Envés, 2022), ‘Bosque y silencio’ (Ayto. Aguilar de Campoo, 2022) e ‘Islario’ (Amargord, 2022).

Voy a confesarles, aquí en la intimidad de este recinto, que el poemario me atrajo desde su título: Piedra que mengua. ¿Cómo puede menguar la piedra? -me preguntaba. ¿Será porque se convierte en guijarro, en arena, en tierra, en polvo...? El contenido del libro ofrece múltiples respuestas, sumadas a otras tantas dudas. Intentaré transmitir el interés que despertó en diversos miembros del jurado su lectura y contagiar mi entusiasmo particular con algunas claves. Por supuesto, la piedra señalada desde los epígrafes elegidos como pórtico del poemario, es símbolo, metáfora y soporte del quehacer poético de su autora.

Sobre qué descansan sus cimientos?
¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,
mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora […]?”
(Libro de Job, Antiguo Testamento)

“La piedra forma el respaldo de la chilenidad;
ella, y no un tapiz de hierba sostiene nuestros pies”
(Gabriela Mistral)

En el tercer poema, la escritora Marina Tapia nos revela en un verso:

Soy más de la intemperie que de mí.

¿Refleja ahí su condición de emigrada, de poeta, de mujer artista...? Ya veremos…

Pero antes de continuar, quiero subrayar que este poemario es un amplio diálogo con otras voces literarias. Cito por orden de aparición: Sor Juana Inés de la Cruz, Clara Janés, Antonio Machado, la poeta granadina Mariluz Esribano Pueo, la chilena, Gabriela Mistral, Chantall Maillard, la mexicana Rosario Castellanos, la extraordinaria María Ángeles Pérez López, Mada Carreño, San Juan de la Cruz, César Vallejo, José Ángel Valente, Juan Carlos Friebe y Octavio Paz.

Deduzco que los versos de las voces literarias universales incluidos dentro de los poemas, le han servido a la autora de inspiración o quizás de sólidos sillares para sostener sus propios versos.

A mi meroria, caprichosamente, acudió un verso de la escritora navarra Margarita Leoz, de su libro El telar de Penélope. El verso dice: nos bautizaremos de nuevo con piedras. ¿Lo hizo así Marina Tapia con la piedra que mengua?

Escribe Marina Tapia en el noveno poema:

En mí levantarás lo que tú quieras:
silencios o poemas.
O escribirás en veta de oro y plata.

En el undécimo poema, la autora afirma:

Soy león asirio, gema etrusca, columna romana, obelisco egipcio,
sarcófago íbero, castillo normando, ermita románica, muro de Buraq, Petra y Altamira, esfinge, Stonehenge, estela rúnica, crátera, Kaaba, Valle de las Rocas.
Soy piedra angular.
Soy centro magnético.
Soy fuerza transformada.

Para terminar el poema con unos versos magníficos de la poeta granadina Mariluz Escribano Pueo:

Por los siglos seré
amor indestructible,
inamovible roca
enamorada y alta.

En el poema número 12, Marina Tapia ofrece un canto a sus orígenes, el de su tierra y el del referente poético, Gabriela Mistral. Gabriela Mistral, cuya vida transcurrió entre 1889 y 1957, no está mal recordarla, fue poeta, pedagoga y diplomática chilena considerada una de las intelectuales más sobresalientes de la primera mitad del siglo XX. Su obra condensaba el amor y respeto por la infancia y por su país. La obra literaria de Mistral, en un principio, inscrita en el movimiento modernista, pasó con el tiempo a ser más íntima y emotiva. La escritora usó un lenguaje sencillo, expresivo e incluso coloquial. En sus textos fueron notorios el ritmo, la sonoridad, el simbolismo y el empleo de metáforas. Se le concedió el premio Nobel de literatura en 1945.

Algunos versos del poema número 12:

Cordilleras, volcanes, serranías,
repechos y altiplanos,
salientes emotivas,
locura de racimos para el vuelo.
(...) Soy esa bestia libre
que nunca ha de cazar la humanidad.

Sueño de piedra que soñamos, piedras del mundo pastoreadas, cita a Gabriela Mistral

Mis sísmicas amantes,
no me dejéis
sin cuna de la infancia,
sin lápida que bese vuestro suelo.

No hay belleza más alta que los Andes.
No hay aridez más dulce que Atacama.
Y no hay dolor más hondo que Pisagua.

(Pisagua es una localidad chilena, ubicada en la zona costera septentrional del país. Fue un importante puerto para el embarque y la exportación de nitrato durante el gran auge salitrero industrial que se vivió en el norte de Chile hasta los años 1930. Hoy es un caserío semiabandonado, pero a principios del siglo XX llegó a disfrutar de modernos muelles con grúas mecánicas, un activo movimiento portuario, diversos edificios gubernamentales, bancos, casas comerciales chilenas y extranjeras, un Teatro Municipal, hoteles y consulados. Contó incluso con servicio de tranvías urbanos, teléfonos y energía eléctrica, así como cable submarino y telégrafo. Tras el fin de la industria salitrera, Pisagua se convirtió en un pequeño pueblo pesquero y fue utilizado por diversos gobiernos como prisión. Durante la última dictadura militar, Pisagua tuvo uno de los principales campamentos de detención y ejecución de opositores políticos.)

Y no hay dolor más hondo que Pisagua.

El poema número 22 es una plegaria:

Madre Piedra que estás en la tierra,
santificada sea tu estirpe.
Vuelva a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en el magma como en el cosmos.
El agua nuestra de cada día
dánosla hoy
para lavar el cuerpo,
para lavar el alma.
Y perdona nuestras ofensas,
nuestra extracción voraz de tu materia,
ese eterno saqueo.
No nos dejes caer en la codicia.
Y líbranos de nosotros,
Piedra Madre.

Comentaba al principio que había conectado con el tema labrado primorosamente por Marina Tapia por el amor mutuo a las piedras. Fíjense que belleza derrocha este texto: Poema 34.

Dentro de cada ser
aquel genuino cuarzo
late,
brilla.
¡Id a buscarlo!


En el último poema, arropados por el verso de Octavio Paz: Dormí sueños de piedra que no sueña, Marina nos ofrece estos versos:

Hoy vuelvo a ser basalto,
pizarra y arenisca,
hoy vuelvo a ser mapuche,
la hija de la tierra,
serena como templo bajo el sol.
Has mezclado mi voz con arcilla.
Has herido el instante.
Has hecho de la roca mi refugio.

En una ocasión leí que los mapuches no construyeron pirámides o caminos como los Incas y los otros imperios mesoamericanos porque las pirámides, los caminos y toda suerte de estructuras importantes en la antigüedad, se construyeron sobre los hombros de esclavos. Los mapuches siempre se consideraron un pueblo donde la libertad era un valor sagrado. Tenían como santuario la tierra y la naturaleza. El Pueblo mapuche nunca se ha sentido dueño de la tierra, sino hijo de ella.

Gracias, Marina, por llevarnos de viaje con tu voz discreta, firme, mística, audaz, silvestre, comprometida y por habernos acogido en tu refugio de piedra. Ahí estamos a salvo.

(Marina Aoiz)

lunes, 6 de enero de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Javier Gallego

Hermoso regalo de Reyes el recibir esta bellísima reseña de "Piedra que mengua" escrita por Javier Gallego y publicada en su blog Profundamente superficial.




Reseña de ‘Piedra que mengua’. Ayuntamiento de Lodosa. 2024

Por Javier Gallego


Con prólogo de Pura Fernández Segura, "Piedra que mengua" es el ganador del XL Premio Ángel Martínez Baigorri, y se presenta como un viaje lírico de profunda introspección y espiritualidad, un texto que entrelaza la naturaleza mineral con la experiencia humana. Un libro que no solo explora la materia, sino que la trasciende, convirtiendo la piedra en símbolo de resistencia, transformación y amor. Desde el inicio, el libro establece su densidad simbólica con citas de Gabriela Mistral, Federico García Lorca y Juana Castro, que sirven de pórtico a un universo poético donde la piedra se convierte en una metáfora omnipresente: “En el comienzo / aquella voz magmática / fundía sobre lava / su profundo nombrar. /.../ De su germen nací / en angélico infierno /.../ En el comienzo tú, / sordo estruendo, / amor / de fuego”. Tapia recurre a un lenguaje que oscila entre lo telúrico y lo celestial, logrando una fusión entre lo tangible y lo abstracto. La piedra, en este contexto, es tanto el núcleo físico como el espiritual, representando la fortaleza, la fragilidad y la capacidad de cambio: “Me bautizaste Piedra, / y me envolviste entera de firmeza, / de claridades férreas y en el cobre / de mi veta extenuada pusiste / esa humedad de amor”; “Mirad mi corazón de estalactita /.../ Piedra terrestre. / Piedra que mengua”.


El poemario está compuesto por versos libres, caligramas y formas tradicionales como el soneto (“Ya ha muerto mi ilusión, y era tan pura”, por poner un brillante ejemplo), demostrando la versatilidad técnica de la autora. El uso del caligrama como recurso visual enriquece la experiencia del lector, subrayando la materialidad del texto y su conexión con lo geométrico y lo natural. La musicalidad de los versos es notable, lograda mediante un ritmo cadencioso que recuerda al fluir del magma o al desgaste de las rocas por el agua, reforzando el carácter orgánico del discurso poético: “Y en cama de cristal mi mente ardía: / brumosas procesiones de vapores, / volcanes y orogenia, / un vals de continentes / siguiendo ese compás de las edades”. Además de la simbología, digamos, telúrica, el leitmotiv reúne otras resonancias: “Si fue Kefás el nombre que me diste, / si hiciste tu bosquejo en mis entrañas, / no fue por mi virtud, por esta fuerza / de Sísifo que carga sus pesares, / fue por la libertad de tu deseo, / de aquel mercurio ardiente de tu voz”. Además del recurso a la paradoja: “Dulzura es lo que hallo en la sustancia / que tú me concediste /.../ Tu risa es material, yo la materia / desde la cual te alzas. Qué milagro / volver a ser del magma / y desposarme entera / con tu fuego”; “Un baile de pureza se desprende / de mis manos – paloma, / por eso / déjame que te acune, / ser tu nido/ el último baúl donde dispongas / tejidos de alegría”.


El tono es solemne, casi litúrgico, evocando una voz que dialoga con lo eterno. La repetición de imágenes y símbolos, como el magma, el cuarzo y el guijarro, crea una cohesión temática que invita al lector a sumergirse en un universo cíclico, donde el tiempo y la materia se entrelazan: “Ocurrió en mi vejez el prodigio, / el milagro de ser / otra cosa –y yo misma– / ¡un doblez luminoso!”; “Así, / tosca, / ahuecada, / enardecida, / fui cúspide de dicha / aquella construcción / de piedras tan menudas”. El eje central de la obra es la piedra como símbolo de transformación. Desde su mención como "piedra madre" “No nos dejes caer en la codicia, / Y líbranos de nosotros, / Piedra Madre”) hasta su representación como un "guijarro sencillo", Tapia explora la paradoja de la firmeza y la vulnerabilidad. La piedra no solo es el receptáculo de la historia geológica, sino también de la emocional: “Antes de que tu beso / cambiara mi sustancia y redimiera el núcleo del dolor, // fui de Babel. // En ese tiempo, / en que la esclavitud ponía en marcha / eternas volanderas de atenciones /.../ Antes de ser Tu Piedra, / de ser la libertad ceñida del amor, // fui del mundo”. Aquí, la autora sugiere un proceso de redención, donde la piedra, al igual que el ser humano, encuentra su propósito en el amor y la entrega.


El uso de referencias bíblicas y mitológicas, como la alusión a Kefás (Pedro, "la roca" en la tradición cristiana) y el mito de Sísifo, amplifica la dimensión simbólica del texto. La piedra es tanto un peso como una promesa, un recordatorio de la finitud humana y la posibilidad de trascendencia: “Todo es cansancio dentro de esta esfera”. Alrededor de la melancolía surgen momentos de gran pureza lírica: “Ya no repito el beso o la caricia / que estalla, que calcina, que recorre / esa materia viva de tu ser”; “Yo quisiera cantarte con la voz más serena. / Mas soy cardo que un día / se prendió en el sayal de un verso enamorado /.../ Porque esta roca madre que yo soy / no borra, / no derrite / su cera fervorosa”; “Es tan impronunciable tu dulzura, / es un caudal que el magma no contiene, / que sube hasta mis labios para ser / vocablo sin hechuras /.../ Verás que menguaré para que exista”.


Otro tema recurrente es la relación entre la materia y el espíritu. La voz poética celebra la materialidad de la piedra, pero también sugiere que esta contiene una chispa divina: “Dentro de cada ser / aquel genuino cuarzo / late, / brilla, / ¡id a buscarlo!”. Esta dualidad refleja la tensión entre lo terrenal y lo celestial, un tema que resuena en el trasfondo místico del libro: “Cautiverio de luz / te sacude” o “La piedra de tropiezo es nuestra casa”.


El lenguaje de Marina Tapia es rico en imágenes y metáforas, pero también preciso. Cada palabra parece estar cuidadosamente elegida para evocar tanto lo concreto como lo inefable. La construcción de imágenes, como “¿Y si yo me reflejo / no en el mármol suntuoso, / no en el serio alabastro, / ni en cristales o gemas? /.../ ¿Y si fuera perfecta / la caricia del canto que la mar ha pulido?//¿Y si soy para ti / un sencillo guijarro / en un nuevo comienzo?” demuestra una maestría en la creación de paisajes poéticos que son simultáneamente cósmicos e íntimos.


La inclusión de formas tradicionales, como el soneto, aporta un contrapunto clásico a la modernidad del verso libre. Esto refuerza la idea de la piedra como un elemento atemporal, que conecta el pasado con el presente y lo tangible con lo espiritual. “Eres la voz / al fondo / del silencio”. Por último, el recurso metapoético, la referencia a la escritura como tabla de salvación culmina el recorrido lírico de este poemario: “Que mi poema ruede como alud, / y luego se despeñe hacia los ríos /.../ Que mi canción minúscula transite / el ojo de una aguja, / para bordar por siempre / un manto enamorado de tu mundo”.


Los últimos poemas llevan al gozo y al amor, trascendiendo todas las connotaciones negativas que ha ido explorando a lo largo de las páginas: “Alegraos, estad contentas / porque recibiréis lo que no se ve, / pero es eterno, / y todo lo que el mundo os despojó”; “Volví para deciros cuánto amor / he visto en lo que rueda y se desprende”. Por eso, la principal característica de esta piedra que mengua es el de santuario: “Has mezclado mi voz con arcilla. / Has herido el instante. / Has hecho de la roca mi refugio”.


Piedra que mengua es una obra que merece una lectura atenta y reflexiva. Marina Tapia ha logrado crear un poemario donde cada verso es una capa geológica de significado, invitando al lector a explorar las profundidades de la experiencia humana a través del prisma de la piedra. La obra destaca no solo por su riqueza simbólica, también por su rigor formal y su capacidad para evocar lo eterno desde lo cotidiano. Es un libro que se habita, como si uno mismo fuera esa "piedra que mengua" en busca de transformación y redención.


jueves, 2 de enero de 2025

Reseña de "Piedra que mengua" por Gregorio Dávila de Tena

Qué bonito es empezar el año con esta maravillosa reseña de "Piedra que mengua", escrita por el excelente poeta -y buen amigo- Gregorio Dávila de Tena, y publicada en la revista Culturamas.




MADRE PIEDRA, DÁNOS REFUGIO
‘Piedra que mengua’, Marina Tapia. Ayuntamiento de Lodosa, 2024.

(Gregorio Dávila de Tena)


    La creación poética va madurando a través del diálogo fecundo con la tradición literaria a la que pertenecemos. Y el poeta va menguando en favor del poema. Como dijo Gil de Biedma: «Yo creía que quería ser poeta, / pero en el fondo quería ser poema». Este nuevo libro de Marina Tapia es una hermosa muestra de ello.

    ‘Piedra que mengua’ ha recibido el Premio del XL Certamen poético «Ángel Martínez Baigorri» de 2023 y ha sido bellamente editado por el Ayuntamiento de Lodosa (Navarra). Se trata de un libro unitario en su desarrollo y variado en sus tonalidades, con fundamento en un arquetipo o metáfora esencial como es la piedra, y sobre ella va mostrando un rico tapiz de emociones, imágenes y recursos poéticos. Podemos encontrar desde un soneto (poema 18) hasta un poema visual (11) pasando por otras variadas formas líricas como una paráfrasis del Padrenuestro (22) pero dedicado a la Madre Piedra.

    El poemario no tiene secciones y los poemas transitan una senda continua que se recorre con placidez. Me ha llamado la atención el número de poemas: treinta y nueve, que son los mismos que la versión A del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, al que cita en uno de sus versos. También es original la forma de titular los poemas con un verso cualquiera del poema resaltado en negrilla.

    El prólogo de Pura Fernández Segura resalta, entre otras cosas, esa vocación de entrar en lo otro y esa búsqueda interior de lo sagrado. Y en la dedicatoria que hace en mi ejemplar habla de «la hermandad de las búsquedas interiores».

    Cuando nos adentramos en el libro encontramos versos como estos: «Me bautizaste Piedra…/… y en el cobre / de mi veta extenuada pusiste / esa humedad del amor». La piedra y el agua, el agua que brota de la piedra es un símbolo recurrente en la tradición poética. La autora se hace piedra menuda, ‘piedra pequeña’, que acoge «las corrientes y verdades subterráneas», pozo que recoge la lluvia en el desierto.

    Marina es natural de Valparaíso (Chile), tierra de grandes poetas como Neruda, Mistral, Teillier o Rojas y su poesía tiene ese sabor primigenio de la patria natal. Así en el poema 12 nos habla de sus raíces: «No hay belleza más alta que los Andes…». Parece pequeña pero es grande como una cordillera, maternal como el viento, suave como un recuerdo de la infancia, ‘enamorada y alta’.

    Pero Marina vive actualmente (felizmente) en Granada, también tierra de buenos poetas y en sus poemas se transparenta el aroma de esas nuevas influencias. Al final una es ciudadana del mundo y conecta con la humanidad de los seres cercanos. Una no se desterró de ningún lado sino que «Emigré hacia mí misma» dice un verso suyo, «a esa unidad más íntima y compacta». Hay un continuo regreso a ese centro interior donde se encuentra el sosiego.

    El poemario discurre en un tono sereno y delicado, con palabras que acarician y enternecen. Pero también con dentelladas de fuerza que contrastan felizmente en su amena lectura. Se percibe frescura y sensualidad («mis pechos de paloma», «dulzura es lo que hallo en la sustancia / que tú me concediste») junto con el aullido de una voz de fuego, el rugido de un león asirio o el magma de los volcanes.

    A través de los poemas se va desarrollando un diálogo con un tú poético que a veces parece un ser trascendente, un espacio sagrado, y a veces se muestra como otra zona del yo poético, en «¡un doblez luminoso!». Un «tú» que forma parte de un «mí». ‘Yo soy el otro’. «Nosotros» se forma con «nos» (yo) y «otros». Al final «Solo hay un poeta», dice Rilke, y solo uno es el Poema.

    El tema de la identidad se diluye en la Poesía y el ego mengua hasta desaparecer. De modo que es frecuente, al pasar el tiempo, no reconocer lo que uno ha escrito, leer hasta con extrañeza y asombro los versos propios. Creo que es una experiencia común en muchos escritores. Porque como dice Gil de Biedma de nuevo: «Un poema es una criatura de un orden de realidad muy distinta a la de uno mismo», Y sin embargo, en franca oposición o contradicción, dice Francisco Brines: «Todo en el poema está haciendo referencia única al que lo ha escrito». Y creo que ambas declaraciones son ciertas. Esta es una de las grandezas de la poesía.

    La cuestión de la identidad también se refleja en el poema 8 donde «ocurre el milagro de ser / otra cosa —y yo misma—». Algo que sucede sin esperarlo cuando nos visita la belleza y estamos a solas con el misterio de ser. Este yo con el que nos identificamos y que a la vez queremos dejar en la cuneta: «líbranos de nosotros».

    El arquetipo de la Madre aparece con frecuencia en el libro como en el poema 28: «Piedra matriz… / y no puedo decir otra palabra / que el nombre maternal que me atempera». Los poemas son cantos de gozo y esperanza, salmos a la raíz madre, a veces con pinceladas de noche, cansancio y angustia, con «la caricia del canto que la mar ha pulido».

    Al final la autora vuelve (siempre ‘el eterno retorno’), tras un proceso de transformación, para decirnos «cuánto amor ha visto en la pizarra que se quiebra», cómo el desgaste la hace perla, vuelve con un semblante más auténtico, más sereno, hija de la tierra, porque «has mezclado mi voz con arcilla…/ has hecho de la roca mi refugio».

    En sus poemas Marina se hace acompañar de poetas de hondo calado, de profundidad espiritual como el ya citado San Juan de la Cruz, Clara Janés, César Vallejo, Chantal Maillard, Antonio Machado y otros, en esta llamada a «sentir y despertar / con esta escucha nueva que nos ciñe”. Un poemario que sería muy del agrado de Ángel Martínez Baigorri, poeta y jesuita a quien está dedicado este Premio, quien entendía la experiencia poética como un ver en todas las cosas la presencia de lo divino.

    ‘Piedra que mengua’ es un hermoso poemario que abre el espacio a lo más sagrado en nuestro interior, un camino de búsqueda por las collados del corazón, un bautizo en el agua de la esperanza, un cervatillo que araña los velos de la noche.